El recital tuvo como columna vertebral el doble álbum 'Goodbye yellow brick road', del que se cumplen 40 años
El cantante y pianista mostró en el Palau Sant Jordi su perfil más clásico, asentado en su repertorio de los años 70
JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA
DOMINGO, 7 DE DICIEMBRE DEL 2014
Elton John, durante el concierto de anoche en el Palau Sant Jordi de Barcelona.
Tenemos al Elton John monarca del mainstreamadulto de los años 90, al de los frívolos vídeoclips de los 80 grabados entre bañistas musculosos en la playa de Niza, al piano man clásico de la década anterior... Cada generación ha construido su percepción del artista en función de su producción del momento. Y el que gana la partida es el que, en los 70, grabó álbumes de cabecera como el doble Goodbye yellow brick road, una obra a la que, con motivo de su 40º aniversario, el cantante y pianista rinde honores en la gira mundial que le trajo anoche al Palau Sant Jordi.
Un Elton John que acudió a las fuentes de su obra, a las canciones que asentaron su canon como compositor, tanto en ese disco como en otros trabajos de principios de aquella década, como Madman across the water o Don't shoot me I'm only the pìano player. El de anoche no fue exactamente el Elton de los greatest hits, aunque éxitos los hubo en abundancia. Pero fue más bien el músico anterior a la era del videoclip, más de piano que de sintetizadores, relucientementevintage, y que, a estas alturas, sospecha que no tiene otra cosa mejor que ofrecer a su público que rendirse ante el mejor reflejo de sí mismo, por pretérito que sea, en lugar de vendernos su enésimo nuevo disco. ¿Una derrota? Quizá se trate de hacer las paces con su bestia interior. Más sobrio que en su última visita al Sant Jordi, hace cinco años, con aquel kitsch The red piano, adaptando al gran formato el temario que ofreció el pasado julio en el Festival Jardins de Cap Roig. Recinto rozando el lleno, con 16.000 personas según la organización. Pantalla de vídeo y escenario limpio.
Los once minutos de Funeral for a friend / Love lies bleedingabrieron la noche apuntando a ese Goodbye yellow brick road de dorados contornos, reproducidos al detalle por una banda llena de veteranos. Tres canciones más del disco configuraron ese bloque temático, Bennie and the Jets, Candle in the wind y All the girls love Alice. Y más viajes a aquel Elton John de veintitantos años conLevon, Tiny dancer y Daniel, Una tímida cuña de los 90: Believe, canción que no sonó en Cap Roig. «Una de mis favoritas», dijo en uno de sus pocos comentarios.
NOCHE POCO 'FUNKY'
La tendencia al sentimentalismo se cortó en seco con Philadelphia freedom, aunque la versión no acabó de sonar todo lo contagiosa que debía. No era noche de divertimentos bailables (el repertorio de esta gira pasa por alto, por ejemplo, el hit discotequero Don't go breaking my heart), sino de canciones catedralicias como Rocket man, a la que el artista dio un ceremonioso tratamiento con una larga introducción y levantándose, al final, por primera vez, para saludar al público.
El guión orientado a los 70 se alteró en el ecuador del recital con Hey ahab (de The union, su disco con Leon Russell de hace cuatro años), el éxito ochentero That's why they call it the blues y la balada The one, que interpretó solo al piano. Luego volvimos a retroceder más en el tiempo con Your song y una deliciosa cita al álbum Tumbleweed connection (1970), con Burn down the mission, otra de las pocas variaciones respecto al recital de Cap Roig (en un sentido inverso, ahí sonó Grey seal, ausente anoche).
PLENITUD PERSONAL
En la sección final se abrieron paso las baladas Sorry seems to be the hardest word y Don't let the sun down go down on me, y licencias dinámicas como The bitch is back y I'm still standing. Elton John recordó que hace 36 años que visita periódicamente Barcelona y compartió su momento de plenitud existencial. «En ese tiempo mi vida ha cambiado, tengo dos hijos, y hoy soy muy feliz con el cariño que recibo de vosotros». Saturday night's alright for fightingcondujo a un bis con Crocodile rock y una cita a El rey león para terminar. Quedaban atrás dos horas y media de música clásica del siglo XX
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