El ruiseñor
Hace mucho existió un mandarín en China que era el hombre más rico de la región. Y entre sus riquezas, la mejor era un hermoso ruiseñor que tenía un canto privilegiado y conmovedor, por lo que el mandarín le pidió que viviera en palacio, para escucharlo cada día. El ruiseñor se quedó hasta que un día el emperador le regalaron un ruiseñor mecánico construido con zafiros y diamantes que cantaba una melodía tan perfecta como la suya. Así que el rey liberó al ruiseñor auténtico.
Sin embargo, cuando el artilugio dejó de funcionar, el mandarín cayó enfermo y los médicos dijeron que no sanaría si no escuchaba el canto del ruiseñor. Por eso, su antiguo amigo fue a verle y cantó de nuevo para él, permitiendo que burlara a la muerte.