Alfonso Díez prefirió celebrar la Navidad con su familia, en casa de sus hermanas Begoña y Manolita, que pasarla con los hijos de la duquesa de Alba. Carlos Fitz-James, en representación de sus hermanos como nuevo jefe de la Casa de Alba, le había propuesto compartir con ellos la cena de Nochebuena, como hubiera hecho si doña Cayetana no hubiera fallecido el pasado 20 de noviembre.  
El viudo, que agradeció tal ofrecimiento, prefirió el cariño de los suyos a una reunión donde consideraba que su presencia no tenía mucho sentido. "Alfonso está muy desubicado y descentrado y necesitaba estar con su gente, no con ajenos. Al fin y al cabo la relación con los hijos no ha sido nunca tan estrecha ni especial. Era una cuestión de educación por parte de todos ellos. Ahora habrá que esperar qué sucede con las últimas voluntades de Cayetana, en el caso de que existan", aseguran a Vanitatis amistades de Alfonso Díez que consideran que hay determinadas cuestiones a las que el viudo no debería renunciar. Entre otras cosas unos derechos que como marido le corresponden. El funcionario no está aún preparado para tomar decisiones que tengan que ver con la economía de su vida futura porque continúa muy afectado por la ausencia de la que dice ha sido "la mujer de su vida".
Alfonso paseando con Cayetana por Dueñas (Gtres)Alfonso paseando con Cayetana por Dueñas (Gtres)
Él ya ha abandonado el palacio que hasta la muerte de la duquesa era su domicilio conyugal. De hecho, lo más significativo de su marcha de Dueñas ha sido el desmantelamiento de una de las cosas que más ilusión hacía a doña Cayetana en los últimos tiempos. Se trata del gallinero que mandó construir en el palacio sevillano a principios de 2013. Amante de los animales y defensora de algunas especies en peligro de extinción, la duquesa siempre quiso tener un gallinero. Por ello, Alfonso Díez se puso manos a la obra y él mismo le concedió a su duquesa uno de sus deseos. A Cayetana le hacía gracia esa dedicación de su marido, porque en realidad si quería huevos frescos de granja se los traían desde cualquiera de sus fincas o de los campos de los amigos. Era una manera de tenerlo entretenido y, sobre todo, de agradecerle sus desvelos.
Ahora que el palacio de Dueñas se va a quedar vacío y nadie se iba a ocupar de las gallinas, Alfonso no quería dejar abandonado un proyecto que nació de su relación. Por ello, ha decidido regalar las gallinas que poseían y poner así fin al gallinero y a su etapa en el palacio de Dueñas.