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UN MOLINO DE ACEITE SIGLO XVII TODO BELLEZA

LA FORMA DE VER TUS PROBLEMAS




No podemos cambiar lo que nos sucede, pero si podemos cambiar la forma como lo vivimos. Esto puede sonar muy simple, pero es la base de la felicidad y la satisfacción en la vida.
Siempre tendremos problemas en la vida. Siempre habrán situaciones molestas, incómodas y adversidades de diferentes magnitudes, eso es parte de la vida. Esperar una vida sin problemas es una fantasía.
El tema no es tanto cómo hacer para no tener problemas en la vida, sino aprender a tener la actitud más adecuada frente a ellos. Si aprendemos a enfrentar los problemas con una buena actitud, tenemos resuelto el 80% del problema.
Nuestra sociedad y nuestra cultura nos enseña a enfocarnos en los problemas y hacerlos más grandes de lo que realmente son. Tendemos a exagerarlos y a sufrirlos como si realmente tuvieran una gran trascendencia en nuestras vidas. Por supuesto que si hay problemas muy serios y que nos impactan, pero son pocas las veces en la vida que nos tenemos que enfrentar a ellos.
Los problemas cotidianos, con los que tenemos que lidiar día con día, son los que tendemos a magnificar. Ponemos toda nuestra atención en ellos y nos parece que nuestra vida está totalmente determinada por ese problema en particular. Nos olvidamos que es solamente una parte de nuestra vida la que se está viendo afectada. Nos olvidamos de todo lo que está funcionando bien en nuestras vidas cuando centramos toda nuestra atención en un problema.

Cuando tengas un problema, hazte las siguientes preguntas:


  • ¿Es tan malo realmente?
  • ¿Qué tanto afecta mi vida presente?
  • ¿Qué tanto va a afectar mi vida en una semana, en un mes, en un año, en 5 años y en 10 años?
  • ¿Este problema invade toda mi vida, o sólo afecta una pequeña parte?
  • ¿Qué cosas están bien en mi vida a pesar de tener este problema?
  • ¿La cantidad de energía que estoy enfocando en este problema realmente vale la pena?
  • ¿Por cuánto tiempo me va a afectar realmente este problema?

CREA TU PROPIA VIDA Español Louise Hay, Wayne Dyer.wmv

UNA VIDA PLENA: MANIFIESTO HOLSTEE

Una vida plena: Manifiesto Holstee

      Esta es tu vida. Haz lo que amas, y hazlo frecuentemente.
Si no te gusta algo, cámbialo. Si no te gusta tu trabajo, renuncia.
Si no tienes suficiente tiempo, deja de ver la televisión.
Si estás buscando el amor de tu vida, detente: te estará esperando cuando empieces a hacer las cosas que amas.
Deja de analizar demasiado, todas las emociones son hermosas. La vida es simple.
Cuando comas, aprecia cada último bocado.
Abre tu mente, brazos y corazón a nuevas cosas y gente, estamos unidos en nuestras diferencias.
Pregúntale a la próxima persona que veas cuál es su pasión, y comparte tu sueño inspirador con ella.
Viaja frecuentemente. Perdiéndote te encontrarás a ti mismo.
Algunas oportunidades solo llegan una vez, aprovéchalas. La vida es acerca de las personas que te rodean, y las cosas que creas con ellas. Asi que sal y comienza a crear.
La vida es corta. Vive tu sueño y viste tu pasión.
Holstee Manifiesto

10 BASICOS PARA DECORAR EN VERANO

Ahora que llega el veranito, el calor y los días largos de sol, nuestras ganas de disfrutar del buen tiempo a todas horas se multiplican. Redecorar la casa puede ser el pistoletazo de salida para comenzar a disfrutar de esta época en un ambiente fresco y vital, lleno de luz y color. ¿A qué esperas? Dale un aire nuevo a tu hogar, vístelo de verano por cuatro duros.

 
   Foto: Ikea
 
Renovar la decoración de nuestra vivienda no tiene porqué implicar un desembolso importante de dinero. A veces, con tan sólo unos pequeños detalles, podemos hacer que la casa luzca como nueva, luminosa, llena de vida y color, inundando cada rincón de verano. A continuación te mostramos 10 imprescindibles para darle un aire veraniego a tu hogar por poco dinero...

 
   Foto: Textura Interiors
 

EL DOLOR Y LA INDIFERENCIA. ARTICULO DE ANGELES CASO




A mi amigo S. le trasplantaron hace poco una córnea. Se trata de una intervención delicada, pero cuyo postoperatorio no exige grandes cuidados, de manera que a las pocas horas le dieron el alta hospitalaria y lo mandaron a su casa. Con la única indicación de que, si tenía molestias, se tomase una de esas pastillas comunes que a todos nos recetan para el dolor leve. Pero el dolor posterior a esa operación no es leve, sino terrible.

Durante dos días, S. tuvo que soportarlo prácticamente a pelo, sin poder ni siquiera dormir. La llamada de socorro al médico responsable fue respondida con el típico: “Hay que aguantar”. Y sólo la visita de un doctor del entorno familiar que le proporcionó unos analgésicos mucho más fuertes le permitió al fin a mi pobre amigo relajarse y dormir.


Por desgracia, esta es una historia demasiado común en España. Recuerdo a A., que atravesó el sufrimiento provocado por una hernia discal con la simple ayuda de un antiinflamatorio ligero, hasta que un acupuntor chino se hizo cargo de ella. A M., sometida a una dura operación en la mano sin sedación ni receta para analgésicos. O, aún más estremecedor, al pobre J., al que un maldito médico le convenció para que dejase de tomar morfina, cuando estaba a punto de morirse de un cáncer, porque “ese medicamento le estaba haciendo mucho daño”. Además de otros desoladores casos de moribundos que he vivido de cerca.


Imagino que cualquiera de ustedes conoce historias parecidas de dolor sin remedio y de indiferencia por parte de los médicos. “Hay que aguantar”, “¡Paciencia!” o incluso “No es para tanto” son cosas que se oyen demasiado a menudo en las consultas y en las habitaciones de los hospitales españoles, tanto públicos como privados. Por supuesto que existen los doctores compasivos, aquellos que realmente comprenden lo que es el dolor y se esfuerzan por remediarlo. Pero la sensación de abandono que tantas veces sienten los pacientes es una realidad que nadie puede negar. Algo que sorprende a ciudadanos y médicos de otros países, acostumbrados a erradicar el sufrimiento como parte primordial de cualquier tratamiento, sea curativo o paliativo.


Algo nos pasa con el dolor en este país. Vivimos, por suerte para nosotros, en un tiempo y en una parte del mundo en que existen numerosos analgésicos contundentes y terapias capaces de hacer desaparecer o al menos aliviar casi cualquier padecimiento físico. Pero una parte importante de la clase médica española no parece haberse dado cuenta. Es probable que esa insensibilidad hacia el sufrimiento tenga que ver con nuestra arraigada educación católica. Los católicos estrictos consideran que hay que sufrir todo el dolor que Dios nos envía y del que él nos recompensará en el otro mundo. Me parece una postura tan respetable como cualquier otra, siempre y cuando se la apliquen a sí mismos y no se empeñen en torturarnos a los demás en aras de su fe. Lo malo es que muchos médicos adoptan ese concepto moral sin consultar a sus pacientes, obligándolos a someterse a su criterio religioso. Y que otros muchos actúan sin compasión por contagio, por comodidad o por mera indiferencia. Quizá estaría bien que de vez en cuando escuchasen a su conciencia, ese órgano errático y olvidado, pero imprescindible en la vida humana.

Y CUANDO SE PIERDA LA CARA BONITA ¿QUE?


“Estamos en una dimensión física en la que necesitamos de nuestros cuerpos para experimentarla. Y es legítimo y necesario que hagamos todo lo que en nuestras manos esté para que nuestro cuerpo y estado físico nos sirvan lo mejor posible. Sin embargo, en nuestra cultura actual hay una SOBREVALORACIÓN DEL ASPECTO FÍSICO, conducente en demasiados casos, tanto en jóvenes como en personas maduras, a disfunciones mentales y emocionales que acaban en enfermedad e infelicidad”
Ana Novo
(Reflexión de la autora Ana Novo sobre la tiranía de los canones de belleza actual y lo que esconden)
Los Viernes, cuando me dirijo caminando a mi trabajo cuando “aún están poniendo las calles”, suelo cruzarme con grupos de jóvenes, universitarios en su gran mayoría, que se recogen del botellón de los jueves noche. Aunque normalmente van que no pueden con su alma, esta mañana me ha llamado la atención un trío que hablaba animadamente y del que pude oír, al pasar por mi lado, “tío, es que con el físico y cuerpo que tiene se merece otra tía… ¡que esté más buena!”.
Mi primera reacción mental, lo reconozco, fue ¡vaya tela!, pero prontamente recordé mi compromiso de dejar de criticar lo que no coincide con mis creencias, valores o costumbres, y aprovechar la ocasión para cuestionarme lo que veo, leo, oigo o siento ante las personas, circunstancias o hechos de mi vida.
Comparto plenamente la máxima de que la calidad de la vida depende de la calidad de las preguntas que nos formulemos. Primeramente, porque tomamos conciencia de nuestras creencias, paradigmas, emociones, límites y miedos y entonces podemos decidir si nos sirven o queremos cambiar. Lo que podemos hacer con total libertad.
Estamos en una dimensión física en la que necesitamos de nuestros cuerpos para experimentarla. Y es legítimo y necesario que hagamos todo lo que en nuestras manos esté para que nuestro cuerpo y estado físico nos sirvan lo mejor posible. Sin embargo, en nuestra cultura actual hay una sobrevaloración del aspecto físico, conducente en demasiados casos, tanto en jóvenes como en personas maduras, a disfunciones mentales y emocionales que acaban en enfermedad e infelicidad.
El cuidado de nuestro cuerpo, o mejor dicho, de cómo luce: joven, modelado, terso, delgado, es una mina de oro y las empresas que tienen intereses económicos en ello: cirugía estética, perfumes, cosméticos, fitness, dietas, productos adelgazantes… no pierden ocasión de programar nuestras mentes conforme a sus intereses. Y los creemos. Y les seguimos el juego.
Nos va el amor, la sensualidad, la aprobación, la riqueza y el lujo en ello. Nos convencemos que un perfume, unos cereales o un aparato nos convierten en irresistibles para conseguir la pareja de nuestros sueños, o la familia ideal, o que nos valoremos y queramos a nosotros mismos.
Pero como son promesas vanas lo que dejan en el camino son anorexias, bulimias, depresión, falta de aceptación, retraimiento, autorrechazo…
Y cuando la cara bonita se llena de arrugas; lo que estaba en su sitio se descuelga; el peso de los 20 años se duplica a los 50 y los músculos del Rambo de barrio se acumulan en la zona abdominal, ¿qué queda? Un gran vacío que ninguna cirugía ni dieta podrá llenar.
Creo que la belleza externa está en los ojos de quién mira y puede tener fecha de caducidad, pero la belleza interna, la que perdura a pesar de los años de vida, a pesar del estado y el aspecto físico de la persona, está en todos nosotros, llenándonos de plenitud y mas aún si la compartimos con el mundo.
Cuidemos la belleza de nuestra estima, respeto, valoración, alegría, amabilidad, servicio, empatía y dejemos que los demás la aprecien.
Mi respuesta a la pregunta que abría esta reflexión es: una cara sonriente y con brillo en la mirada, reflejo de un interior pleno y un corazón contento, no se pierde nunca y es, verdaderamente, una belleza.
¿Qué respondes tú?
Ana Novo

LA CASA DE BILL GATES


EL VALOR DEL RESPETO

El Blog Alternativo

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Posted: 29 Jun 2013 02:38 AM PDT
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Un hombre estaba poniendo flores en la tumba de su esposa, cuando vio a un oriental poniendo un plato de arroz en la tumba vecina. El hombre se dirigió al chino y le preguntó:

- ”Disculpe señor, ¿de verdad cree usted que el difunto vendrá a comer el arroz?…”
- “Desde luego, responde el hombre con una sonrisa, cuando el suyo venga a oler sus flores…”

Respeto: un gran valor, indudablemente. Una necesidad para la convivencia, por supuesto. Una exigencia, diría yo, para vivir.

De las múltiples acepciones oficiales de la palabra, destaco la del miramiento, consideración y deferencia. Y en una triple vertiente:
  • Hacia uno mismo, como columna sobre la que se asienta la dignidad, valor y autoestima.
  • A las demás personas, como base de relaciones plenas, satisfactorias y de pacífica convivencia.
  • Al resto de la creación, animada e inanimada, respecto a la que el ser humano, en su primacía, debe cuidar, proteger, preservar y hacer crecer.
Uno de los mayores alicientes de esta vida es su pluralidad y diversidad. El monocolor, la producción en serie y los dogmas dan como resultado una vida gris, aburrida y sin sentido, que tendería a desaparecer al no evolucionar.
A pesar de este razonable pensar y sentir, el ser humano, en su amplia mayoría, rechaza de plano, resiste, persigue, denosta y ataca a toda creencia, hábito, comportamiento, costumbre o manifestación que no coincida con las suyas o, todo lo más, con las de su grupo, cultura o país.

Esa pretensión de superioridad, de estar en posesión de la verdad, ser la raza elegida de los dioses, y “porque lo digo/mando yo”, es la causa de tanta discriminación, violencia, libertinaje y dolor tras cada frontera familiar, política y social establecida.

Una mirada al entorno refleja, a todos los niveles, el desuso y pérdida de este valor. Y por mucho que se pudiera emplear y escuchar la palabra, en algunos foros, lo cierto es que se haya vacía de contenido, porque no es lo que se dice, sino lo que se hace, lo que cuenta.

El cambio y la mejora del mundo empiezan por la persona, uno a uno. Todos influimos en el entorno y somos influidos por el mismo. Y como es más fácil ver la viga en el ojo ajeno que la paja en el propio, la próxima vez que observemos la falta de respeto hacia uno mismo, los demás o la vida, en general, en lugar de quejarnos y pronosticar con dramatismo el fin del mundo, mejor y más productivo será hacernos una radiografía interior a ver si aparece el respeto como valor primordial para nosotros y nuestras vidas. Convencida de que el mundo lo reflejará.

Y como dicen los juristas, salvo mejor criterio.