En mi opinión, hay algunas personas que nunca se llegarán a encontrar con la felicidad, y eso se debe a que no saben lo que están buscando y, además, lo están buscando en el sitio equivocado.
Algunas personas buscan la felicidad pensando que es “algo” que les va a aportar todo lo que se asocia a la felicidad, que siempre es superlativo.
Pero la felicidad no existe. No tiene entidad. No está en ninguna parte. No hay nada que sea “la felicidad”.
La felicidad no puede ser buscada como tal, porque es una tarea inútil.
La felicidad es una consecuencia de un estado de ánimo, de una receptividad a recoger lo mejor de cada cosa, de una actitud de rechazo a las cosas que innecesariamente desestabilicen la felicidad, de una conformidad sencilla, de una rebaja en las pretensiones de lo que se nos tiene que dar y lo que esperamos, o de una capacidad para encontrar las maravillas que aportan las cosas simples.
Aquí tienes una buena pregunta para hacerte de vez en cuando:
¿Qué es la felicidad para mí?
Y otra más:
¿En qué baso yo mi felicidad?
Y tiene que ser “Qué es la felicidad PARA MÍ” y tiene que ser “En qué baso yo MI felicidad”, porque si uno se pregunta por “la felicidad”, como algo general, la mente tiende a dispersarse filosofando y se olvida de uno mismo –que es el protagonista de la pregunta-, y se olvida de que “MI” felicidad es absolutamente distinta de cualquier otra felicidad.
Porque… ¿Qué es la felicidad?
Ante esta pregunta, tan general, pueden aparecer millones de respuestas, posiblemente tantas como personas hay en el mundo. Y no sólo porque cada persona necesita de distintas cosas para sentirse feliz, sino que ni siquiera estamos de acuerdo en las mismas palabras, y si uno dice “Amor”, no es el mismo amor a que se refiere otro, y si uno dice “Paz”, esa paz no es la misma paz para todos.
La falta de felicidad proviene, en muchos casos, de ideas y prejuicios equivocados y actitudes erróneas.
Es muy posible que algunos se choquen de frente con la felicidad, que les rodee por todas partes y a todas horas, que se les presente incansable e insistentemente, pero como no saben que eso es la felicidad la rechazan una y otra vez.
Quienes esperan que la felicidad venga acompañada de fuegos artificiales y banda de orquesta no la verán cuando la tengan delante.
Quienes sean capaces de ver la felicidad en la simple observación de las cosas, en la delicia de las emociones que le recorren a uno como un pequeño terremoto, o en el amor que uno ve, ofrece o recibe, tienen todas las papeletas para poder llegar a sentir la felicidad y a considerarse felices.
Quienes pretenden encontrar una felicidad que cumpla ciento cincuenta requisitos… no la van a encontrar nunca.
La felicidad es más fácil de vivirla cuando uno tiene predisposición para ser encontrado por ella, de tener los abrazos abiertos para cuando se presente, y de allanar el camino para que la mínima felicidad sea apreciada y valorada.
Con la felicidad pasa lo mismo con Dios, que es mejor estar receptivo a dejarse encontrar por Él, ya que si uno está abierto se va a presentar en todo.
La felicidad no se puede crear artificialmente –eso que se puede crear son los placeres, pero no es la felicidad-. Lo que sí se puede hacer es preparar un ambiente receptivo para que se manifieste sin objeciones.
Yo creo que ya nacemos felices y con la felicidad como componente intrínseco del Ser Humano. Sólo hay que fijarse en los niños: son felices hasta que empiezan a poner condiciones para permitirse sentir la felicidad.
Y esto de la felicidad de los niños es un excelente principio para una introspección profunda a partir de la cual poder ver la felicidad de otro modo.
Te dejo con tus reflexiones…
(Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias)