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5 heridas emocionales de la infancia que persisten cuando somos adultos

Copiado de La Mente es Maravillosa



Los problemas vividos en la infancia
 dejan heridas emocionales que vaticinan cómo será nuestra calidad de vida cuando seamos adultos. Además, estos pueden influir significativamente en como nuestros niños de hoy actuarán mañana y en como nosotros, por otro lado, afrontaremos las adversidades.
Así, de alguna forma, a partir de estas 5 heridas emocionales o experiencias dolorosas de la infancia, conformaremos una parte de nuestra personalidad. Veamos a continuación cuáles son nuestras heridas definidas por Lisa Bourbeau….

1- El miedo al abandono

La soledad es el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Habrá una constante vigilancia hacia esta carencia, lo que ocasionará que quien la haya padecido abandone a sus parejas y a sus proyectos de forma temprana, por temor a ser ella la abandonada. Sería algo así como “te dejo antes de que tú me dejes a mí”, “nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto”, “si te vas, no vuelvas…”.
Las personas que han tenido las heridas emocionales del abandono en la infancia, tendrán que trabajar su miedo a la soledad, su temor a ser rechazadas y las barreras invisibles al contacto físico.
Niña en la oscuridad
La herida causada por el abandono no es fácil de curar. Así, tú mismo serás consciente de que ha comenzado a cicatrizar cuando el temor a los momentos de soledad desaparezca y en ellos empiece a fluir un diálogo interior positivo y esperanzador.

2- El miedo al rechazo

El miedo al rechazo es una de las heridas emocionales más profundas, pues implica el rechazo de nuestro interior. Con interior nos referimos a nuestras vivencias, a nuestros pensamientos y a nuestros sentimientos.
En su aparición pueden influir múltiples factores, tales como el rechazo de los progenitores, de la familia o de los iguales. Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo.
La persona que padece de miedo al rechazo no se siente merecedora de afecto ni de comprensión y se aísla en su vacío interior. Es probable que, si hemos sufrido esto en nuestra infancia, seamos personas huidizas. Por lo que debemos de trabajar nuestros temores, nuestros miedos internos y esas situaciones que nos generan pánico.
Si es tu caso, ocúpate de tu lugar, de arriesgar y de tomar decisiones por ti mismo. Cada vez te molestará menos que la gente se aleje y no te tomarás como algo personal que se olviden de ti en algún momento.

3- La humillación

Esta herida se genera cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican.Podemos generar estos problemas en nuestros niños diciéndoles que son torpes, malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás; esto destruye la autoestima infantil.
Las heridas emocionales de la humillación generan con frecuencia una personalidad dependiente. Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.
Haber sufrido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad, la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras prioridades.
Padre enfadado con su hijo

4- La traición o el miedo a confiar

Surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus padres principalmente, no cumpliendo sus promesas. Esto genera una desconfianza que se puede transformar en envidia y otros sentimientos negativos, por no sentirse merecedor de lo prometido y de lo que otros tienen.
Haber padecido una traición en la infancia construye personas controladoras y que quieren tenerlo todo atado y reatado. Si has padecido estos problemas en la infancia, es probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre los demás, lo que frecuentemente se justifica con un carácter fuerte.
Estas personas suelen confirmar sus errores por su forma de actuar. Sanar las heridas emocionales de la traición requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades.

5- La injusticia

La injusticia como herida emocional se origina en un entorno en el que los cuidadores principales son fríos y autoritarios. En la infancia, una exigencia en demasía y que sobrepase los límites generará sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.
Las consecuencias directas de la injusticia en la conducta de quien lo padece será la rigidez, pues estas personas intentan ser muy importantes y adquirir un gran poder. Además, es probable se haya creado un fanatismo por el orden y el perfeccionismo, así como la incapacidad para tomar decisiones con seguridad.
Requiere trabajar la desconfianza y la rigidez mental, generando la mayor flexibilidad posible y permitiéndose confiar en los demás.
Ahora que ya conocemos las cinco heridas del alma que pueden afectar a nuestro bienestar, a nuestra salud y a nuestra capacidad para desarrollarnos como personas, podemos comenzar a sanarlas.

El lucrativo negocio de la esclavitud


Nazaret Castro / Laura Villadiego | La Marea | 15 febrero 2016
Durante seis años, Samat Senasuk sacó con sus manos desnudas toneladas de peces atrapados en unas redes que erosionaron poco a poco sus dedos. Las jornadas de hasta 18 horas al día no daban respiro a sus huesos y, al final, dos de sus dedos cedieron ante las afiladas redes y se quebraron. Recibió una paliza por su torpeza y tuvo que seguir trabajando. En alta mar, entre Tailandia e Indonesia, era imposible abandonar su cárcel.
Samat nunca eligió subirse a ese barco, que alimentaba la rica industria pesquera tailandesa, una de las principales proveedoras de Europa. Todo empezó con una promesa de un trabajo con un sustancioso salario como guardia de seguridad en un edificio de Bangkok, la capital de Tailandia. El prometido inmueble acabó siendo un gigante flotante, del que Samat casi nunca podía salir. El sueldo terminó reducido a apenas 80 euros mensuales (una tercera parte del salario mínimo en Tailandia) y era a menudo retenido por su patrón para evitar que se escapara. Al final, Samat consiguió ahorrar algo de dinero para sobornar al guardia de un puerto en Indonesia en el que el barco había atracado y pudo escapar.
El caso de Samat no es único. Unas 800.000 personas son traficadas cada año a través de fronteras internacionales para acabar explotadas en contra de su voluntad y 21 millones de personas viven en condiciones análogas a la esclavitud, según datos de Naciones Unidas. Las alarmantes cifras han hecho de este tipo de explotación una de las principales batallas de la comunidad internacional durante los últimos años y los fondos destinados a combatirla han aumentado. Según la ONG Walk Free, los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) gastan cada año 120 millones de dólares (100 millones de euros) en luchar contra la trata, una cifra que no incluye los fondos destinados por iniciativas privadas o por las organizaciones internacionales. Y sin embargo, Naciones Unidas dice que el tráfico de personas es uno de los negocios ilícitos que más rápido crece. Hoy es el segundo crimen internacional que más ingresos genera, sólo por detrás del tráfico de drogas, con unos 3o.000 millones de euros anuales. “La trata es una situación de esclavitud, y forma un triángulo entre el origen, el tránsito y el destino. Está absolutamente relacionada con el crimen organizado, muy de la mano del narcotráfico”, explica en la revista Pueblos la feminista boliviana María Ximena Machicao Barbery, que ha investigado la trata en cinco países suramericanos.
A pesar de este rápido crecimiento, sólo unas 25.000 personas son identificadas y ayudadas cada año por gobiernos y organizaciones internacionales, según datos de la Organización de Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen (UNODC en sus siglas en inglés). “No es siquiera un 1% de las víctimas que hay ahí fuera. Tenemos que cambiar la manera en la que hacemos lo que hacemos para que sea más eficiente y efectiva, porque no estamos reduciendo [la esclavitud]”, dice Matthew Friedman, director ejecutivo del Mekong Club, una organización empresarial de Asia que se propone combatir la esclavitud.

Una realidad poco conocida

“Vas a ganar en dólares y no vas a gastar en nada, ni en comida”, le dijo su tío a Delia. Así la convenció para lanzarse a la aventura de la emigración en 2005, y convertirse en una de miles de bolivianas y bolivianos que trabajan en talleres textiles en Buenos Aires y su área metropolitana. Ocurrió que, una vez en Argentina, las condiciones en el taller de sus tíos no eran exactamente las que le habían prometido: la jornada, que iba a ser de lunes a viernes de 7 a 22 horas, y sábados de 7 al mediodía, sólo se cumplió el primer mes. Terminó trabajando hasta medianoche; cuando terminaba de tejer, debía limpiar el cuarto de trabajo y planchar las prendas para dejarlas listas para llevarlas a la feria; no descansaba ni los domingos. Tampoco se cumplieron sus expectativas económicas. Había acordado con sus tíos que cobraría cuando regresase a Bolivia. Mientras tanto, mandarían dinero a su familia, pero nunca le mostraron el resguardo del giro. Su tía, que manejaba el taller, no dejaba de gritar y maltratar a Delia y sus compañeras. Les acusó de robo. Le impidió ir al médico cuando, por la picadura de algún insecto, se le infectó la pierna. Pronto, Delia comenzó a pensar en huir. Una vez se escapó. Pero, cuando se vio sola en la ciudad, sin conocer a nadie, sin documentos –se los habían retirado sus tíos– y sin dinero, no le quedó otra opción que volver. Y esperar.
Como Delia y Samat, los millones de esclavos que hay en el mundo viven en el anonimato, a menudo como inmigrantes ilegales que no pueden pedir ayuda. La clandestinidad hace más complicado saber contra qué se está luchando. “No hemos pasado tiempo suficiente recogiendo datos para saber qué hace falta hacer exactamente y la ineficiencia viene de que no tenemos suficiente información sobre cuál es el problema”, dice Friedman. “La trata de personas es un crimen muy complejo porque implica cruzar fronteras y se hace de forma clandestina”, añade Saisuree Chutikul, experta en trata en Tailandia, uno de los centros de este negocio en Asia.
Cada lugar, tiene además sus particularidades, como se ve claramente en América Latina. Así, en Bolivia, por ejemplo, la ciudad de El Alto se ha convertido en un lugar de captación de jóvenes de bajos recursos que buscan una vida mejor en Argentina o Europa. En Paraguay, el objetivo son las mujeres indígenas guaraníes en la vulnerable Triple Frontera. En Brasil, ciudades turísticas del Nordeste como Salvador de Bahia, Natal y Fortaleza se han transformado en núcleos del turismo sexual. Los casos de Colombia y Perú evidencian la relación entre la llegada de proyectos extractivos transnacionales, como la megaminería o la explotación de hidrocarburos, y el aumento de la prostitución en la región.
Luchar contra la trata de personas está de moda y hasta la famosa cadena de vídeos musicales MTV tiene un programa destinado a ello. Muchos gobiernos, especialmente los occidentales, destinan millones de euros cada año a luchar sobre todo contra las redes de prostitución. Sin embargo, la ONU ha apuntado a que la trata, especialmente en Asia, está cada vez más orientada a llenar fábricas y plantaciones que proveen a los supermercados europeos o estadounidenses, y no tanto a llenar los burdeles de medio mundo, si bien el tráfico con fines de explotación sexual sigue siendo mayoritario. El periodista brasileño Leonardo Sakamoto, fundador de la ONG Repórter Brasil, centrada en la denuncia de la explotación, pone el dedo en la llaga: “El trabajo esclavo no es una enfermedad, sino el síntoma del sistema. Estas nuevas formas de esclavitud no son un resquicio de prácticas arcaicas que sobrevivieron a la introducción del capitalismo, sino un instrumento del sistema para favorecer la acumulación del capital en su interminable proceso de expansión”, sostiene.
En los centros calientes de la trata de personas, la complicidad de los Estados es la norma antes que la excepción: desde la policía a la justicia y la política, como evidencia el caso de Susana Trimarco en Argentina. Trimarco se arremangó después de que, hace una década, su hija, Marita Verón, fuese secuestrada por una red mafiosa en la provincia de Tucumán. Ante la negativa de las autoridades a hacer nada al respecto, comenzó a recorrer un prostíbulo tras otro, hasta demostrar que Argentina se ha convertido en uno de los países del mundo con más presencia de la trata de mujeres con fines de explotación sexual. Algunas mujeres terminaban en los prostíbulos nacionales y otras fueron enviadas a países europeos, como España, que tiene el triste honor de figurar entre los primeros puestos del ranking mundial de este negocio tan lucrativo como deshumanizado.
El caso Marita Verón se tornó mediático y tuvo mucho que ver en la presión social que llevó a la aprobación en 2008 de la primera ley argentina destinada a proteger a las víctimas de trata y sancionar a sus victimarios. El problema que denuncia el activismo de base es que muchas de estas personas vuelven a las mismas redes, o a otras formas de explotación sexual, porque el Estado no les ofrece alternativas. “Tenemos que considerar el coste de no hacer ninguna reintegración [de las víctimas]. Si no les ofrecemos un apoyo amplio e individualizado, es posible que no se recuperen de [la experiencia de] la trata y que no se puedan reintegrar. Existe también el riesgo de ser explotado o traficado de nuevo”, dice Rebecca Surtees, investigadora del Instituto Nexus y consejera del Programa de Reintegración de Víctimas de Trata en los Balcanes. Es el caso de Samat. De vuelta en Tailandia, no ha sido siquiera considerado como víctima de trata por las autoridades del país porque, aseguran, se enroló en el barco de forma voluntaria. Hoy, sin trabajo, tiene una deuda de más de 200 euros con el Estado por el billete de barco que lo devolvió a Tailandia desde Indonesia. Es un candidato perfecto para terminar de nuevo en las garras de las redes de trata.
Algo parecido ocurre en España, donde las mujeres víctimas de redes de prostitución que consiguen escapar de los burdeles donde están aprisionadas, a menudo terminan cayendo en otras redes por falta de alternativas de supervivencia. Esa realidad llevó a la creación de la de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (Apramp), orientada a la asistencia integral a las víctimas de trata, desde una perspectiva de género y los derechos humanos. “No trabajamos para las mujeres, sino que trabajamos con las mujeres, que participan en los talleres que diseñamos y nos indican qué medidas son las más efectivas”, aseguran desde la asociación, que tiene en la madrileña calle Ballesta, número 9, una tienda donde se pueden adquirir productos elaborados artesanalmente por estas mujeres.
Los retos son enormes y la trata sigue siendo un negocio lucrativo y en alza, si bien ha habido algunos avances en los últimos años en la lucha contra esta lacra. En 2003 entró en vigor el Protocolo sobre Trata de Personas que pone las bases de un marco jurídico internacional para penar este crimen. Según la ONU, 2.000 millones de personas aún viven en países que no aseguran una protección jurídica a las víctimas de trata, especialmente en África subsahariana, en Asia y en Sudamérica. Pero el número de países que se suma al tratado crece rápidamente. Los avances se deben, en gran medida, a la presión de la sociedad civil, asociaciones como Apramp en España, Repórter Brasil o la Fundación Alameda en Argentina ponen rostros y números a este oscuro negocio que es comerciar con seres humanos.

El peligroso encanto de los amores clandestinos


Copiado del blog La Mente es Maravillosa
pareja acostada

El amor crece y se enciende con mayor fuerza cuando lo acompaña una dosis, grande o pequeña, de imposibilidad. Nunca son tan ardientes las pasiones como cuando están atravesadas por alguna prohibición. Y si hay que guardar el secreto, mucho mejor. Hay un peligroso encanto en los amores clandestinos…
Pero así como el insecto que revolotea en torno de la llama a veces termina quemándose, tambiénlos amores prohibidos pueden terminar mal. A veces les sigue un romántico adiós simplemente, pero en la mayoría de las ocasiones dejan a alguno de los involucrados con grandes heridas que tardan mucho tiempo en sanar.
“Y para los amantes su amor desesperado podrá ser un delito… pero nunca un pecado.”
-José Ángel Buesa-

Los amores clandestinos

Si un amor debe permanecer en secreto, en general, es porque detrás de ello hay una razón muy poderosa. La mayoría de las veces, por no decir que siempre, lo que hay detrás es un tercero con el que existe un compromiso amoroso. Usualmente los amores clandestinos son amores en donde hay al menos tres involucrados. A veces cuatro. A veces más.
pareja acostada en el suelo
Un compromiso previo no es la única razón para que los amores se vuelvan clandestinos. En ocasiones lo que media es alguna conveniencia, como ocurre con la gente famosa que debe mantener ocultas sus relaciones para no perder seguidores. A veces hay otro tipo de presiones, familiares, laborales o sociales, que exigen el secreto en la relación.
Este tipo de amores, en todo caso, son clandestinos porque están prohibidos de alguna manera. Y es justamente ese elemento de prohibición el que le añade una sazón especial a esos afectos. La relación no puede desarrollarse de una manera “normal”. Es necesario inaugurar una especie de “vida paralela” para lograr mantener ese amor.

El encanto de lo prohibido

Toda prohibición es al mismo tiempo una invitación. Esto es así porque en la mente humana la proscripción activa el deseo. ¿No sientes más interés por una película, si te dicen que ha sido censurada en varios países? ¿No observas con mayor interés esa puerta que dice “Prohibido el paso”? ¿No anhelas ser uno de los que sí pueden pasar?
mujer con vestido de espalda descubierta soñando con los amores clandestinos
Lo prohibido ejerce un encanto natural porque deja ver, en primer plano, algo de lo que uno carece. Así, precisamente es de esa falta (que se vuelve evidente con la prohibición) de donde nace el deseo. Por eso, prohibición y deseo son la cara y el sello de la misma moneda.
Cuando se trata de amor, las cosas se ponen más efervescentes aún. La prohibición se convierte en combustible para la llama, aunque esta sea muy tímida en un comienzo. Los obstáculos se transforman en estímulos y los riesgos terminan siendo vistos como desafíos apetecibles. El mismo peligro de la relación enamora. Pero, ojo, puede que de tanto jugar con el fuego terminemos consumiéndonos en él.

El peligro de los amores clandestinos

El primer peligro que enfrenta un amor clandestino es, obviamente, que sea descubierto. Se supone que si está oculto es porque las consecuencias de revelarlo pueden llegar a ser muy graves. Nada hay oculto entre el cielo y la tierra y son muy pocos los casos en los que la verdad permanece en secreto por mucho tiempo.
mujer tocando el brazo de un hombre mientras conduce
Claro que muchos amantes viven también con cierta emoción esas revelaciones. Traicionan elcompromiso que tienen con su pareja, pero a la vez desean inconscientemente “ser pillados” en acción. Forma parte de un juego enrevesado de probar el límite de la pareja oficial o de menospreciarla para ajustar esas cuentas que toda relación tiene pendientes en mayor o menor grado.
El segundo gran peligro es que se juegue, literalmente, con los sentimientos propios y ajenos. En el encanto del riesgo puede estar la verdadera y única causa de la relación. No es el amor lo que une, sino la intención de retar lo prohibido. Lo malo es que en ese “juego”, casi siempre, todos los involucrados salen lastimados en alguna medida.
mujer acariciando rostro de un hombre
Finalmente, el peligro de los amores clandestinos está en que, a la hora de la hora, ni nos permiten crecer, ni hacen más provechosa nuestra vida. Terminan siendo capítulos en los que nos comportamos como niños que no quieren obedecer. Pero cuando se saca la cuenta en claro, lo que queda es simplemente haber saboreado el encanto de lo prohibido… Y mucho tiempo perdido en ese relativo placer.

RECETA - MANZANAS CON CARAMELO



Ingredientes

 
  • 15 manzanas rojas o verdes
  • 4 tazas de azúcar
  • 1 cucharadita de vinagre blanco
  • 1 taza de agua
  • 1 cucharadita de colorante rojo
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MANZANAS ACARAMELADAS
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Preparación

Engrasa ligeramente una charola para hornear. Lava y seca las manzanas e inserta palitos gruesos de madera en cada una de ellas.
Coloca el azúcar, vinagre y agua en una cacerola pequeña a fuego moderado. Deja que suelte el hervor y agrega el colorante artificial. Mezcla y cocina a fuego bajo hasta que el jarabe alcance una temperatura de 150 °C, o hasta que al poner unas gotas del mismo en un vaso con fría el jarabe forme una bola dura.
Retira la cacerola del fuego y colócala dentro de un molde con agua fría hasta que el jarabe deje de hervir. Luego toma una manzana por el palillo y sumérgela dentro del jarabe hasta cubrirla completamente. Escurre el exceso de jarabe en la manzana y coloca sobre la charola engrasada. Deja reposar hasta que el jarabe se haya endurecido.
Repite el procedimiento con el resto de las manzanas y el jarabe.

LA FELICIDAD


LAS MEJORES 30 MELODIAS ROMANTICAS EN PIANO INSTRUMENTAL,

TO@S DEBEMOS CELEBRAR ESTE DÍA DEL AMOR, PORQUE ES PARTE DEL SER HUMANO, INDEPENDIENTEMENTE DE SI TIENES PAREJA O NO. A CASO NO PUEDES ESTAR ENAMORAD@ DE LA VIDA.

POR ELLO FELIZ DÍA 14 A TOD@S