“En la vida hay que ser humilde”. ¿Cuántas veces hemos oído esta frase?
Lo que trata de explicar es que no debemos olvidar de dónde venimos ni lo que cuestan las cosas; también indica que conviene tener en cuenta a los demás y poner los pies en la tierra para no fantasear con delirios de grandeza.
Ser humilde implica conocer, reconocer y aceptar nuestras debilidades, limitaciones y defectos, que van de la mano de nuestras capacidades, aspiraciones, retos, propósitos e intenciones. En definitiva, tener un conocimiento realista y no sesgado de los que somos. Conocernos de tal manera que no exageremos lo que no tenemos.
El valor de la humildad
“Humildad” es un término que proviene del latín humilitas, y éste, a su vez, de la raíz humus, relacionado con las partes “bajas” de la tierra, lo que favorece la fertilidad.
En la madre naturaleza, el humus…
1.- Da consistencia a los suelos. La humildad es la base para construirnos como personas y evolucionar sobre pilares fuertes.
2.- Hace más sencillo labrar la tierra, porque mejora las propiedades físicas del suelo. Nos permite conectar con nuestro yo y con nuestra esencia y así evaluar nuestro margen de maniobra y poder mejorar.
3.- Desintoxica los suelos. La humildad nos aleja del egocentrismo humano, evitando que el mundo gire en torno a uno mismo.
4.- Evita la formación de costras y la compactación. Nosotros también podemos evitar reacciones a la defensiva y críticas destructivas e injustificadas que dificultan las relaciones personales y la consecución de nuestros objetivos.
5.- Ayuda a la retención y al drenado del agua. Educándonos en este valor podemos valorar y compartir los logros fruto del trabajo y el esfuerzo, valorando los apoyos y promoviendo la ayuda mutua.
6.- Incrementa la porosidad del suelo. Debemos trabajar para ser flexibles y receptivos a nuevas ideas, propuestas y colaboraciones, y a compartir y valorar el trabajo ajeno.
7.- Facilita la toma de nutrientes.Siendo personas humildes podemos relacionar, disfrutar y compartir las inteligencias de las personas que nos rodean, ayudándonos a crecer como personas y profesionales.
8.- Ayuda a conservar las hojas verdes. Las personas humildes conservan cosas buenas y se rodean de gente que disfruta de su compañía porque llenan de sencillez sus vidas.
9.- Estimula las cosechas. La humildad promueve nuevos logros reconocidos, valorados y disfrutados sanamente por uno mismo y los demás.
10.- Controla la salud y el metabolismo de la planta. Siendo humildes estamos en equilibrio con nosotros y con lo que nos rodea.
Con todo esto podemos hacer un símil: el humus es al árbol lo que la humildad a la persona. Sin olvidar que antes de las hojas, flores o frutos que se ven, somos semillas y raíces.
No se trata de aceptar las debilidades y limitaciones y estancarse. Tampoco se trata de obviarlas y actuar como si no existieran. Ser humilde es entender que vivimos en continuo proceso y cambio y que siempre se aprende de todo y de todos. Que, conociéndonos, somos capaces de trabajar esos límites y debilidades y avanzar.
Creer que lo sabes todo te cierra las puertas a tu evolución personal y profesional y te distancia de las personas.
La humildad nos permite silenciar nuestras virtudes, permitiendo que los demás descubran las suyas.
Clay Newman
¿Cómo reconocer a una persona poco humilde?
1.- Aquellos que carecen de humildad suelen creer que saben todo de todo y escuchan poco y hablan mucho, convirtiendo las supuestas conversaciones en monólogos. Les encanta escucharse.
2.- Confunden la humildad con ser blando y piensan que los demás se aprovecharán de ellos, por lo que están a la defensiva.
3.- Se cierran a su propio proceso evolutivo y, con ello, al cambio, porque consideran que viven en el top de su vida personal y profesional.
4.- Su empatía es pobre y no miden las consecuencias de sus palabras en los demás. Dañan la autoestima de otros, unas veces con intención y otras sin ella, dificultando la conexión con las personas.
5.- Se creen autosuficientes y les cuesta trabajar en equipo. No ven en los demás la suma, sino que molestan o entorpecen su camino.
6.- Suelen moverse por el interés, siempre pensando en los beneficios que les pueden aportar los demás en sus objetivos.
7.- Son poco agradecidas a las aportaciones o ayudas y la restan importancia de esa aportación a sus logros. Así que se atribuyen los éxitos que son trabajados en equipo directa o indirectamente. Interpretan que dar las gracias es ser menos.
8.- Magnifican, por otro lado, sus aportaciones, y guardan constantemente en la recámara la frase “si no fuera por mí…”.
9.- Tapan sus errores, los justifican o hacen responsables a los demás; la cuestión es echar balones fuera. Viven a la defensiva y preparan sus futuros discursos e historias de forma que favorezcan su interés.
Entonar el mea culpa es algo que sólo harán en una situación extrema o por interés. En ocasiones actúan como si nada hubiera pasado, pensando que el tiempo todo lo cura. Pedir perdón y perdonar es tabú para ellos.
10.- Les cuesta reconocer la valía de los demás e incluso se permiten perjudicarles con tal de mantenerse en su supuesto mundo perfecto. Parecen un yoyó, siempre con su “yo… yo… yo…” al inicio de sus frases.
11.- Ante las correcciones o sugerencias, se ponen a la defensiva o hacen oídos sordos.
12.- No piden opinión para nada porque creen no necesitarla.
13.- Son egocéntricos: creen que todo gira a su alrededor. No tienen en cuenta las circunstancias de los demás, así que su presencia suele incomodar.
14.- Suelen ser orgullosos, prepotentes, vanidosos, inflexibles; discuten, imponen su opinión y necesitan que les den la razón.
Beneficios de la humildad
La humildad te da libertad, tranquilidad; siendo humilde te liberas de la costumbre actual de ser comparado; te permite cuestionar lo que hasta ahora te tomabas al pie de la letra; te otorga capacidad de escucha sin estar a la defensiva; te permite ser mejor persona y dormir tranquilo.
En definitiva, la humildad te permite VIVIR (con mayúsculas) en tu entrono personal, social, laboral y deportivo.
No decimos que no trabajes tus éxitos y tus objetivos y que no te esfuerces para superar tus límites y los compartas por el orgullo personal que te suponen, incluso que los celebres. Pero hazlo siempre con humildad. La humildad es ese freno que permitirá que no descarriles en tu viaje.
No olvides educar en el perdón y la gratitud con el ejemplo, porque son los pilares de la humildad. Reconoce y valora si te piden perdón o te dan las gracias, porque animas a que lo hagan de nuevo.
Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto.
Antonio Porchia