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LA VIDA EN TRES PALABRAS
Hace unos días finalice el curso en mi Aula de Crecimiento Personal, donde participamos los que consideramos la vida como un regalo que apreciar, valorar y disfrutar y nos proponemos aprender de los Maestros de todos los tiempos que nos han dejado sus lecciones y ejemplo, de manera que nuestro paso por este planeta tenga sentido y merezca la pena.
En estos momentos estoy aprendiendo una importante lección y la clase magistral me la imparte una amiga que está en proceso de dejar su ropaje físico y este planeta para seguir Viviendo en la eternidad.
Tomando conciencia y aceptando estos últimos minutos de vida física, lo que más valora y desea, y así lo expresa, es la presencia y calor humanos de todos sus seres queridos y amigos; y de las miles de palabras que existen en nuestro vocabulario, y que reflejan nuestros pensamientos y creencias más profundos, a la hora de la despedida, quedan reducidas a tres: te quiero, perdóname y gracias. En cuanto a las emociones que afloran: amor y paz.
Una gran lección de vida, conocimientos no impartidos desde el estrado de una clase, como tantos años ha hecho, sino sabiduría que se experimenta y deja huella.
Reflexiono ante el hecho de que aunque no nos encontremos en nuestro lecho de muerte ignoramos totalmente si estamos ante las últimas horas en esta vida y que lo verdaderamente importante es amar y ser amado y demostrarlo con hechos y actitudes sin esperar a más tarde. No en vano es el propósito de esta experiencia vital. Y es la riqueza que, paradójicamente, podemos llevarnos y dejar como legado.
Aprovecho estar aún a tiempo de expresar a toda persona que ha tocado mi vida, con mi boca y todo mi ser, un te quiero, te pido perdón y te perdono y, sobre todo, te doy las gracias por tu presencia en mi vida, poniéndomelo fácil o planteándome un reto de amor.
Y cuando llegue el momento de nuestra partida, solo te deseo y quiero para mí, un feliz viaje.
MENOS AVE Y MAS SENSATEZ - ANGELES CASO
Nunca he sido una devota del AVE. Me explico: no es que no me guste llegar rápido a mi destino. En este tiempo acelerado, casi todos tenemos prisa, y yo la primera. Los escritores solemos pasarnos muchos días del año viajando. A veces estamos promocionando nuestros libros, o bien dando conferencias. Son viajes veloces y agotadores, y, por supuesto, cuanto más breves sean, mejor.
Reconozco que el tren de alta velocidad permite realizar verdaderas hazañas y ofrece además mucha comodidad. Cada vez que me subo a un AVE, no dejo de pensar que es casi un milagro poder desplazarse a 300 kilómetros por hora sin que tu asiento se mueva lo más mínimo y disfrutando de un paisaje que se desliza ante tus ojos con una asombrosa lentitud. Ahora bien, sus ventajas no me han impedido analizar el asunto desde otros puntos de vista.
¿Nunca se han preguntado ustedes cómo es posible que España sea el país de Europa que posee la red más extensa de alta velocidad? ¿Cuál es la razón por la que países claramente más desarrollados y ricos que el nuestro –Alemania, Francia o Gran Bretaña, por ejemplo– han invertido mucho menos en ese tipo de trenes que nosotros? La respuesta es bastante obvia: esos países han optado por mantener unas estructuras ferroviarias menos espectaculares, pero más equilibradas y sostenibles.
Para empezar, respecto al transporte de mercancías, imposible de realizar en las líneas de alta velocidad. De hecho, España es el país europeo que menos utiliza ese sistema, más barato y ecológico que el transporte por carretera. En otros estados vecinos esta dicotomía se ha resuelto mediante trenes de velocidad media, cuyas líneas pueden ser utilizadas para pasajeros y mercancías.
Pero quizá el daño más grave que nos ha causado la inmensa inversión en AVE ha sido el abandono de otras redes consideradas secundarias, y las asombrosas desigualdades que eso significa. Uno tarda dos horas y media en recorrer los alrededor de 500 kilómetros que separan Madrid de Sevilla. Pero para cubrir los 400 que hay entre Almería y Sevilla –algo que hacen a menudo muchos estudiantes– tiene que invertir seis horas. Aunque hay casos aún peores: de Bilbao a A Coruña, separados igualmente por unos 500 kilómetros, se tarda once horas. Con la alegría de que, al menos, en ese trayecto no es preciso hacer transbordo… Podría poner infinidad de ejemplos parecidos. Realmente, fuera de los trazados de alta velocidad, la mayor parte de los desplazamientos en tren por España tienden a ser de una lentitud decimonónica.
Todo esto empeorará aún más ahora que Renfe ha decidido reducir o incluso cerrar una serie de líneas con la excusa de que son deficitarias. Es un gesto más de los muchos que está provocando la convicción neoliberal de que los servicios públicos deben gestionarse con los mismos criterios que la empresa privada. Un principio insolidario que está a punto de provocar auténticas catástrofes en ámbitos fundamentales, como la sanidad, que ya encamina sus pasos por esa senda. De momento, miles de personas se quedarán sin tren. Aunque, eso sí, démonos por contentos sabiendo que seguimos encabezando la lista de países europeos con más kilómetros de alta velocidad. Al fin y al cabo, en nuestro álbum de fotos de ex nuevos ricos, la del deslumbrante AVE queda muy bien
Cuento: ¿Eres una zanahoria, huevo o grano de café?
Cuento: ¿Eres una zanahoria, huevo o grano de café?
Para el día de hoy os dejo el siguiente relato que seguro que os gustará, y como de costumbre, os llevará a la reflexión de fin de semana:
Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. Cada vez que solucionaba un problema, aparecía otro. No sabía cómo hacer para seguir adelante. Estaba cansada de luchar y consideraba darse por vencida.
Su padre era un chef y la llevó al restaurante donde trabajaba. Allí, sin decir palabra, llenó tres recipientes pequeños con agua y los colocó sobre el fuego. En cuanto que el agua hervía, colocó una zanahoria en uno; un huevo en otro, y unos granos de café en el tercero.
Su padre era un chef y la llevó al restaurante donde trabajaba. Allí, sin decir palabra, llenó tres recipientes pequeños con agua y los colocó sobre el fuego. En cuanto que el agua hervía, colocó una zanahoria en uno; un huevo en otro, y unos granos de café en el tercero.
La hija esperó pacientemente preguntándose qué estaría haciendo su padre.
A los veinte minutos, el padre apagó el fuego. Sacó la zanahoria y el huevo y los puso en un plato. El cafe lo dejo en el recipiente.
La hizo acercarse y le pidió que tocara la zanahoria y notara como era. Ella lo hizo y reportó que estaba blanda.
Luego le pidió que rompiera la cáscara del huevo y notara como era el huevo. Ella lo hizo y reportó que estaba duro.
Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma y sabor.
Su hija le preguntó: “¿Qué significa esto, Padre?”
El le explicó: “Los tres elementos enfrentaron la misma adversidad: agua hirviendo. Pero cada uno reaccionó de manera diferente:
La zanahoria llegó al agua fuerte y dura; pero se volvio blanda y débil.
El huevo había llegado al agua frágil, protegido solo por su cáscara; pero se volvió duro.
Los granos de café, sin embargo, eran únicos. Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua.
¿Cuál eres tú?, le preguntó a su hija.
Reflexión:
Las circunstancias son las que son, y ante eso poco podemos hacer, pero si que podemos elegir la actitud y el modo de responder ante la adversidad o cualquier situación que se nos plantee la vida. Eligiendo el significado que damos a las situaciones, detectando creencias limitantes para sustituirlas por otras mejores y haciendo lo que esté en nuestra mano para hacer nuestra existencia un camino más apacible y feliz.
Photocredit: Andrés Nieto Porras
LA CASA DE LA BUENA VIDA
SI QUEREIS AYUDAR PODEIS LLAMAR AL TELEFONO 651695372 ES TODA UNA LECCION DE AMOR, LUCHA Y HUMANIDAD. NOS DAN UNA LECCION A TODOS LOS QUE TENEMOS MUCHO MAS QUE ELLOS Y AUN NOS QUEJAMOS.
EL PODER DE LAS PALABRAS
El poder de las palabras (Fábula japonesa)
Comparto con vosotros un cuento japones llamado El poder de las palabras, que seguro que encontraréis una valiosa lección entre sus palabras:
Había una vez un samurái que era muy diestro con la espada y a la vez muy soberbio y arrogante. De alguna manera, él sólo se creía algo y alguien cuando mataba a un adversario en un combate y, por eso, buscaba continuamente ocasiones para desafiar a cualquiera ante la más mínima afrenta. Era de esta manera como el samurái mantenía su idea, su concepto de sí mismo, su férrea identidad.
En una ocasión, este hombre llegó a un pueblo y vio que la gente acudía en masa a un lugar. El samurái paró en seco a una de aquellas personas y le preguntó:
En una ocasión, este hombre llegó a un pueblo y vio que la gente acudía en masa a un lugar. El samurái paró en seco a una de aquellas personas y le preguntó:
-¿Adónde vais todos con tanta prisa?
- Noble guerrero -le constestó aquel hombre que, probablemente, empezó a temer por su vida-, vamos a escuchar al maestro Wei.
-¿Quién es ese tal Wei?
-¿Cómo es posible que no le conozcas, si el maestro Wei es conocido en toda la región?
El samurái se sintió como un estúpido ante aquel aldeano y observó el respeto que aquel hombre sentía por ese tal maestro Wei y que no parecía sentir por un samurái como él. Entonces decidió que aquel día su fama superaría a la de Wei y por eso siguió a la multitud hasta que llegaron a la enorme estancia donde el maestro Wei iba a impartir sus enseñanzas.
El maestro Wei era un hombre mayor y de corta estatura por el cual el samurái sintió de inmediato un gran desprecio y una ira contenida.
Wei empezó a hablar:
- En la vida hay muchas armas poderosas usadas por el hombre y, sin embargo, para mí, la más poderosa de todas es la palabra.
Cuando el samurái escuchó aquello, no pudo contenerse y exclamó en medio de la multitud:
- Sólo un viejo estúpido como tú puede hacer semejante comentario. -Entonces sacando su katana y agitándola en el aire, prosiguió: -Ésta sí que es un arma poderosa, y no tus estúpidas palabras.
Entonces Wei, mirándole a los ojos, le contestó:
- Es normal que alguien como tú haya hecho ese comentario; es fácil ver que no eres más que un bastardo, un bruto sin ninguna formación, un ser sin ningunas luces y un absoluto hijo de perra.
Cuando el samurái escuchó aquellas palabras, su rostro enrojeció y con el cuerpo tenso y la mente fuera de sí empezó a acercarse al lugar dónde Wei estaba.
- Anciano, despídete de tu vida porque hoy llega a su fin.
Entonces, de forma inesperada, Wei empezó a disculparse:
_ Perdóname, gran señor, sólo soy un hombre mayor y cansado, alguien que por su edad puede tener los más graves de los deslices. ¿Sabrás perdonar con tu corazón noble de guerrero a este tonto que en su locura ha podido agraviarte?
El samurái se paró en seco y le contestó:
-Naturalmente que sí, noble maestro Wei, acepto tus excusas.
En aquel momento Wei le miró directamente a los ojos y le dijo:
-Amigo mío, dime: ¿son o no poderosas la palabras?
Reflexión:
Desde la antigüedad se ha sabido de la importancia del buen uso de las palabras, ya que con ellas puedes generar estados de ánimo, cambiar pensamientos y usarlas de todas las formas que podrías imaginar para conseguir propósitos. Podemos alegrar el día de otro o amargar la existencia ajena, incluso la nuestra. Es sumamente importante, tener conocimiento de qué se dice y cómo se dice, para usarlo de la manera adecuada y crear la realidad que deseemos.
VISTEME DESPACIO QUE TENGO PRISA
Aunque no se pongan de acuerdo sobre la autoría de la célebre frase, la intención con que se dijo, a mi entender, sí está clara: las prisas no son buenas y más importante es saber el destino que la velocidad o, como nos aconsejan cuando conducimos, lo importante es llegar.
Estos tiempos son acelerados, oímos decir por doquier. Pero, si nos damos unos pocos minutos para pararnos, tomamos conciencia de que no son los tiempos, sino nosotros; nuestra actitud. Y es muy contagiosa. Y vuelven a aconsejarnos: “despacio y con buena letra” y “no por mucho madrugar, amanece mas temprano”
Solemos hacer gala de nuestra autonomía, de nuestro discernimiento, cuando lo más usual es que vayamos en “piloto automático” y, como en el popular baile de la conga, nos agarremos a lo primero que pase en masa por nuestro lado. Tan es así que como vamos corriendo y acelerados todo el tiempo, en períodos de descanso u ocio seguimos como el conejito de las pilas.
Esta enfermedad del tiempo, ir por la vida con la lengua fuera y, la mayoría de las veces, sin destino cierto y sin sentido, nos cuesta un alto precio en infelicidad, insatisfacción vital y estrés, con sus colaterales efectos de ansiedad, depresión, insomnio, úlceras, agresividad, violencia, fracasos, relaciones rotas, familias desestructuradas…
Confieso que cuando me doy cuenta de que ya he vivido más de la mitad del mes de mayo de un año que parece que empezó ayer, me invade un desasosiego que mi mente quiere justificar con la manida ¡como pasa el tiempo!, pero que significa ¡no me he enterado de vivir!
En este momento, cuando un día empieza, tomo conciencia y me propongo estar más centrada en el momento, más atenta y despierta, para ver, oír, oler, saborear y sentir a las personas, situaciones, hechos y cosas que me regale la vida, adaptando el ritmo a la ocasión y convencida que, en el fondo, el asunto más importante y urgente de nuestra agenda, es el que señaló El Buda: “expirar-inspirar-expirar”
Ana Novo
DING DONG ESTAS COSAS DEL AMOR - LEONARDO FAVIO
En la vida cambian muchas cosas pero en el amor no, el día que lo romantico muera morira lo mas hermoso del ser humano.
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