Nadie desea encontrar obstáculos en sus proyectos, sufrir pérdidas o tener que lidiar con la adversidad. Todas estas situaciones están rodeadas de un halo negativo, sobre todo porque en nuestra sociedad nos hemos acostumbrado a polarizar las experiencias, catalogándolas como positivas y, por tanto, deseables y otras como negativas y, por ende, indeseables.
Sin embargo, la
filosofía taoísta de la vida nos enseña que lo “positivo” y lo “negativo” se conjugan en todas las situaciones y que tan malo es un exceso de negatividad como un exceso de positividad. Para lograr una vida más equilibrada, es conveniente aprender a ver lo positivo en lo negativo, comprender la enseñanza detrás del fracaso y centrarnos en cómo recuperarnos después de una caída.
Solo la adversidad te permite descubrir tu verdadera fuerza
“Los golpes de la adversidad son amargos, pero nunca son estériles”, dijo el filósofo francés Ernest Renan. Cuando tenemos que enfrentarnos a situaciones que nos sacan de nuestra zona de confort, cuando dejamos de nadar en aguas tranquilas y nos vemos obligados a enfrentar la furia de la marea, tenemos que activar nuestros recursos psicológicos para sobrevivir. En ese momento de lucha interna se puede producir un cambio psicológico, un aprendizaje que nos convierte en personas más resilientes.
De hecho, una persona que no conoce la adversidad no se conoce completamente a sí misma, no sabe cuáles son sus límites y no ha puesto a prueba su fuerza. Por eso, podemos comprender la adversidad como una especie de telescopio que, en vez de dirigir hacia afuera, debemos enfocar hacia nuestro interior. De esta manera, cuando salgamos de esa situación, no volveremos a ver la vida de la misma manera y nosotros mismos habremos cambiado, habremos enriquecido nuestra “caja de herramientas psicológicas”.
Por eso, podemos comprender la adversidad como una prueba de autoconocimiento. Una vez que la marea se calme y reflexionemos, nos daremos cuenta de que somos un poco más fuertes, un poco más maduros y un poco más sabios.
La resiliencia es como un músculo que se pone a prueba en la adversidad
La resiliencia es la capacidad para salir fortalecidos de una situación. No se trata simplemente de pasar el mal trago y seguir como siempre sino de desarrollar nuevos recursos con los que no contábamos para proyectarnos hacia el futuro y lidiar mejor con los nuevos problemas que se presentarán.
En este sentido, un estudio llevado a cabo en el Royal Mardesen Hospital de Sutton y el King’s College Hospital de Londres es particularmente esclarecedor. Estos psicólogos se preguntaron si la forma de lidiar con la enfermedad puede influir en su curso.
Identificaron las cinco reacciones más comunes ante el diagnóstico de un cáncer: fatalismo, desesperación/impotencia, preocupación ansiosa, negación y espíritu combativo. Descubrieron que, cuando las condiciones clínicas iniciales eran similares, quienes enfrentaban la enfermedad con espíritu combativo y se mostraban resilientes tenían mejor pronóstico.
No obstante, lo más interesante fue que quienes habían sufrido grandes traumas en el pasado y los habían superado con sus propias fuerzas, tenían más probabilidades de enfrentar con éxito los nuevos problemas y encontrar las herramientas necesarias para solucionarlos porque tenían más confianza en sus capacidades.
Esto nos indica que la resiliencia es como un músculo que se entrena y fortalece en la adversidad. Si ya hemos pasado por situaciones complicadas y hemos salido de ellas, cuando la adversidad vuelva a mostrar su cara, tendremos más confianza en nuestra capacidad para enfrentar el vendaval.
De hecho, otro estudio realizado en el Boston College indica que las personas resilientes son capaces de experimentar emociones positivas incluso en medio de situaciones estresantes. Así logran disminuir su nivel de activación fisiológico y reencontrar rápidamente un nuevo equilibrio.
En las personas resilientes algunos circuitos cerebrales también funcionan de manera diferente, en especial la ínsula anterior, una zona que se encarga de producir un contexto emocionalmente relevante para las situaciones que vivimos y que está vinculada con emociones básicas como el dolor, el miedo y el odio. Esto significa que en las personas resilientes la ínsula solo se activa ante estímulos que son realmente negativos, lo cual les permite “preservar” sus recursos psicológicos y evitan estresarse inútilmente.
La adversidad solo cobra sentido cuando conduce al aprendizaje y el crecimiento
“
El mundo rompe a todos, y después, algunos son fuertes en los lugares rotos”, escribió Ernest Hemingway. Sin duda, la adversidad no es sinónimo de crecimiento. No todas las personas crecen con los problemas, hay quienes se apresuran en dejarlos atrás sin haber aprendido nada. Otros asumen una actitud negativa o se convierten en
victimistas crónicos, algo que solo les traerá más problemas y desgracias.
Por eso, ante la adversidad es necesario adoptar una actitud proactiva. No podemos esperar que la vida no nos ponga desafíos y obstáculos, pero podemos prepararnos para vencerlos y crecer. Ante las situaciones difíciles, pregúntate qué puedes aprender y cómo pueden ayudarte a ser una persona más fuerte y positiva. Es probable que al inicio te resulte difícil, pero cuando llegues a aguas más tranquilas, es importante que reflexiones sobre la experiencia. Solo así ese dolor y sufrimiento tendrá algún sentido.
Fuentes:
Waugh, C. e. Et. Al. (2008) The neural correlates of trait resilience when anticipating and recovering from threat. Social Cognitive and Affective Neuroscience; 3(4): 322–332.
Tugade, M. M. & Fredrickson, B. L. (2004) Resilient individuals use positive emotion to bounce back from negative emotional experiences. Journal of Personality and Social Psychology; 86(2): 320-333.
Taylor, S. E.; Lichtman, R. R. & Wood, J. V. (1984) Attributions, beliefs about control and adjustment to breast cancer. Journal of Personality and Social Psychology; 46: 489-502.