Un elocuente cortometraje sobre los alcances de la percepción “social” de las vidas de las personas. En la sociedad de la imagen descontrolada, lo que interesa es presentar la propia imagen como exitosa, perfecta y feliz, aunque en la realidad seamos todo lo contrario.
Por eso, vemos cómo la gente publica en las redes sociales y medios televisivos mendigando que le presten atención a cualquier precio. Buscan encontrar la aprobación y el conocimiento de los demás a toda costa y aún avasallando y humillando la propia dignidad.
En una sociedad envidiosa, que idolatra la posesión material, el prestigio y el lucimiento de la personalidad, se busca mostrar sólo las cosas interesantes o llamativas de la vida íntima y familiar.
Es un fenómeno que se inicia y potencia en la soledad. Pero que, lamentablemente, termina en la soledad.
Después de haber recorrido ilusiones y fantasías elaboradas por la imaginería de lo virtual, el individuo se encuentra en una penumbra emocional y afectiva que lo hace cada vez menos feliz.
Por eso, es un fenómeno que nace en el vacío de una vida sin contenido ni calidez, para terminar en el vacío de una vida fría que se fue secando en esa profunda y espantosa soledad.