Posted: 09 Jul 2018 12:22 PM PDT
Un hombre caminaba por el bosque dándole vueltas a sus preocupaciones, pensando en sus muchos problemas. Agotado, se detuvo a descansar a la sombra de un árbol, pero se trataba de un árbol mágico que concedía instantáneamente todos los deseos de cualquier persona que lo tocara.
El hombre estaba sediento, así que pensó para sus adentros que le encantaría tener agua fresca. Al instante, un vaso de agua fría apareció en su mano.
Sorprendido, miró el agua y la bebió. Cuando calmó su sed, se dio cuenta de que estaba hambriento y deseó tener algo de comer. Un plato de comida apareció ante él.
“Mis deseos se vuelven realidad”, pensó el hombre con incredulidad.
“Si realmente es así, deseo tener un hermoso hogar”, dijo en voz alta.
La casa apareció en el prado que se extendía frente a él. Una gran sonrisa cruzó su rostro mientras deseaba tener sirvientes que se hicieran cargo de aquella maravillosa casa.
Cuando aparecieron, se dio cuenta de que de alguna manera había sido bendecido con un poder increíble y deseó tener una hermosa, amorosa e inteligente mujer con quien compartir su buena fortuna.
Cuando la mujer apareció ante sus ojos, el hombre le dijo: “Espera un minuto, esto es ridículo. Nunca he tenido tanta suerte en la vida. Esto no me puede pasar a mí”.
No había terminado de pronunciar esas palabras cuando todo desapareció.
Resignado, el hombre se dijo: “Lo sabía, algo tan maravilloso no me podía pasar”. Y se alejó cabizbajo pensando en sus muchos problemas.
A muchas personas, como al hombre de la historia, le suceden cosas maravillosas que luego se desvanecen como por arte de magia simplemente porque piensan que no las merecen.
Esta parábola nos invita a reflexionar sobre lo que esperamos de la vida y lo que creemos que podemos alcanzar.
Para alcanzar lo que deseas, primero debes creer que lo mereces
Solemos pensar que nuestro mundo está construido de hechos. Pero los hechos son tan solo una variable en una ecuación mucho más compleja.
Interpretamos constantemente esos hechos, y al hacerlo les conferimos un significado según nuestra concepción de la vida y la imagen que tengamos de nosotros mismos. Entonces entran en juego nuestras certezas, que en su origen fueron presunciones.
Una presunción implica dar algo por cierto a partir de determinados indicios, hasta el punto que luego se convierte en una certeza.
Cuando esa presunción se transforma en una certeza, esta terminará influyendo en nuestra manera de interpretar los hechos que nos ocurren. Al igual que el hombre de la historia, cuando tenemos la certeza de que no merecemos algo, tarde o temprano lo perderemos.
Cuando creemos que no somos lo suficientemente valiosos como para alcanzar ciertas metas, en nuestro interior se activará un mecanismo dirigido a confirmar esa presunción, convirtiéndola en una certeza.
Entonces comenzamos a sabotearnos, generalmente a nivel inconsciente.
Esto se debe a que odiamos la disonancia cognitiva. Es decir, una vez que nos hemos formado una idea sobre nosotros mismos, todo aquello que la refute o haga tambalear se convierte en una disonancia cognitiva.
En nuestro interior se activa una especie de alarma para lograr que ese “yo” se mantenga estable. El problema es que a veces ese mecanismo de autoprotección nos impide crecer y, como al hombre de la historia, nos impide alcanzar metas más ambiciosas.
Por tanto, si creemos que no nos merecemos algo, encontraremos la manera para impedirnos alcanzarlo.
Ese mecanismo puede apreciarse en una relación de pareja, cuando encontramos a una persona tan fantástica que creemos que todo es demasiado bueno como para ser cierto y terminamos saboteando la relación, quizá con los celos o la desconfianza.
También puede ocurrir en el plano laboral, cuando nos brindan una oportunidad tan buena que no damos crédito y el miedo a equivocarnos y la inseguridad terminan haciendo que perdamos esa ocasión.
Así cerramos un círculo vicioso en el que terminamos diciendo: “era demasiado bueno para mí”.
El problema es que cuando aceptamos esos cambios, también nos obligamos a cambiar la imagen que tenemos de nosotros. Y ese es un proceso complicado que no todos están dispuestos a asumir.
Muchos prefieren quedarse en su zona de confort, lamentándose de su "mala suerte", sin darse cuenta que muchas veces ellos mismos contribuyen a que los acontecimientos tomen ese giro negativo.
Sentirse no merecedor genera una resistencia al cambio positivo. Así nos condenaremos a una vida mediocre en la que solo se cumplen las profecías negativas que hemos hecho sobre nuestro futuro.
No te conviertas en tu principal límite: ¿Cómo romper este círculo vicioso?
"Ignoramos nuestra verdadera altura hasta que nos ponemos en pie", dijo la poeta Emily Dickinson.
Lo curioso es que generalmente la educación que recibimos, la sociedad y las personas más cercanas son quienes prefieren que nos mantengamos sentados. Así es más cómodo para todos.
Por eso, el primer paso para conseguir lo que sueñas consiste en deshacerte de las "certezas" que te limitan. Esas cosas que asumes como verdades inamovibles en realidad son presunciones cuyo origen probablemente se puede rastrear en tu pasado.
La sensación de no ser lo suficientemente capaz o de sentirse indigno suele provenir de experiencias durante la infancia o la adolescencia. Incluso es probable que esas "certezas" sean palabras que te repetían tus padres, maestros u otras personas significativas en tu vida.
Con sus palabras, contribuyeron a formar la imagen que tienes de ti mismo. Sin embargo, debes darte cuenta de que un “yo” estático es un “yo” que no crece.
La disonancia cognitiva no es algo negativo a lo cual se le debe temer sino que en realidad es señal de que piensas, evolucionas y cambias.
Mientras trabajas para perdonarte por esos pensamientos profundamente arraigados que te detienen y te impiden alcanzar tus sueños, descubrirás que comienzas a sentirte mejor, más ligero y aliviado.
Poco a poco te irás preparando para aprovechar al máximo las buenas oportunidades que se te presenten en la vida, en vez de sabotearlas y quedarte llorando sobre la leche derramada.
Fuente / para leer más notas: Rincón de la psicología / Osho