¿Qué huella te gustaría dejar cuando todo termine? A veces podemos encontrarnos con la sensación de no tener el control. Parece que somos un gran autobús siguiendo las indicaciones de los pasajeros que nos acompañan en el viaje. Tomamos decisiones que la gente de alrededor nos recomienda y terminamos cogiendo calles que van en una dirección muy diferente a nuestros valores.
Cargamos con una mochila de inseguridad que pesa cada vez más, dejando nuestros valores en la cuneta. Como resultado no somos conscientes de que el tiempo prende igual de rápido que una mecha, y que dar marcha atrás no siempre es posible.
Tomamos caminos que no nos llenan, no nos convencen y nos presionan. Caminos que nos indican desde fuera, nos los repiten insistentemente bajo los convincentes títulos de “es lo mejor para ti” “créeme, es lo correcto” “ahora es lo que te toca”. Entonces un día te descubres conduciendo sin las manos al volante.
Los valores son direcciones de vida
Para empezar, un valor no es un resultado en sí mismo, no es una meta; un valor no se agota, siempre está ahí. Los valores definen las palabras que vas a utilizar para darle forma al argumento de tu vida: aceptación, persistencia, orden, conformidad, imparcialidad o intimidad. Una larga lista compuesta de direcciones que te permite decidir qué objetivos son los que realmente importan.
Por lo tanto, una vida valiosa es el resultado de actuar al servicio de lo que valoras realmente. El problema es que muchas veces no sabemos identificar cuáles son esos valores y qué relación tienen con nuestras áreas vitales. Existen nueve áreas principales que componen nuestra vida: las relaciones familiares, las relaciones íntimas o de pareja, las relaciones sociales, el trabajo, la educación, el ocio, la espiritualidad, la ciudadanía y la salud.
A cada área le damos un nivel de importancia y en cada una actuamos de diferente manera para solucionar los obstáculos que surgen. Sin embargo, la trampa está en que muchas veces las soluciones que ponemos en marcha no coinciden con nuestros principios. Por eso hacemos cosas de las que nos arrepentimos o nos bloqueamos al tomar decisiones. Todo ello nos lleva a sentirnos desbordados, agotados o perdidos.
Lamentos a destiempo
Bronnie Ware, una enfermera canadiense, recopiló a lo largo de varios años los últimos arrepentimientos de sus pacientes en la unidad de cuidados paleativos. Un artículo publicado posteriormente por Harvard Business Review lo corroboraba, existen 5 lamentos comunes que se repiten en las personas que van a fallecer:
- Ojalá hubiera vivido una vida fiel a mí mismo y no lo que querían los demás.
- Me gustaría no haber trabajado tan duro y haber disfrutado más tiempo con mi pareja y familia.
- Ojalá hubiera tenido el coraje de expresar mis sentimientos.
- Tendría que haber contactado más con mis amigos.
- Me hubiese gustado ser más feliz.
Las personas se arrepienten de soltar las riendas de su vida, de haber perdido tiempo junto a sus seres queridos, de no haberse expresado por evitar conflictos con los demás o por tener miedo. Nos atrapamos en un conformismo mediocre. Nos enjaulamos en nuestra rutina y dejamos de lado el tiempo y esfuerzo que merecen lo que realmente nos importa.
La felicidad es una elección, el miedo al cambio nos encadena a hábitos que no nos producen satisfacción. Pasamos más tiempo haciendo creer a los demás que somos felices que siéndolo.
Tú eliges hacia dónde ir
Piensa que la clave está en adelantarnos a esta frustración, en encontrar nuestros valores y en plantearnos objetivos que den sentido a los trayectos que elegimos. Los profesionales de la psicología ayudamos a las personas a pasar del discurso a la acción. El primer paso es identificar tus valores y su jerarquía en función del momento vital en el que te encuentras.
A partir de ahí se establecen metas a corto y largo plazo. Es decir, los valores formarán los pilares sobre los que nos iremos marcando objetivos a lo largo del tiempo. Objetivos que realmente nos aportan sentido y con los que tendremos la oportunidad de superarnos y de sentirnos cómodos.
Más adelante concretaremos y planificaremos esos objetivos en acciones. Esta es la parte que más miedo da por las dificultades que anticipamos. Realizar cambios nos produce inseguridad y queremos huir para evitar afrontarlos. Desde la psicología trabajamos durante todo el proceso para superar los obstáculos y las barreras. Piensa que no hay mayor bienestar que aquel que se consigue a través de elecciones propias.