El trazado de esta milenaria obra de ingeniería hidráulica configuró, según los indicios, una parte del sistema de riego actual de Altea, hoy conocido como el Reg Nou (riego nuevo).
Este desconocido y castigado acueducto se erigió en los albores de nuestra era. Por entonces, en lo que hoy es Altea no había más que algunos pequeños asentamientos romanos, dispersos por el territorio del antiguo municipium de Allon (la actual Villajoyosa), como el embarcadero de la playa e islote de l’Olla, un almacén vinculado a la explotación pesquera situado al sur del río Algar o, ya en término de l’Alfàs del Pi, el yacimiento de l’Albir (villa, necrópolis y mausoleo).
Según las investigaciones llevadas a cabo hasta el momento, el trazado del acueducto en cuestión debió constituir una importante obra de ingeniería hidráulica, cuya finalidad habría consistido en distribuir el agua del río Algar entre los diferentes campos de cultivo situados al sur del citado río, así como hacia la villa romana de l’Albir. Quienes pisaron y ocuparon más tarde estas tierras debieron mantener gran parte del conjunto de riego romano, ya que cuando llegaron los cristianos, al parecer construyeron la canalización (o acequia) del Reg Nou siguiendo el recorrido de la antigua obra romana. De esta tan solo quedan, actualmente, los maltrechos restos de 31 pilares que sostenían el acueducto, aunque muchos de estos están casi desaparecidos. El conjunto tiene una longitud de unos 500 metros y, asimismo, atravesaba el barranco dels Arcs, cuyo nombre se cree que procede de los antiguos arcos que debió tener el acueducto entre sus pilares. Se estima que la altura máxima de estos pudo alcanzar los 20 metros en el centro del mencionado barranco.
Como es lógico, el agua dulce siempre fue un elemento básico para la vida y, en función de esta, establecían sus asentamientos las diferentes culturas pasadas. Las aguas del río Algar no solo se utilizaron para irrigar las tierras de cultivo del entorno sino que, como las de otros tantos ríos, sirvieron también para mover la maquinaria de antiguos molinos, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días, pese a haber sufrido diferentes reformas que modificaron su fisonomía original. Existen algunos restos de un molino datado hacia la época islámica —el Molí dels Moros—; otros, datados entre los siglos XVII y XVIII, se han conservado en mejor estado, como los de la Torre, de Benimussa o de l’Horta.
Desafortunadamente y, como ya se ha comentado, del acueducto romano apenas quedan algunos maltratados pilares —algunos fueron tumbados o, incluso, cambiados de sitio; otros se perforaron para instalar buzones en su interior—. Pero no por ello debe caer en el olvido, ya que constituye uno de los últimos vestigios de estas características en la provincia de Alicante y demuestra, asimismo, la continuidad en el uso de una red de riego configurada, al menos, hace unos dos mil años. Mejor suerte ha tenido el yacimiento contemporáneo, denominado hoy Museo al Aire Libre Villa Romana de l’Albir. También merece la pena visitar los molinos asociados a las aguas del río Algar —sobre todo el Molí de la Torre, ubicado en un secular camino que, según algunos historiadores, se podría corresponder con la Vía Dianium—.