Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) fue un novelista y aviador francés que se crió en el seno de una familia aristocrática por lo que vivió rodeado de comodidades. La temprana muerte de su padre, cuando él solo contaba con cuatro años, hizo que se empapara de la sensibilidad y de la cultura de su progenitora, manteniendo una estrecha relación con ella a lo largo de toda su vida.
Su experiencia como aviador le sirve como inspiración de sus primeras novelas, que son todo un éxito entre el público como “El aviador” (1926) o “Vuelo nocturno” (1931). Pero la gran fama le llegaría con el simbólico libro “El Principito” (1943), una fábula infantil ilustrada por él mismo cuya fama no ha dejado de crecer tras su muerte, convirtiéndose en el libro en francés más leído y traducido. No en vano, ha sido traducido en más de 250 idiomas, incluido el braille.
Respecto a sus últimos días, mientras realizaba un vuelo de reconocimiento a bordo de un Lockheed Lightsning P-38 en la recta final de la Segunda Guerra Mundial, el 31 de julio de 1944 se perdió la pista de Saint- Exupéry por el Mediterráneo y su cuerpo nunca se encontró. Años después, en 1998, un pescador encontró una pulsera de oro con su nombre. Pero no sería hasta 2008 cuando un piloto alemán, Horst Rippert, reconoció haber sido el autor de los disparos que derribaron el avión del escritor.
Os dejamos con sus frases más célebres e inolvidables:
“Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección”
“El fracaso fortifica a los fuertes”
“Al primer amor se le quiere más, a los otros se les quiere mejor”
“El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe adónde va”
“El hombre se descubre cuando se mide con un obstáculo”
“Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos”
“Haz de tu vida un sueño, y de tu sueño una realidad”
“Para ver claro, basta con cambiar la dirección de la mirada”
“Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor”
“Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada, se arriesga a olvidar cual es la estrella que lo guía”