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AMARSE A UNO MISMO

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30 de octubre de 2012
Pensaba cuál es el mensaje más valioso que tengo para compartir, qué dejaría aquí escrito si, por ejemplo, supiera de antemano que es el último artículo que voy a publicar.
¿Y por qué no compartir entonces esa idea ahora mismo?
Bueno, aquí va…
¿Por qué normalmente no podemos experimentar completa felicidad en cualquier situación cotidiana? La foto parece sugerir que sí podíamos…
Foto de un niño feliz
La verdadera felicidad que tanto anhelamos está disponible para nosotros ahora mismo, no es necesario que alcancemos antes ninguna meta ni que se produzca primero ningún cambio en nuestras vidas. El logro de cualquier meta sólo nos provocará un bienestar pasajero, aunque nuestro “sentido común” nos asegure normalmente otra cosa: que la felicidad depende del cumplimiento de nuestros deseos.
Siempre que no nos sentimos plenamente felices estamos esperando que alguna situación se resuelva “favorablemente”, que algo cambie, que se solucione cierto problema, que se cumpla alguno de nuestros deseos. Pero a largo plazo, aún cuando alcancemos algunas de estas metas, el cuadro general parece ser siempre el mismo y la felicidad permanece como un estado ideal e inalcanzable.
No hay nada de malo en tratar de cumplir nuestros deseos… ¡al contrario! Los deseos son esenciales para darle sentido a nuestras vidas, nos señalan el camino que queremos recorrer. Pero si sentimos que sólo cuando se cumplan podremos ser felices entonces pasan a convertirse en “apegos”, y se transforman precisamente en los obstáculos que nos impiden alcanzar la felicidad.
Y, paradójicamente, tal como predice la Ley de Atracción, sentirnos bien ahora y experimentar ya la plenitud y la alegría que anhelamos, es la clave para hacer realidad nuestros deseos.
Los chinos lo dicen de una manera hermosa: “Cuando el ojo no está obstruido, el resultado es la visión; cuando el oído no está obstruido, el resultado es la audición…” Y yo agrego: “Cuando la mente no está obstruida, el resultado es la verdad; y cuando el corazón no está obstruido, el resultado es la dicha…”
Anthony de Mello

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