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RECETA - Crujientes de langostino a la hierbabuena
Por MACUMANI
Entrante ideal para fiestas navideñas
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- Tipo de receta:
- Entrante
- Número de partes:
- 5 porciones
- Preparación:
- 15 min
- Cocción:
- 10 min
- Listos en:
- 25 min
- Dificultad:
- Medio
Ingredientes
Langostinos crudos
Masa filo
Hierbabuena en polvo
Ajo en polvo
Mantequilla o margarina
Guindilla
Mayonesa
Masa filo
Hierbabuena en polvo
Ajo en polvo
Mantequilla o margarina
Guindilla
Mayonesa
Preparación
PASO 1
Pelar los langostinos dejando la parte de la cola, espolvorear con hierbabuena y un poco de ajo en polvo.PASO 2
Deshacer la mantequilla junto con una guindillaPASO 3
La masa filo es muy delicadica, pincelamos una de las hojas y mientras recortamos la cantidad necesaria para envolver el langostino, el resto de hojas deben estar tapadas con un trapo humedecido porque se secan y ya no las podriamos utilizar.PASO 4
Hay que pincelar muy bien toda la hoja mientras vamos envolviendo el langostinoPASO 5
A medida que vamos preparando , introduciremos en el horno a 180º con aire durante 15-20 min, y le vamos dando la vuelta . hasta que se dorenServir acompañado de mayonesa
Personas envidiosas: El homenaje de la mediocridad al talento
Rincón de la Psicología |
Posted: 25 Nov 2017 06:46 AM PST
Había una vez un hombre al que le dieron un huerto para que pudiera alimentarse. Sin embargo, pasaban los días y el hombre no lo cultivaba. Pasaron semanas y no se preocupó por labrarlo ni abonarlo. Al cabo de algunos meses, las malas hierbas habían cubierto casi todo el campo.
Cuando se aproximó el invierno y llegó el tiempo de la cosecha, el hombre no recogió nada. Desesperado y enfadado, miró al Cielo preguntando:
- ¿Qué mal he hecho, ¡oh Dios!, para que me trates así? ¿Qué mal he hecho para me mandes esta desgracia? ¡Mira los campos de mi vecino cuán fértiles son y mira el mío cuán mustio y seco!
Esta historia, que se encuentra en el libro “Diálogos con Abul Beka”, nos muestra a la perfección la forma de actuar y razonar, a menudo bastante irracional, de las personas envidiosas.
La envidia, uno de los siete pecados capitales, es un resentimiento profundo y a menudo hostil hacia una persona que posee algo que deseamos. Es un anhelar lo que alguien tiene, pero sintiéndose inferior e incapaz de conseguirlo.
Los 5 tipos de personas envidiosas
1. El envidioso sarcástico. Aparentemente, esta persona asume todo con gran sentido del humor, pero en realidad están camuflando su envidia a través del sarcasmo, que es su arma preferida para hacer sentir mal al otro. No atacará directamente, pero estará siempre al acecho para resaltar tus debilidades o errores con una sonrisa en los labios. Es su forma de hacerte sentir inferior. Y si le preguntas qué ha querido decir, es probable que incluso se ofenda y enfade.
2. El envidioso directo. Esta persona ataca directamente, para hacerte sentir mal. Normalmente se trata de personas inseguras, con una personalidad agresiva, que se ocupan en detallar tus defectos para intentar que no puedas disfrutar de lo que has logrado. Se mantienen atentas, de manera que ante cualquier pequeña señal de éxito, te recordarán un fracaso o un error anterior. Este tipo de personas envidiosas son de mucho cuidado ya que tampoco dudarán en poner obstáculos en tu camino, para impedir que tengas más éxito.
3. El envidioso pesimista. Su objetivo es minarte la moral y echar por tierra tu motivación. Cualquier noticia positiva que le des y que pueda generarle envidia, la rebatirá recurriendo a argumentos negativos con el único objetivo de deprimirte. Por ejemplo, si le cuentas que acaban de contratarte en una empresa excelente, te dirá que seguro aprovecharán cualquier excusa para despedirte o se dedicará a enumerar diferentes razones por las que, según él, esa empresa en realidad no es tan buena.
4. El envidioso competitivo. Esta persona no te dirá nada abiertamente, pero su actitud y sus actos lo dicen todo. Está pendiente de cada pequeño detalle de tu vida, para emularte. Si compras un móvil, se apresura a comprar otro que sea mucho mejor, si cambias el sofá, se apresura a comprar otro más grande y de mejor calidad. Es el tipo de personas envidiosas que nunca están satisfechas con lo que tienen, por lo que desean continuamente lo que tienen los demás e incluso pretenden generar envidia en ti.
5. El envidioso al acecho. Esta persona tampoco te dirá nada, al menos al inicio. Se convierte en una especie de voyeur silencioso, que ve pasar tu vida con envidia. Cuando finalmente cometes un error, fracasas o algo te va mal, aprovecha ese momento de bajón para poner el dedo en la llaga. Su frase preferida es: “¡Te lo había dicho!”, la cual esconde una profunda satisfacción porque se siente superior.
La envidia no es envidiable: En la mente de la persona envidiosa
Jorge Luis Borges señalaba que en español, para decir que algo es muy bueno, se afirma que “es envidiable”. Sin embargo, la envidia es uno de los sentimientos más dañinos que existe. Causa daño a quien la experimenta y también a quien es objeto de ella ya que a menudo esa persona se ve obligada a sortear todo tipo de obstáculos que los envidiosos colocan en su camino.
La envidia es un sentimiento corrosivo que puede llegar a arruinar la vida. Carrie Fischer lo resumió magistralmente con estas palabras: “La envidia es como beber veneno y esperar que la otra persona muera”.
Ahora investigadores del Instituto Nacional de Ciencias Radiológicas de Japón comprobaron que, efectivamente, la envidia le hace mucho daño a quien la alimenta. Estos neurocientíficos pidieron a un grupo de personas que imaginaran que eran protagonistas de diferentes dramas sociales en los que tenían un estatus social muy bajo y otras personas se llevaban los méritos.
Descubrieron que la envidia activaba las mismas regiones cerebrales relacionadas con el dolor físico. Y mientras más envidia reportaban los participantes, más se activaban esas zonas.
A la vez, cuando a esas personas les pidieron que imaginaran que los demás fracasaban, en su cerebro se activaban los circuitos de la recompensa, lo cual significa que la desgracia de la persona envidiada activa los centros del placer en el envidioso. En otras palabras: disfruta con la desgracia ajena.
El problema es que a la persona envidiosa le cuesta mucho apreciar las cosas buenas de su vida, simplemente porque está demasiado ocupada preocupándose por las cosas buenas que suceden en la vida de los demás. Harold Coffin dijo: “La envidia es el arte de contar las bendiciones del otro en lugar de las propias”.
La persona envidiosa se siente inferior, por lo que en lo más profundo de sí cree que jamás podrá llegar a ser tan feliz, poderosa, capaz o lista como los demás, y por eso alimenta la envidia. De hecho, un estudio muy interesante llevado a cabo en la Universidad Carlos III de Madrid reveló que las personas optimistas o aquellas que tienen una gran autoconfianza, son menos propensas a sentir envidia ya que suelen ser más cooperativas y altruistas en sus relaciones sociales.
Sin embargo, las personas envidiosas suelen ser muy competitivas, siempre quieren obtener más que los demás, pero a diferencia de los otros, no eligen estrategias de colaboración sino que prefieren ir por su cuenta, aunque ello implique peores resultados para todos. De esta forma, alimentar la envidia es como cavar el pozo donde decidimos enterrar la felicidad. Por eso, la envidia nunca es envidiable.
¿Cómo lidiar con las personas envidiosas?
No podemos evitar que alguien nos envidie. Y en muchos casos tampoco podemos hacer nada para atenuar la envidia de los demás ya que estas personas tienen una forma muy peculiar de comprender el mundo. El sociólogo austríaco Helmut Schoeck decía: “El hombre envidioso piensa que si su vecino se rompe una pierna, solo podrá caminar mejor”.
Las personas envidiosas tienen una forma de ver el mundo tan egocéntrica y distorsionada que incluso los males ajenos, a veces les parecen “bendiciones”. Por tanto, lo más inteligente es intentar mantenernos alejados de ellas y estar atentos a las zancadillas que pueden ponernos a lo largo del camino.
Otra alternativa, consiste en resaltar sus propias fortalezas y éxitos, con la esperanza de que la persona envidiosa comprenda que todos somos diferentes y tenemos capacidades distintas. No es necesario compararse porque no tenemos que ser mejor que los demás, sino tan solo mejores que nosotros mismos. Fuentes: Casasnovas, J. et. Al. (2016) Humans display a reduced set of consistent behavioral phenotypes in dyadic games. Science Advances; 2(8): e1600451. Dvash, J. et. Al. (2010) The envious brain: the neural basis of social comparison. Hum Brain Mapp; 31(11): 1741-1750. Takahashi, H. et. Al. (2009) When Your Gain Is My Pain and Your Pain Is My Gain: Neural Correlates of Envy and Schadenfreude. Science; 323(5916): 937-939. |
RECETA - Sepia en salsa de pimientos
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Ingredientes:
-2 pimientos rojos (400 gr. limpios)
-1 cabeza ajos (50 gr. limpios)
-40 gr. aceite
-pellizco sal
-1 cta. café pimentón
-800-1.000 gr. sepia limpia en trozos
-pimienta
-pellizco cayena (Opcional)
Preparación:
1- Picar menudos los pimientos y ajos y pochar hasta que estén blandos con un poco de aceite.
2- Añadir el pimentón, sepia, pimienta y cayena y guisar a fuego bajo-medio tapado, unos 25-30 minutos, hasta que la sepia esté blanda.
Ingredientes:
-2 pimientos rojos (400 gr. limpios)
-1 cabeza ajos (50 gr. limpios)
-40 gr. aceite
-pellizco sal
-1 cta. café pimentón
-800-1.000 gr. sepia limpia en trozos
-pimienta
-pellizco cayena (Opcional)
Preparación:
1- Picar menudos los pimientos y ajos y pochar hasta que estén blandos con un poco de aceite.
2- Añadir el pimentón, sepia, pimienta y cayena y guisar a fuego bajo-medio tapado, unos 25-30 minutos, hasta que la sepia esté blanda.
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Ingredientes
Trocear las sepias
Guisar
Ya guisada la sepia
Lista
Está de escándalo y súper fácil y baja en calorías.
Quien mucho traga, al final se ahoga: Los riesgos de silenciar las emociones
Rincón de la Psicología |
Posted: 22 Nov 2017 02:00 AM PST
“Quien mucho traga al final se ahoga”, dice un antiguo refrán que probablemente habrás escuchado en alguna ocasión. Freud también nos alertaba de los peligros de silenciar los sentimientos diciendo: “Las emociones reprimidas nunca mueren. Están enterradas vivas y saldrán a la luz de la peor manera”.
De hecho, a veces la sabiduría popular encuentra un respaldo en la ciencia. En ciertos casos, reprimir nuestros sentimientos y pensamientos, por miedo a ofender a los demás o mostrarse vulnerables, puede terminar causándonos daño a nosotros mismos. Las emociones que se acumulan nos hieren en silencio, se convierten en fantasmas que dañan nuestro cuerpo y mente.
Si no expresas lo que sientes, no podrás defenderte
Si no expresas tu malestar, es probable que la persona que te está haciendo daño no sea plenamente consciente de las consecuencias que sus palabras o actitudes tienen sobre ti. Muchas veces esperamos que sean los demás quienes se den cuenta de que están traspasando los límites, que adivinen nuestros sentimientos y pensamientos.
Quienes nos rodean no son adivinos y, si bien es cierto que pueden intuir algunas cosas, a veces pueden estar demasiado ensimismados en sí mismos como para darse cuenta del impacto negativo que tienen sus palabras o comportamientos. Por tanto, nos corresponde a nosotros hacer notar que nos están causando daño. Debemos encontrar un equilibrio entre esos momentos en que es más sabio callar y aquellos en los que es necesario hablar para defender nuestras necesidades y proteger nuestro equilibrio emocional. Las emociones reprimidas se transforman en problemas psicosomáticos
Mente y cuerpo forman una unidad, por lo que no es extraño que las emociones y sentimientos reprimidos terminen expresándose a través de problemas psicosomáticos. Un estudio muy interesante realizado en la Universidad de Aalto reveló cómo impactan las diferentes emociones en nuestro cuerpo, generando reacciones diversas. La ira contenida, por ejemplo, se ha asociado con el doble de riesgo de sufrir un infarto, lo cual no es extraño ya que si nos fijamos en la figura que aparece a continuación, se puede apreciar que las manifestaciones de la ira se concentran en la parte superior del cuerpo.
También se conoce que el estrés dispara la producción de cortisol, una hormona que genera procesos inflamatorios muy dañinos para las células de nuestro organismo y que se encuentran en la base de enfermedades tan graves como el cáncer.
De hecho, un estudio clásico realizado en la Universidad de Stanford desveló que las personas con tendencia a reprimir sus emociones, catalogadas como "personalidades represoras", reaccionan con una activación fisiológica mayor ante las situaciones desafiantes que las personas que padecen ansiedad.
En sentido general, las personas con tendencia a silenciar sus sentimientos tienen un mayor riesgo de que estos salgan a la luz bajo la forma de síntomas psicosomáticos, que van desde las tensiones musculares y el dolor de cabeza hasta problemas gastrointestinales, dermatológicos o enfermedades aún más graves y complejas. La calma del represor tiende a pasarle una gran factura a la salud.
Desahogo emocional: Expresar tus sentimientos es clave para tu bienestar
Durante demasiado tiempo se consideró que era de mal gusto ventilar las emociones. De hecho, de niños nos enseñaron que no debíamos llorar ni enfadarnos. Como resultado, muchos adultos jamás han aprendido a gestionar asertivamente sus estados emocionales, simplemente los reprimen.
Neurocientíficos de la Universidad de Wisconsin han apreciado que el cerebro de quienes han desarrollado una "personalidad represora" funciona de manera relativamente diferente. En práctica, los mensajes inquietantes o perturbadores tardan mucho más en pasar de un hemisferio al otro. Sin embargo, no ocurre lo mismo con los mensajes neutros o positivos, lo cual indica que se trata de una reacción aprendida a lo largo del tiempo.
No obstante, el desahogo emocional es clave para nuestro bienestar psicológico y físico. Hablar sobre cómo nos sentimos o cómo los demás nos hacen sentir, sin miedos, nos permitirá desarrollar relaciones interpersonales más maduras y auténticas, a la vez que nos ayudará a establecer límites saludables.
¿Cómo lograrlo?
1. Sé consciente de tus emociones y su causa. Si una persona siempre ha reprimido sus emociones, es probable que le cueste profundizar en las mismas. Aún así, es fundamental que aprendas a identificar lo que sientes, que diferencies la rabia del rencor, por ejemplo, y seas capaz de detectar qué te hace sentir así. Se trata de un profundo ejercicio de autoconocimiento para el cual necesitas ampliar tu vocabulario emocional a través de esta lista de emociones y sentimientos.
2. Asume que todo tiene un límite. Los límites no son negativos, todo lo contrario, ya que permiten que las otras personas sepan hasta dónde pueden llegar. Si no pones límites en tus relaciones interpersonales es probable que los demás terminen aprovechándose de tu bondad o de tu capacidad para soportar todo sin decir nada, tensando cada vez más la cuerda. Es importante que esos límites te garanticen la satisfacción de tus necesidades.
3. Decir lo que piensas no tiene por qué dañar a los demás. Defender tus derechos no implica dañar a los demás. No tienes que convertirte en un kamikaze de la verdad, pero aguantar estoicamente las críticas malsanas y los embates de las personas tóxicas solo te hará daño. Lo ideal es que aprendas a decir lo que piensas y sientes en el respeto al otro, pero asumiendo una postura firme.
4. Busca una manera asertiva de desahogarte. No siempre puedes decirle directamente a los demás lo que sientes. Sin embargo, eso no significa que debas silenciar esas emociones. Puedes darle salida a través de técnicas como la silla vacía, en la cual imaginas que la persona con la que quieres hablar se encuentra justo delante de ti. Sin embargo, debes tener cuidado porque psicólogos de la Universidad Estatal de Iowa han comprobado que algunas maneras de ventilar las emociones pueden tener el efecto opuesto, haciendo que te sientas peor. La clave radica en encontrar la manera de practicar el desahogo emocional de manera que te permita recuperar el equilibrio perdido, escapando del control que ejercían esas emociones desde tu inconsciente.
Fuentes:
Nummenmaaa, L. et. Al. (2014) Bodily maps of emotions. PNAS; 111(2): 646-651.
Davidson, R. J. (2013) The emotional life of your brain. Nueva York: Plume.
Bushman, B. J. (2002) Does Venting Anger Feed or Extinguish the Flame? Catharsis, Rumination, Distraction, Anger, and Aggressive Responding. Personality and Social Psychology Bulletin; 28(6): 724-731.
King, A.C. et. Al. (1990) The relationship between repressive and defensive coping styles and blood pressure responses in healthy, middle-aged men and women. J Psychosom Res; 3
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Dolor emocional: El dolor que te lastima también te fortalece
Rincón de la Psicología |
Posted: 24 Nov 2017 02:00 AM PST
“El mundo nos rompe a todos, y después muchos se vuelven más fuertes en los lugares rotos”, escribió Ernest Hemingway. Por desgracia, hay personas que no se recuperan de los golpes que les da la vida, no son capaces de dejar que sus heridas cicatricen y estas terminan condicionando tanto su presente como su futuro.
El dolor emocional puede llegar a ser mucho más resistente e intenso que el dolor físico. Por desgracia, nos han educado para evitar el dolor, en vez de enseñarnos a lidiar con él y utilizarlo como trampolín para crecer. Por eso, no es extraño que cuando nos enfrentemos a situaciones que nos causan sufrimiento, pongamos en marcha estrategias que nos hacen sentir aún peor y retrasan la curación emocional.
10 formas comunes pero dañinas de afrontar el dolor emocional
El dolor emocional suele generar diferentes respuestas. Si no hemos desarrollado nuestros recursos psicológicos de afrontamiento, es probable que actuemos de manera automática, repitiendo los comportamientos que hemos aprendido de nuestros padres o las personas cercanas. En esos casos, es muy fácil caer en un bucle de negatividad en el cual no encontramos la salida.
1. Conductas de fuga. Se traduce en el intento de alejarnos por todos los medios del evento doloroso, de la situación que nos está causando ese sufrimiento. Sin embargo, dado que el dolor emocional tiene un gran componente subjetivo, no hay lugar en el mundo donde podamos huir de nosotros mismos, por lo que esta estrategia de evitación no suele ser muy eficaz.
2. Conductas de represión. Se trata de un mecanismo de defensa que activamos cuando creemos que no somos capaces de lidiar con ese dolor emocional. Consiste en intentar olvidar los sucesos, de manera que estos no provoquen sufrimiento. El problema, una vez más, es que no podemos simplemente olvidar ya que esos contenidos se quedarán activos, ya que no los hemos procesado como parte de nuestra narrativa de vida.
3. Conductas de negación. Optamos por ignorar el sufrimiento, haciendo como si no existiera. Cada vez que sentimos una punzada de dolor, nos decimos a nosotros mismos que no está ocurriendo nada, que todo va bien. Obviamente, negar la realidad no hará que esta desaparezca.
4. Conductas de proyección. En este caso, el dolor emocional es proyectado sobre los demás. Cuando ponemos en marcha este mecanismo, nos decimos a nosotros mismos que estamos bien, que son los otros quienes sufren. Creemos que al no reconocer el sufrimiento, este desaparecerá como por arte de magia.
5. Conductas regresivas. Cuando el dolor emocional es muy fuerte, a veces nos refugiamos en periodos anteriores de nuestra vida, en los que nos sentíamos mucho más cómodos y seguros. La nostalgia y la necesidad de mirar atrás para sentirnos bien suelen indicar que estamos viviendo un presente que no nos agrada. Sin embargo, para superar cualquier tipo de dolor emocional es fundamental mirar hacia adelante, no quedarnos atascados en el pasado.
6. Conductas de aislamiento. Cuanto más profunda es la herida, más privado suele ser el dolor. Hay veces que no encontramos la manera de expresar ese sufrimiento, de forma que terminamos aislándonos, viviéndolo en privado y dejando que nos consuma. El problema es que el aislamiento genera soledad, y la soledad desencadena la depresión, metiéndonos en un bucle negativo que alimenta el sufrimiento.
7. Conductas de racionalización. Si creemos que somos una persona profundamente racional a quien las emociones no pueden afectar, rechazaremos el dolor emocional y buscaremos causas racionales que nos puedan consolar. El problema es que a menudo ese proceso da lugar a la autoculpabilización, lo cual genera dificultades aún mayores en el plano emocional.
8. Conductas de desplazamiento. En este caso intentaremos buscar un culpable fuera de nosotros, a quien podamos achacarle la responsabilidad por nuestro dolor. Sin embargo, lo cierto es que la búsqueda de ese chivo expiatorio nos impide asumir nuestra cuota de responsabilidad y aprender de la experiencia. Por tanto, ese dolor habrá sido inútil.
9. Conductas de sustitución. En este caso, la estrategia que elegimos para afrontar el dolor emocional consiste en sustituir los pensamientos que nos hacen daño por otros, para evitar el sufrimiento. En un principio, no habría nada de malo en ello, el problema ocurre cuando esa sustitución de pensamientos se realiza con el objetivo de negar el hecho ocurrido o cuando utilizamos afirmaciones ingenuas como por ejemplo: “estás muy bien, no sucede absolutamente nada”.
10. Conductas repetitivas. Es una de las peores estrategias que podemos usar para afrontar el dolor emocional ya que consiste en repasar, una y otra vez, lo ocurrido. Nuestra mente se convierte en una sala de cine en la que proyectamos los hechos continuamente, intentando reconstruir hasta el más mínimo detalle, normalmente para intentar encontrar consuelo o hallar una explicación. Obviamente, esa estrategia solo añade más leña al fuego.
Los 3 pasos para superar el dolor emocional
1. El dolor no es tu amigo, pero tampoco tu enemigo
El dolor se encuentra en nuestro interior, no podemos escapar de él, si bien es cierto que en algunas circunstancias es conveniente alejarse de la fuente que lo causa. No obstante, siempre es necesario realizar un trabajo interior.
Negar el dolor no es la mejor manera de lidiar con el sufrimiento. El dolor emocional es un síntoma, la señal de que algo no anda bien y debemos “arreglarlo”. Por eso, el primer paso para superarlo consiste en aceptar su existencia y aprender a convivir con él hasta que poco a poco se vaya aliviando.
Cuando sufrimos una experiencia traumática, esas huellas dolorosas se quedan grabadas en nuestro cerebro. Neurocientíficos de la Universidad de Harvard les pidieron a personas que habían sufrido un trauma que escucharan una descripción de lo sucedido, mientras escaneaban sus cerebros. Comprobaron que cuando las personas no habían logrado pasar página, se activaban en especial la amígdala, el núcleo del miedo y la corteza visual, lo cual significaba que estaban reviviendo esos sucesos de manera particularmente intensa.
Al contrario, en las personas que habían logrado superar el trauma, se activaba el área de Broca, responsable del lenguaje. Esto significa que esas personas han convertido el suceso doloroso en una experiencia narrativa que han incorporado a su historia vital, de manera que han logrado despojarlo, al menos en parte, de su impacto emocional.
Al inicio, la idea es tomar nota del dolor, como podríamos tomar nota del resto de cosas que nos rodean, pero intentando no dramatizar aún más. Es decirse: “siento dolor, soy consciente de ello y es una respuesta normal que se irá atenuando con el paso de los días”. Por supuesto, no se trata de aceptar únicamente ese dolor sino también todos los sentimientos que acarrea consigo, desde la ira hasta la frustración.
2. Aceptación radical: Ante males extremos, remedios extremos
El psicólogo William James escribió: “La aceptación de lo que ha sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier desgracia”. Si nos quedamos rumiando lo ocurrido, jamás podremos pasar página.
Tara Brach nos propone abrazar la aceptación radical, que es “reconocer con claridad lo que estamos sintiendo en el presente, de manera que podamos lidiar con esa experiencia con compasión”. Eso significa aceptar todo lo que nos ocurre en la vida sin presentar resistencia. No significa resignarse, sino asumir que determinadas cosas han sucedido y no las podemos cambiar, en vez de realizar continuamente juicios de valor que nos sumerjan en un bucle de negatividad, como por ejemplo: “No debe ser así”, “No es justo” o “¿Por qué me ha pasado a mí?”
Cuando asumimos un hecho, por muy doloroso que sea, seremos capaces de comprender que ese suceso forma parte del pasado, y que lo que está condicionando nuestro presente son los pensamientos y emociones que nosotros estamos alimentando. Por supuesto, no es fácil, la aceptación no llega de un plumazo, es un proceso que demanda un arduo trabajo psicológico.
Sin embargo, a medida que aceptes que ese hecho forma parte del pasado, tu cerebro lo irá procesando, hasta que logre “desconectarlo” de tu presente. Cuando asumes que no puedes cambiar lo ocurrido, el cerebro dejará de buscar soluciones, lo cual significa que dejarás de rumiar y revivir la experiencia dolorosa una y otra vez en tu mente.
3. Recomponer los pedazos rotos que deja tras de sí el dolor
La adversidad ataca a todos, somos nosotros quienes debemos aprender no solamente a sobrevivir sino a salir fortalecidos de esa experiencia. Ser supervivientes que arrastran consigo ese dolor emocional puede convertirse en una auténtica pesadilla.
Existen personas que tienen una habilidad natural para recomponer esos pedazos rotos, son personas resilientes que tienen extraordinarios recursos de recuperación emocional. Otras personas deben desarrollar esas habilidades. Según el psicólogo Guy Winch, “la pérdida y el trauma pueden destrozar los pedazos de nuestras vidas, hacer estragos en nuestras relaciones y subvertir nuestra propia identidad”, pero es necesario recomponer esos pedazos.
De hecho, las experiencias traumáticas que dejan tras de sí un gran sufrimiento son precisamente tan dolorosas, entre otros motivos, porque hacen añicos nuestras creencias sobre el mundo, haciéndonos notar que no es un lugar tan seguro como pensábamos. Ese descubrimiento puede ser bastante desestabilizador porque no solo se trata de recuperarse del golpe sufrido sino que nos hace conscientes de que la vida puede depararnos golpes aún más dolorosos.
Para sanar esa herida, necesitamos tiempo y hacer un profundo trabajo introspectivo. De hecho, en muchas ocasiones no se trata de volver a colocar los pedazos rotos en su sitio, como haríamos con un jarrón que se ha quebrado, sino de encontrar nuevas formas para lograr que esos pedazos encajen. Eso significa que podrías encontrarle un nuevo sentido a tu vida, comprender cómo esa experiencia te ha hecho más fuerte o incluso animarte a emprender nuevos proyectos. Si usas el dolor como una oportunidad para crecer, en vez de verlo únicamente como una piedra molesta en tu camino, no habrá sido en vano.
Fuentes:
Biro, D. (2010) Is There Such a Thing as Psychological Pain? and Why It Matters. Cult Med Psychiatry; 34(4): 658–667.
Brach, T. (2003) Aceptación radical: Abrazando tu vida con el corazón de un Buda. Madrid: Gaia Ediciones.
Rauch, S. L. et. Al. (1996) A symptom provocation study of posttraumatic stress disorder using positron emission tomography and script-driven imagery. Arch Gen Psychiatry; 53(5): 380-387.
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10 Citas Para Alcanzar El Equilibrio En La Vida
Tener una vida equilibrada, te da tranquilidad. Tu corazón y tu mente no te empujan en ninguna dirección; sino que eres tú el que tienes control sobre las cosas. Aunque lamentablemente, es el estrés el que nos desborda y tiende a obtener lo mejor de nosotros (por lo que es fácil quedar atrapado en un estilo de vida caótico). En esos momentos es cuando recurro a estas citas inspiradoras, que me recuerdan lo que es el el equilibrio y la armonía.
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