Ava Gadner, Madonna, Brad Pitt, Harrison Ford, la Casa Real española, las fortunas más importantes de México o Venezuela pasaron por este hotel, el Alfonso XIII, el 'embajador del lujo' en la ciudad cumple 90 años, hoy un establecimiento de Luxury Collection dentro de Marriot Internacional, y que ahora cobra protagonismo con la Feria de Abril que se celebra en Sevilla. Si uno no se aloja o se toma el aperitivo en este lugar, es como si no hubiese ido a la feria.
Es el favorito de la Casa Real española y los actores de Hollywood, escenario de películas como ‘Lawrence de Arabia’ o ‘Bolero’. Un hotel destino entre cuyas paredes se garantiza privacidad y lujo a partes iguales. El Alfonso XIII, en el centro de Sevilla, fue inaugurado por el rey del mismo nombre en 1928, a las puertas de la exposición universal que puso a la ciudad en el mapa, y cumple 90 años como símbolo del lujo en la ciudad. Sus paredes guardan bajo siete llaves maravillosos secretos de aristócratas, ricos empresarios y políticos.
Sus huéspedes siguen siendo ilustres y en primavera cuelga el cartel de lleno con clientes de otros puntos de España, sobre todo Madrid y Barcelona, pero también de países como México y cada vez más americanos, ingleses, franceses, sin olvidar que cada vez es más fuerte el mercado asiático.
Su director, Carlos Suffredini, cuenta que es un hotel único por su arquitectura regionalista y singular, su proyecto se eligió por concurso y fue obra de un discípulo de Aníbal González, José Espiau y Muñoz. El edificio, de titularidad del Ayuntamiento de Sevilla, está catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC) y pasear por sus patios y rincones es como viajar a otra época o sentirse en un palacio real. 148 habitaciones ubicadas en el corazón de la ciudad que fueron reformadas en 2011.
De la condesa de Barcelona a Bo Derek
Omar Sharif, Bob Derek o Ava Gardner han pasado por aquí y una de sus clientas más queridas fue durante años doña María de las Mercedes, condesa de Barcelona, que ocupaba la Suite Real de forma habitual desde antes de Semana Santa hasta después de la feria, para disfrutar de una ciudad a la que amaba profundamente. “Ella no quería el tratamiento de condesa, solo nos permitía llamarla señora”, cuenta Cipriano Corral, el empleado más veterano, que en agosto cumplirá 44 años como camarero en el hotel.
“Era muy simpática, recuerdo que nos decía: ‘Cipriano, dele de cenar ligero a esta gente que querrá irse’, para hacernos saber que tenía ya ganas de que acabara el día y marcharan sus invitados. Ella nos llamaba con un característico silbido”, rememora. La presencia de la condesa de Barcelona en el hotel convertía a este en punto de encuentro de la familia real y era habitual en aquellos tiempos cruzarse con el conde de Barcelona, su hijo Juan Carlos o sus nietos, que se encontraban aquí de forma espontánea. “Recuerdo un día, sería 1985, que entraron dos señoras muy ligeras y pidieron mesa para dos. Mi compañero y yo comentábamos que nos sonaba mucho la cara de una de ellas y tanto; era la reina Sofía”, recuerda Cipriano entre risas.
Fue su nieta, la infanta Elena, la encargada de presidir los fastos del 90 aniversario el pasado marzo. Su inauguración, el 28 de abril de 1928, coincidió con la Feria de Sevilla y se celebró una fiesta benéfica en un patio decorado como una caseta, lleno de farolillos y guirnaldas de flores, para festejar el compromiso de la infanta Isabel Alfonsa con el conde Juan Zamoyski.
Desde entonces las fiestas privadas y públicas en el recinto han sido muchas y no todas pueden contarse. “Ante todo, confidencialidad”, insiste el director. El patio del hotel acogía espectáculos flamencos con Rocío Jurado o Lola Flores como protagonistas. Allá por 1975, la primera de las artistas entraba poderosamente por el patio repartiendo claveles mientras cantaba “un clavel, un rojo, rojo clavel” cuando se le salió un pecho del vestido. “La modista responsable del traje estaba entre el público pidiendo disculpas porque el encargo se lo habían hecho a toda prisa mientras Rocío, que era única siempre, salía del paso con mucho arte”, recuerda Cipriano sin poder contener la risa.
La propina de Matías Prats
El trabajador más veterano del hotel guarda con mucho cariño el día que atendió al presidente Adolfo Suárez, que acaba de tener una intervención quirúrgica en la boca y no podía comer pero tenía mucha hambre. “Estaba pasándolo mal y le ofrecí un consomé, unos filetes de lenguado y un flan. El agradecimiento que tuvo ese señor conmigo es inolvidable".
También recuerda de forma muy especial el día que a las cinco de la mañana sonó el teléfono y, al otro lado, un cliente pedía disculpas por la hora mientras solicitaba “un cafelito y un calentito para un anciano que se acaba de levantar”. Esa voz era inconfundible, rememora, era la de Matías Prats. “No sé cuántas veces se disculpó por la hora pero era mi trabajo. Cuando entré en la habitación me dio un billete de mil pesetas y me pidió que le devolviera 500, pero le dije que en ningún caso, que era mucho, no tenía vuelta y no hacía falta y me dijo: “Quédeselo y la próxima vez que vuelva me da usted el cambio”. Cipriano pudo contárselo a su hijo que rio con gusto: “Mi padre tenía esas cosas”. Hasta aquí, las confesables.
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El camarero con más antigüedad del Alfonso XIII guarda en casa un puro que le regaló Fidel Castro cuando se alojó en la Expo del 92, un llavero de plata que le entregó el presidente de Portugal, Mário Soares, o los menús servidos por el hotel en cenas de gala en el Alcázar de Sevilla a los reyes de Suecia o los de Nepal.
“Cuando entré aquí hace más de 40 años este era un sitio prohibido para los sevillanos. Un café costaba 8 pesetas en la cafetería más cara de Sevilla, que era la de El Corte Inglés, y aquí eran 35 pesetas. Imagínese. Ahora tomarse un aperitivo en este patio tan maravilloso que usted ve es prácticamente igual que en cualquier otro hotel o cafetería y merece la pena, ¿no le parece?”, pregunta. Cada vez el hotel vive más integrado en la ciudad.
Los tacones de la hija de Tom Cruise
Antonio Morilla, máximo responsable de los conserjes del hotel, es joven pero ha cumplido ya 23 años en el Alfonso XIII, A él le gusta explicar que ellos son “los conseguidores”, la persona más cercana al cliente que está dispuesta a atender cualquier petición por muy especial que sea. Quince días antes de que llegue el cliente se contacta con él y se le pregunta qué necesita, qué desea en su estancia, qué espera de la visita.
Él es capaz de montar cualquier visita privada a Sevilla o cualquier otro rincón de Andalucía a lugares muy especiales y fuera de los clásicos folletos de tour. Desde fletar un helicóptero porque un cliente tenía que llegar a Madrid y había huelga de AVE a alquilar dos coches de lujo con chófer para el nieto de un cliente que debía llegar a examinarse en Suiza con todos los aeropuertos cerrados por una lluvia de cenizas. “No recuerdo bien por cuánto le salió pero llegó, llegó de la feria al internado suizo en dos días”, sonríe Morilla.
Morilla consiguió zapatos de tacones y un traje de gitana porque la niña de Tom Cruise quería vestirse de flamenca. “Imagínate llamando a Lina pidiendo un traje para una niña de cuatro años y a Pilar Burgos entrando por la puerta con más de diez pares de zapatos”, ríe al recordarlo. Atendió a Madonna, Brad Pitt y Jennifer Aniston, organizó una fiesta increíble para Rainiero de Mónaco y ya en los últimos tiempos vio bailar hasta el amanecer a Shakira o a Paulina Rubio en una de las terrazas.
La más especial de las visitas recientes que recuerda es la de Harrison Ford y Calista Flockhart, que se complicó mucho porque saltó a la prensa y era difícil moverse sin una nube de 'paparazzi' alrededor. Las anécdotas de Ford son maravillosas. Con él entró en una droguería de Sevilla para comprar afeites para la barba, fue a por un par de zapatos de incógnito al centro de la ciudad, voló en avión privado, fumó puros asomado a una ventana a escondidas de su novia o contó alguna mentira piadosa para que el actor pudiera probar la cola de toro sin que su pareja abandonara el restaurante.