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El hotel Alfonso XIII, el guardián de los secretos de la Casa Real y Hollywoo


Foto: Un emblemática estampa del hotel Alfonso XIII. (DR)
Un emblemática estampa del hotel Alfonso XIII. (DR)
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Ava GadnerMadonnaBrad Pitt, Harrison Ford, la Casa Real española, las fortunas más importantes de México o Venezuela pasaron por este hotel, el Alfonso XIII, el 'embajador del lujo' en la ciudad cumple 90 años, hoy un establecimiento de Luxury Collection dentro de Marriot Internacional, y que ahora cobra protagonismo con la Feria de Abril que se celebra en Sevilla. Si uno no se aloja o se toma el aperitivo en este lugar, es como si no hubiese ido a la feria.
Es el favorito de la Casa Real española y los actores de Hollywood, escenario de películas como ‘Lawrence de Arabia’ o ‘Bolero’. Un hotel destino entre cuyas paredes se garantiza privacidad y lujo a partes iguales. El Alfonso XIII, en el centro de Sevilla, fue inaugurado por el rey del mismo nombre en 1928, a las puertas de la exposición universal que puso a la ciudad en el mapa, y cumple 90 años como símbolo del lujo en la ciudad. Sus paredes guardan bajo siete llaves maravillosos secretos de aristócratas, ricos empresarios y políticos.
Alfonso XIII y doña Mercedes en una visita al hotel que lleva su nombre. (Archivo)
Alfonso XIII y doña Mercedes en una visita al hotel que lleva su nombre. (Archivo)
Sus huéspedes siguen siendo ilustres y en primavera cuelga el cartel de lleno con clientes de otros puntos de España, sobre todo Madrid y Barcelona, pero también de países como México y cada vez más americanos, ingleses, franceses, sin olvidar que cada vez es más fuerte el mercado asiático.
Su director, Carlos Suffredini, cuenta que es un hotel único por su arquitectura regionalista y singular, su proyecto se eligió por concurso y fue obra de un discípulo de Aníbal González, José Espiau y Muñoz. El edificio, de titularidad del Ayuntamiento de Sevilla, está catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC) y pasear por sus patios y rincones es como viajar a otra época o sentirse en un palacio real. 148 habitaciones ubicadas en el corazón de la ciudad que fueron reformadas en 2011.
Fachada del hotel Alfonso XIII. (DR)
Fachada del hotel Alfonso XIII. (DR)

De la condesa de Barcelona a Bo Derek

Omar SharifBob Derek o Ava Gardner han pasado por aquí y una de sus clientas más queridas fue durante años doña María de las Mercedes, condesa de Barcelona, que ocupaba la Suite Real de forma habitual desde antes de Semana Santa hasta después de la feria, para disfrutar de una ciudad a la que amaba profundamente. “Ella no quería el tratamiento de condesa, solo nos permitía llamarla señora”, cuenta Cipriano Corral, el empleado más veterano, que en agosto cumplirá 44 años como camarero en el hotel.
“Era muy simpática, recuerdo que nos decía: ‘Cipriano, dele de cenar ligero a esta gente que querrá irse’, para hacernos saber que tenía ya ganas de que acabara el día y marcharan sus invitados. Ella nos llamaba con un característico silbido”, rememora. La presencia de la condesa de Barcelona en el hotel convertía a este en punto de encuentro de la familia real y era habitual en aquellos tiempos cruzarse con el conde de Barcelona, su hijo Juan Carlos o sus nietos, que se encontraban aquí de forma espontánea. “Recuerdo un día, sería 1985, que entraron dos señoras muy ligeras y pidieron mesa para dos. Mi compañero y yo comentábamos que nos sonaba mucho la cara de una de ellas y tanto; era la reina Sofía”, recuerda Cipriano entre risas.
Los emblemáticos arcos del hotel Alfonso XIII. (DR)
Los emblemáticos arcos del hotel Alfonso XIII. (DR)

Fue su nieta, la infanta Elena, la encargada de presidir los fastos del 90 aniversario el pasado marzo. Su inauguración, el 28 de abril de 1928, coincidió con la Feria de Sevilla y se celebró una fiesta benéfica en un patio decorado como una caseta, lleno de farolillos y guirnaldas de flores, para festejar el compromiso de la infanta Isabel Alfonsa con el conde Juan Zamoyski.
Desde entonces las fiestas privadas y públicas en el recinto han sido muchas y no todas pueden contarse. “Ante todo, confidencialidad”, insiste el director. El patio del hotel acogía espectáculos flamencos con Rocío Jurado o Lola Flores como protagonistas. Allá por 1975, la primera de las artistas entraba poderosamente por el patio repartiendo claveles mientras cantaba “un clavel, un rojo, rojo clavel” cuando se le salió un pecho del vestido. “La modista responsable del traje estaba entre el público pidiendo disculpas porque el encargo se lo habían hecho a toda prisa mientras Rocío, que era única siempre, salía del paso con mucho arte”, recuerda Cipriano sin poder contener la risa.
Los Reyes eméritos en el hotel Alfonso XIII en una Feria de Abril de los años 60. (Archivo)
Los Reyes eméritos en el hotel Alfonso XIII en una Feria de Abril de los años 60. (Archivo)

La propina de Matías Prats

El trabajador más veterano del hotel guarda con mucho cariño el día que atendió al presidente Adolfo Suárez, que acaba de tener una intervención quirúrgica en la boca y no podía comer pero tenía mucha hambre. “Estaba pasándolo mal y le ofrecí un consomé, unos filetes de lenguado y un flan. El agradecimiento que tuvo ese señor conmigo es inolvidable".
También recuerda de forma muy especial el día que a las cinco de la mañana sonó el teléfono y, al otro lado, un cliente pedía disculpas por la hora mientras solicitaba “un cafelito y un calentito para un anciano que se acaba de levantar”. Esa voz era inconfundible, rememora, era la de Matías Prats. “No sé cuántas veces se disculpó por la hora pero era mi trabajo. Cuando entré en la habitación me dio un billete de mil pesetas y me pidió que le devolviera 500, pero le dije que en ningún caso, que era mucho, no tenía vuelta y no hacía falta y me dijo: “Quédeselo y la próxima vez que vuelva me da usted el cambio”. Cipriano pudo contárselo a su hijo que rio con gusto: “Mi padre tenía esas cosas”. Hasta aquí, las confesables.

El camarero con más antigüedad del Alfonso XIII guarda en casa un puro que le regaló Fidel Castro cuando se alojó en la Expo del 92, un llavero de plata que le entregó el presidente de Portugal, Mário Soares, o los menús servidos por el hotel en cenas de gala en el Alcázar de Sevilla a los reyes de Suecia o los de Nepal.
“Cuando entré aquí hace más de 40 años este era un sitio prohibido para los sevillanos. Un café costaba 8 pesetas en la cafetería más cara de Sevilla, que era la de El Corte Inglés, y aquí eran 35 pesetas. Imagínese. Ahora tomarse un aperitivo en este patio tan maravilloso que usted ve es prácticamente igual que en cualquier otro hotel o cafetería y merece la pena, ¿no le parece?”, pregunta. Cada vez el hotel vive más integrado en la ciudad.

Los tacones de la hija de Tom Cruise

Antonio Morilla, máximo responsable de los conserjes del hotel, es joven pero ha cumplido ya 23 años en el Alfonso XIII, A él le gusta explicar que ellos son “los conseguidores”, la persona más cercana al cliente que está dispuesta a atender cualquier petición por muy especial que sea. Quince días antes de que llegue el cliente se contacta con él y se le pregunta qué necesita, qué desea en su estancia, qué espera de la visita.
Él es capaz de montar cualquier visita privada a Sevilla o cualquier otro rincón de Andalucía a lugares muy especiales y fuera de los clásicos folletos de tour. Desde fletar un helicóptero porque un cliente tenía que llegar a Madrid y había huelga de AVE a alquilar dos coches de lujo con chófer para el nieto de un cliente que debía llegar a examinarse en Suiza con todos los aeropuertos cerrados por una lluvia de cenizas. “No recuerdo bien por cuánto le salió pero llegó, llegó de la feria al internado suizo en dos días”, sonríe Morilla.
Jardines del hotel Alfonso XIII. (DR)
Jardines del hotel Alfonso XIII. (DR)

Morilla consiguió zapatos de tacones y un traje de gitana porque la niña de Tom Cruise quería vestirse de flamenca. “Imagínate llamando a Lina pidiendo un traje para una niña de cuatro años y a Pilar Burgos entrando por la puerta con más de diez pares de zapatos”, ríe al recordarlo. Atendió a Madonna, Brad Pitt y Jennifer Aniston, organizó una fiesta increíble para Rainiero de Mónaco y ya en los últimos tiempos vio bailar hasta el amanecer a Shakira o a Paulina Rubio en una de las terrazas.
El actor Tom Cruise y su hija Suri en las calles de Sevilla en 2009, cuando se alojó en el Alfonso XIII. (Gtres)
El actor Tom Cruise y su hija Suri en las calles de Sevilla en 2009, cuando se alojó en el Alfonso XIII. (Gtres)
La más especial de las visitas recientes que recuerda es la de Harrison Ford y Calista Flockhart, que se complicó mucho porque saltó a la prensa y era difícil moverse sin una nube de 'paparazzi' alrededor. Las anécdotas de Ford son maravillosas. Con él entró en una droguería de Sevilla para comprar afeites para la barba, fue a por un par de zapatos de incógnito al centro de la ciudad, voló en avión privado, fumó puros asomado a una ventana a escondidas de su novia o contó alguna mentira piadosa para que el actor pudiera probar la cola de toro sin que su pareja abandonara el restaurante.

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RECETA - PAELLA DE MEJILLONES MERLUZA Y BERBERECHOS

El jardin de mis recetas ♥



Posted: 11 Apr 2018 01:00 AM PDT

A ver por donde empiezo hoy; que no se me molesten los Valencianos por este tipo de paellas. Quiero dejar claro que este es un arroz que hago yo en paellera y que en casa nos encanta, lo hago con frecuencia cambiando mariscos pescados y demás. Si algún día me paso por Valencia lo primero que haré será encargar una buena paella para poder degustarla allí, seguro que ellos le pondrán su punto y su gracia. Como digo la paella que os traigo hoy es como yo se hacerla sin más. Este arroz también se puede añadir más caldo y hacer un arroz caldoso, eso va en gustos, en casa por petición popular lo quieren seco y a mi me encanta caldoso, pero la mayoría gana siempre jeje...
INGREDIENTES:
  • 1 taza e las de desayuno bien llena de arroz
  • 1 kilo de mejillones
  • 1/2 kilo de berberechos
  • 1 buena cola de merluza
  • 1 zanahoria
  • 1 cebolla
  • 1 pimiento rojo pequeño
  • 2 hojas de laurel
  • 2 tomates o 3 cucharadas de salsa de tomate casera
  • 1 fondo de aceite de oliva
  • 1 chorrito  de vino albariño (o cualquier otro pero blanco)
  • 1 sobre de colorante o un sobre de azafrán
PREPARACIÓN:
Lava los mejillones bajo el chorro del agua fría, colócalos en una cazuela con una hoja de laurel y medio vaso de agua. Ponlos al fuego hasta que se abran, desecha los que estén cerrados, sacalos a un plato y deja que se enfríen un poco, cuela el caldo y resérvalo. Luego saca los mejillones de sus conchas y corta las barbas con una tijera si las tuvieran resérvalos. 
Pon los berberechos en agua con un puedan puñado de sal para que suelten la arenilla que puedan tener, déjalos una media hora. Luego ponlos en una cazuela a abrir con un poquito de agua. Sácalos y cuela el caldo una vez abiertos, luego sácalos de sus conchas y reserva un puñadito de conchas para decorar el arroz al final.

Haz dos filetes con la cola de la merluza y luego sácale la piel, corta los filetes en taquitos y resérvalos con un poco de sal. Con las pieles y la espina de la cola de merluza haz un caldo con 1 litro de agua y un trocito de puerro, 1 zanahoria y unas ramas de perejil. En 20 minutos está listo, cúelalo y resérvalo caliente.
Haz un sofrito con un fondo de aceite, la cebolla, la zanahoria cortada muy finita, el pimiento y el tomate rallado. Agrega el colorante o azafrán, el vino y deja rehogar un poquito, añade el arroz dale unas vueltas y agrega una tacita de caldo de los mejillones, otra tacita de caldo de los berberechos y dos de caldo de pescado, en total 4 tacitas. Deja cocer 10 minutos el arroz a fuego lento, añade los amejillones, los berberechos  y la merluza deja que se haga todo otros 10 minutos. Si quedara muy seco añade un poco más de caldo, decora con los berberechos con concha reservados. Aparta del fuego tapa la paellera y deja reposar otros diez minutos luego sirve.

Cuando realmente desees algo, evita comentarlo con los demás


Posted: 11 Apr 2018 02:04 PM PDT

Cuando tengas un deseo o un propósito en mente, sé cauto, sé prudente. Cuida con quien compartes tus anhelos, porque aunque no lo creas, abundan en exceso los apagadores de ilusiones, los que envidian tus sueños, los que se adelantan en esos mismos objetivos y, por su puesto, las personas que más tarde te juzgan en base a lo que hayas logrado.



  Algo que todos sabemos es que no siempre es fácil identificar a las personas que son dignas de confianza. Es más, lo que hacemos muchas veces es colocar en las manos, las mentes y corazones ajenos la visualización de un todo un proyecto vital.

   Ejemplo de ello serían esas veces en las que buscamos la cercanía de nuestros padres y hermanos para comentar con ellos nuestro deseo de alcanzar tal cosa, de emprender ese viaje, de arriesgar con esa relación…


“El mejor modo de saber si puedes confiar en alguien, es confiando tú en esa persona”
-Ernest Hemingway-


  Al poco, y casi sin que lo esperemos aparece la mueca de escepticismo, la mirada que ironiza y la palabra que cercena la efervescencia de nuestras ilusiones.

 “Quítate eso de la cabeza, es una tontería”, “te digo esto porque te quiero, pero lo que estás pensando está por encima de tus posibilidades, sé objetivo y abandona esa idea”….

   Esas y otras más suelen ser alguna de las frases más comunes a las que nos solemos enfrentar. Aunque también abundan, cómo no, los que no dicen nada y nos hacen creer que están con nosotros, que contamos con su ayuda, con su complicidad y su cercanía.

  Sin embargo, en el momento más inesperado aparece la pequeña traición o la inesperada decepción.


¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué en ocasiones erramos a la hora de compartir nuestros deseos y anhelos con ciertas personas?…


No es culpa tuya: el ser humano está programado para confiar en los demás


   A la mayoría nos suena la clásica situación de la persona que desea ascender en su trabajo y lo comenta con su compañero de departamento a la hora del café. Para la hora del almuerzo, toda empresa conoce ya su objetivo. 

 ¿Debía haber sido más prudente este empleado? ¿Debía haber aplicado quizá, algún filtro con el cual anticipar posibles consecuencias por su revelación?



  La respuesta es “no y sí” a la vez. 

 No en primer lugar porque según la neurobiología, todos nosotros estamos programados para confiar en nuestros semejantes. 

  Esto mismo es lo que nos explica un trabajo publicado en “The Journal Neurosciencie” y donde se pone en evidencia que la confianza es básica para nuestra vida social, porque de lo contrario, si temiéramos ser traicionados a cada instante viviríamos sometidos a un estrés casi traumático.

  Por otro lado, en ocasiones podemos pecar de cierta falta de cautela o mejor dicho, de no ser competentes a la hora de aplicar las tres reglas que definen la dinámica de la confianza o del buen confidente. A continuación, te explicamos en qué se basa.


Confiar o no confiar, esa es la cuestión

  Ante la duda, cautela

  No obstante, lo que nos sucede muchas veces es que la propia ilusión de ese proyecto y la chispeante emoción del novedoso proyecto hace que abramos demasiado nuestros filtros, hasta el punto de compartir con las personas menos acertadas la información menos adecuada.


Es aconsejable ser prudentes y aplicar estos sencillos principios:


  La fiabilidad es sin duda el primer pilar. Confía tus deseos y sueños con quien te haya demostrado en otras ocasiones que es de fiar, que no te juzga, que te acepta en todo momento por como eres.

  Conexión emocional auténtica. Esta segunda dimensión nos obliga siempre a confiar en aquellas personas con quienes tememos una intimidad emocional real y duradera, pueden ser amigos, familia, pareja…


  La última clave tiene que ver con la empatía afectiva y con la empatía cognitiva. No nos basta con que se contagie de nuestra ilusiones, de nuestros sueños y alegría contenida. Queremos también que entiendan lo que pensamos, que sean capaces de comprender nuestra perspectiva.

  Ahora bien, en ocasiones puede ocurrir que aún existiendo este “tridente” de la confiabilidad, la persona nos falle. Que nuestro amigo de toda la vida lo haga, nos traicione o que nuestra familia reaccione de forma opuesta a como esperábamos en un principio… Saber cómo actuar en estos casos nos servirá de gran ayuda.


Cuando las amistades nos decepcionan


  Las amistades también caducan, se apagan como la luz de una luciérnaga cuando es descubierta, como el primer viento frío que trae el otoño...

Cuando las personas nos fallan


   Las personas nos fallan, pero a veces también nosotros fallamos. Todos podemos llegar a trasmitir, si nos empeñamos en ello, la sensación de ser perfectos y falibles a la vez. 

 Por ello, con el tiempo vamos desarrollando cierta prudencia, cierto buen hacer basado en la discreción y en esa cercanía limitada pero acertada hacia las personas más especiales. Esas que han sabido estar en cada instante: haga viento, haya marea o días de calma.


“Confiar en todos es una torpeza pero no confiar en nadie es una ingenuidad”
-Juvenal-


  Esa sabiduría para comprender con quién debemos compartir ciertas cosas y con quién no llega con el tiempo y la implacable experiencia.

  Poco a poco, entenderemos que hay perfiles doctorados en cortar alas ajenas, habilidosos maestros en cercenar ilusiones con el fin de que nadie sea más que ellos. 

 Porque si osamos a ser más libres, más capaces y más felices, es para estas personas todo un sacrilegio.

  El tiempo nos enseñará también que es mejor ser discretos, cuidar las palabras y luchar por nuestros sueños con determinación y en silencio. 

 Hacerlo dejando a un lado tanto las aprobaciones ajenas, como las posibles críticas o comentarios que en un momento dado serían como una alambrada en el camino.

  Aprendamos por tanto a elegir bien en quien confiar, sin olvidar nunca que es la propia confianza en nosotros mismos la que nos acerca a los objetivos más altos, a los más valientes.


Misteriosa escalinata en la meseta de Giza ( Egipto) podría esconder una 4ª gran Pirámide.




fuente/Sabiens

¿Por qué nunca te alcanza el tiempo? La culpa es de la Ley de Parkinson

Rincón de la Psicología

Link to Rincón de la Psicología


Posted: 11 Apr 2018 06:19 AM PDT

¿Cuánto tiempo tardas en hacer una maleta? Todo el tiempo que tengas. Ni más ni menos. Si tienes poco tiempo la harás en pocos minutos, si tienes mucho tiempo, incluso puedes tardar una hora o más.

Muchas personas, sumergidas hasta el tuétano en la cultura de la productividad, o la hiperactividad, no encuentran placer en no tener nada que hacer, lo “divertido” e “interesante” es tener siempre mucho que hacer, de manera que el tiempo jamás sobre. 

Entonces entra en juego la “Ley de Parkinson”, que se basa en tres ideas: 

- El trabajo se extiende hasta que ocupa todo el tiempo disponible. 

- Los gastos aumentan hasta cubrir todas las ganancias. 

- El tiempo que se dedica a cada tarea cotidiana es inversamente proporcional a su importancia. 

¿Te suena familiar? 

¿Cómo surgió la Ley de Parkinson? 


Cyril Northcote Parkinson fue un historiador naval británico y observador sagaz del sistema de administración y gestión pública. Parkinson se dio cuenta de que a medida que el imperio de ultramar de Gran Bretaña declinaba y tenía menos colonias que administrar, la cantidad de personal aumentaba. Cada año se incorporaban entre un 5-7% más de empleados, aunque el trabajo burocrático objetivo disminuía. 

Era un contrasentido. Así que Parkinson se preguntó qué estaba ocurriendo. Comprendió que el trabajo se expande hasta ocupar todo el tiempo y los recursos disponibles, independientemente de las horas reales que sean necesarias y de la importancia objetiva de esas tareas. Y lo demostró con fórmulas matemáticas y datos estadísticos. 

Por supuesto, su teoría no se limita únicamente al funcionamiento de las administraciones públicas, también se aplica a nuestra vida cotidiana. Podemos llegar a ser auténticos expertos en aplicar la Ley de Parkinson en nuestro día a día.

Prolongar las tareas no solo consume tu tiempo, también tu energía 


Según la Ley de Parkinson, si te das un plazo de una semana para completar un trabajo que requiere tan solo un día, la tarea aumentará su complejidad para llenar ese espacio de tiempo. Y lo que es aún peor: esa tarea no solo se convertirá en un agujero negro por donde se escapa tu tiempo sino también tu energía. La tarea te generará estrés y ansiedad, volviéndose agotadora. 

Por supuesto, la tarea en sí no se multiplica, es nuestra manera de asumirla y gestionarla. El problema es que mientras más tiempo tengamos a nuestra disposición, más tardaremos porque más procrastinaremos. Haremos una pequeña parte hoy y dejaremos otra pequeña parte para mañana.

Cuando estamos inmersos en esa situación, no nos damos cuenta de que lo que más nos agota no es realizar las tareas, sino las tareas inconclusas, el recuerdo constante de lo que tenemos pendiente. Llevar esa agenda mental es agotador psicológicamente. 

En la base de esa trampa que nos tendemos a nosotros mismos se encuentra la creencia de que debemos “trabajar duro”. Nos han inculcado la terrible idea de que cuanto más tardemos en hacer algo, más valioso será. Obviamente, no siempre es así. Pero no nos enseñaron a “trabajar de manera inteligente y eficiente”. 

La Ley de Parkinson y la parálisis de la decisión en la vida cotidiana


- ¿Qué quieres hacer? 

- No lo sé, ¿qué quieres hacer tú? 

- ¿Y si vamos al cine? 

- Eh, ¿estaba pensando que podríamos ir a X, Y, Z…? 

- Como prefieras. 

- No, como prefieras tú. 

Y así el discurso se alarga durante una media hora, o el tiempo que tengamos a nuestra disposición para elegir el sitio. Es lo que en Psicología se conoce como “Parálisis de la Decisión” y se produce cuando tenemos tantas opciones que somos víctimas de la “fatiga decisional”. 

Un estudio muy interesante realizado en la Universidad de Columbia analizó qué ocurre cuando vamos a una tienda y nos dan a elegir entre 6 o 24 mermeladas gourmet. Los resultados fueron sorprendentes: no solo tardamos muchísimo más en elegir cuando tenemos tantas opciones, sino que nos paralizamos, literalmente. En el experimento, el 30% de los clientes terminaron comprando una de las seis mermeladas pero solo el 3% de las personas a las que les presentaron los 24 tarros de mermelada compraron alguno. Tener que decidir entre tantas cosas nos agota mentalmente, hace que la decisión sea más difícil y termina paralizándonos. 

Este fenómeno está profundamente vinculado con la Ley de Parkinson, siendo una de las causas principales por las cuales no terminamos las tareas sino que las alargamos todo lo que podamos. En el caso de la maleta, sabemos que tenemos que llenarla, pero nos resulta difícil elegir qué llevar entre tantas cosas. Eso nos lleva a procrastinar. 

Administración del Tiempo: ¿Cómo evadir la Ley de Parkinson? 


Psicólogos del American Institutes for Research, en Washington, pusieron a prueba la Ley de Parkinson. Reclutaron a un grupo de personas para analizar cómo el límite de tiempo afectaría su eficacia. 

En las primeras tres pruebas, a los participantes les dieron el doble de tiempo que necesitaban para completar una tarea, mientras que a otro grupo de personas les dieron el tiempo justo. En otro experimento, les pidieron a algunos que trabajaran rápido y a otros que “trabajaran lo más rápido posible”. 

¿Qué sucedió? 

Estos psicólogos comprobaron que cuando nos dan mucho tiempo para terminar una tarea, lo usamos todo, aunque podamos terminarla más rápido. Pero también apreciaron que el nivel de eficacia dependerá de las metas que nos propongamos. Las personas a las que les pidieron que trabajaran lo más rápido posible, terminaban antes y no cometían más errores que aquellas a quienes simplemente les pidieron que trabajaran rápido. 

- Establece metas realistas. Este experimento nos demuestra que el principal antídoto para la Ley de Parkinson consiste en establecer metas realistas. Una buena administración del tiempo pasa por ser capaces de estimar objetivamente cuál es el menor tiempo que necesitamos para realizar una tarea. Y trabajar en base a ello. 

- Prioriza las tareas más importantes. Cada día tenemos decenas de tareas por delante. Debemos aprender a detectar las tareas menos importantes de nuestra agenda ya que son las que más suelen expandirse para ocupar nuestro tiempo. Por tanto, hay que tener muy claras nuestras prioridades en la jornada, para dedicarles más tiempo. 

- Busca incentivos para terminar antes. No somos robots, por lo que establecer un límite tiempo y saber cuáles son nuestras prioridades no es una garantía al 100% de que nos salvaremos de la procrastinación. Una ayuda adicional consiste en planificar pequeños premios si terminamos antes. Eso te ayudará a mantenerte concentrado y motivado. 

- Simplemente, actúa. Para evitar la parálisis de la decisión, lo mejor es reducir las opciones. Si quieres ir a algún lugar, comienza limitando las opciones por área geográfica o nivel de tráfico, por ejemplo. Una vez que hayas elegido, simplemente ponte manos a la obra. 



Fuentes:
Bryan, J. F. & Locke, E. A. (1967) Parkinson's Law as a goal-setting phenomenonOrganizational Behavior and Human Performance; 2(3): 258-275. 
Iyengar, S. S., & Lepper (2000) When Choice is Demotivating: Can One Desire Too Much of a Good Thing? Journal of Personality and Social Psychology; 79: 995-1006.