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En un pequeño pueblo del interior vivía hace tiempo un sacerdote que tenía
mucha fe. Pasó el verano y llegaron las lluvias. En aquella región las lluvias
solían ser muy abundantes y los habitantes ya sabían qué medidas tenían que
tomar. Empezó a llover y a llover y se inundaron las calles. Viendo el sacerdote
que el agua estaba a punto de entrar en la iglesia se puso a rezar.
- Dios mío por favor, te pido un milagro, que deje de llover.
En ese momento unos gritos interrumpieron la oración del sacerdote. Eran unos
hombres que habían llegado en un camión hasta la misma puerta de iglesia.
- Padre, venga con nosotros, póngase a salvo antes que el agua entre en la
iglesia.
- No gracias, yo tengo mucha fe en Dios y sé que él hará un milagro, enviará
un ángel y me salvará.
Y se fueron en el camión sin él. Pasó el tiempo y no sólo no dejaba de llover
sino que lo hacía con más fuerza. El agua había roto la puerta e inundaba un
metro de altura la iglesia. El sacerdote asustado se puso a rezar con más fuerza
aún.
- Dios mío por favor, te pido un milagro, que deje de llover, ¡ayúdame!
Se oyó un ruido de motor y una lancha rápida entro en la iglesia. Eran otros
habitantes del pueblo que sabían que el sacerdote estaba todavía en la iglesia.
- Padre, suba a la lancha, póngase a salvo que el agua está inundando todo.
- No gracias, yo tengo mucha fe en Dios y sé que él hará un milagro, enviará
un ángel y me salvará.
Así que dieron media vuelta y salieron por donde habían entrado. Siguió
lloviendo y lloviendo, se inundó toda la iglesia y el sacerdote tuvo que subir
al tejado para no ahogarse. Realmente estaba muy asustado así que se puso de
rodillas en medio del tejado y oró con todas las fuerzas disponibles que tenía.
- Dios mío por favor, te pido un milagro, que deje de llover, ¡sálvame!
En ese momento un estruendo por encima de tejado de la iglesia. Era el
helicóptero de la policía que venía a rescatarle.
- Padre, suba al helicóptero, el agua va a cubrir toda la iglesia, es muy
peligroso.
- No gracias, yo tengo mucha fe en Dios y sé que él hará un milagro, enviará
un ángel y me salvará.
- ¡Déjese de sermones y suba al helicóptero! no tiene otra salida.
- Que he dicho que no, que Dios hará un milagro, enviará un ángel y me
salvará.
Así que se fueron, siguió lloviendo y el sacerdote murió ahogado. Cuando
subió al cielo estaba todo enojado y pidió hablar con Dios.
- ¡Dios mío me has abandonado! Yo que siempre te he sido tan fiel y he tenido
tanta fe en ti y no has enviado un ángel a salvarme ¿por qué?
Y Dios le contestó:
- Amado hijo, no te he enviado un ángel sino tres y no has sabido verlos.
Nos pasamos la vida pidiendo milagros a Dios y luego no nos damos cuenta que
estamos rodeados de ángeles y de oportunidades. Pero como no son como nosotros
las imaginamos, las ignoramos. Abramos nuestras mentes y veamos una oportunidad
en cada circunstancia de nuestra vida. |
No es bueno obcecarse,al cura le hubiera hido mejor ser de los que "veo señales por todas partes", ya sabes de qué hablo.Besitos
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