Ahora sí que sí. Parece que, por fin, el clima se corresponde con el usual de la estación presente, otoño o primavera, según la latitud del globo terráqueo en la que nos encontremos.
De un día para otro nos toca desempolvar y airear el olor a naftalina de ropas y complementos adecuados a las nuevas temperaturas y condiciones atmosféricas. Y con ello el clásico “arreglar los armarios”.
Un excelente momento para recordar el principio universal, “como es arriba, es abajo” y “como es adentro, es afuera” y nos regalemos un buen rato para arreglar y ordenar nuestros “armarios mentales”.
Puestos a la labor, comprobamos fácilmente que alguna ropa ya no nos sirve: hemos cambiado de talla; no está de moda; está desgastada por el uso o, simplemente, nuestro gusto ha cambiado y ahora somos más clásicos o, todo lo contrario, fashion total. Al finalizar, lo mejor de todo: que dejamos sitio, espacio vacío, para recibir lo nuevo y estupendo.
Propongo que hagamos la misma operación con el armario de nuestra mente y revisemos bien su contenido.
Probablemente, en nuestro constante crecimiento y desarrollo personal, habrá pensamientos, ideas y creencias que en la actualidad nos limiten, nos quiten poder, sean erróneas o, sencillamente, ya no nos sirvan, siendo muy beneficioso que las detectemos a fin de sustituirlas por las nuevas creencias empoderantes, útiles y verdaderas que nos ayuden y se correspondan con la expresión de nuestro mayor potencial, talentos y capacidades, a fin de dar lo mejor que somos y hacemos, en cada momento, para beneficio nuestro beneficio y del mundo que nos rodea.
El orden, el control y la buena gestión de nuestros pensamientos y creencias inciden en nuestros estados emocionales, actitudes y comportamientos y estos serán, a la larga, los que nos atraigan todas nuestras experiencias vitales que den sentido, plenitud y felicidad a nuestras vidas.
Que magnífico momento, cuando llueve afuera, para estar con uno mismo, en el calor y confort de su estancia y con mimo y valor atrevernos a arreglar los armarios del alma.
Ardua tarea, sin duda, pero la recompensa será que después, en la calle, llevemos lo que llevemos puesto, seguro que resplandecemos.