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No busques la felicidad en el mismo sitio donde la perdiste


“Una tarde la gente vio a una anciana buscando algo frente a su choza. Algunas personas se acercaron para intentar ayudarla.

– ¿Qué has perdido? 

– Mi aguja – les respondió.

Todos se pusieron a buscarla pero pasado un rato, alguien le preguntó:

– La calle es muy larga y la aguja muy pequeña, ¿puedes indicarnos el sitio donde cayó?

– Dentro de mi casa – respondió la anciana.

Las personas la miraron asombrados. Algunos incluso se molestaron.

– ¿Acaso te has vuelto loca? ¿Por qué buscas la aguja en la calle si está dentro de tu casa?

La anciana les respondió:

– Porque dentro de la casa no hay luz.

– Entonces lo más sensato es encontrar una lámpara y buscar adentro.

La anciana rió y les dijo:

– Sois muy inteligentes para las cosas pequeñas, ¿cuándo vais a usar esa inteligencia para vuestra vida?”

Muchas veces nos comportamos de manera ilógica sin darnos cuenta, como indica la anciana de esta fábula. Y repetir ese comportamiento una y otra vez nos lleva a un callejón sin salida donde solo nos aguarda la frustración.

Uno de esos comportamientos ilógicos, y probablemente uno de los más extendidos, consiste en buscar la felicidad en el mismo sitio donde la perdimos, como si se tratara de una aguja o un objeto físico. 

¿Por qué buscamos la felicidad donde no la vamos a encontrar?


- Miedo a salir de la zona de confort. La zona de confort es ese espacio en el que nos sentimos relativamente cómodos. No siempre significa que sea un espacio seguro, sino tan solo conocido. Por tanto, la zona de confort nos brinda una falsa sensación de seguridad, porque en realidad solo nos sirve para evitar la incertidumbre puesto que ya sabemos lo que puede pasar en el futuro cercano, aunque sea malo. De hecho, muchas personas se acostumbran a vivir en zonas de confort tóxicas que dañan su salud física y emocional. Aún así, el miedo a la incertidumbre les hace mantenerse dentro de esa zona y, por ende, perpetúan los comportamientos y actitudes negativos.

- Apego a los hábitos. Los hábitos nos brindan seguridad, le dan un orden a nuestro mundo. Por eso nos apegamos a ellos, aunque sean negativos. De hecho, abandonar un mal hábito es tan complicado, como en el caso de fumar, no por la dependencia física que puede generar la nicotina sino por los hábitos que hemos construido en torno al cigarrillo. En las relaciones interpersonales sucede lo mismo, nos apegamos a ellas y las costumbres que las rodean aunque sean negativas. En esos casos, realmente no se trata de amor hacia la persona sino de una dependencia emocionala las rutinas construidas con ella.

- Falta de autocococimiento. Las circunstancias de la vida nos van cambiando, por lo que si no “actualizas" tu "yo” constantemente, de repente un día puedes descubrir que la persona que habita en tu interior es un perfecto desconocido. Para esa nueva persona, tus viejos hábitos, ilusiones y vínculos no son adecuados o han dejado de ser suficientes, pero si no realizas un ejercicio de introspección no lo sabrás, y te quedarás atrapado en un bucle negativo de insatisfacción. 


¿Por qué es casi imposible que halles la felicidad donde la perdiste?


La respuesta es muy sencilla: porque la felicidad ya no está ahí. Y dado que la felicidad es fundamentalmente un estado interior, significa que ya no eres la misma persona y no volverás a sentirte igual de pleno y satisfecho con lo que en el pasado te hacía feliz.

La primera señal suele llegar cuando te das cuenta de que las cosas que antes te motivaban, ya no lo hacen. Hay quienes deciden probar nuevos horizontes en la búsqueda de esas sensaciones que les hacían sentirse vivos y hay quienes se convierten en una especie de hámster que corre sobre la rueda, con la esperanza de que eso le reporte alguna satisfacción en algún momento.

Sin embargo, cuando una relación de pareja se ha deteriorado hasta el punto que ya no queda ilusión, cuando un puesto de trabajo te llena de hastío o cuando un lugar ha dejado de ser fuente de inspiración y descubrimiento; es hora de hacer las maletas y cambiar.

Esto puede estar causado por dos factores: las circunstancias han cambiado tanto que ya no te hacen feliz o tu has cambiado tanto que, aunque las circunstancias son las mismas, no te hacen feliz.

En el primer caso puedes preguntarte si puedes hacer algo para que esas circunstancias vuelvan a ser ideales. Pero debes tener cuidado de no autoengañarte porque cuando las cosas degeneran dejan marcas en nuestro interior y nos cambian, por lo que aunque las circunstancias vuelvan a ser ideales, es probable que para ti ya no lo sean.

Un ejemplo clásico es la infidelidad de la pareja. Para perdonarla y volver a ser felices no basta con que esa persona vuelva a ser fiel, es importante que te asegures que ese desliz no ha dejado una huella demasiado dolorosa que empañe la felicidad.

Por eso, es casi imposible encontrar la felicidad en el mismo sitio donde la perdiste y tendrás que prepararte para explorar nuevos horizontes, tanto dentro de ti como fuera. Después de todo, la felicidad también es búsqueda, asombro, curiosidad y descubrimiento.

MUSICA - Robbie Williams and Nicole Kidman Something Stupid subtitulos español


MUSICA - Somewhere Over The Rainbow - What A Wonderful World (Meet Joe Black)


Cuando las cosas van mal, no vayas con ellas


No puedes evitar que los problemas toquen a tu puerta, pero no tienes que brindarles una silla para que se acomoden”, dijo Joseph Joubert, un ensayista francés del siglo XVIII. Sin embargo, a menudo hacemos justo lo contrario, nos quedamos presos de las circunstancias, sin darnos cuenta de que cuando las cosas van mal, no tenemos que ir con ellas, no debemos dejar que nos envuelvan en su camino. A veces la solución a los problemas es tan sencilla como cambiar la perspectiva y no dejar que los hábitos de pensamiento negativos nos atrapen.


Ves el mundo como sientes, no como es


En la vida nada es eterno, todo pasa. El hecho de preocuparte o mortificarte más no hará que los problemas pasen más rápido, al contrario, es como si les ofrecieras un sofá muy cómodo para que se queden durante todo el tiempo que deseen.

Por desgracia, cuando nos enfrentamos a ciertos contratiempos, estos generan una fuerte respuesta emocional que nubla nuestra perspectiva. De hecho, un estudio muy interesante realizado en la Universidad de Friburgo desveló que la depresión hace que veamos el mundo más gris, literalmente, porque afecta la respuesta eléctrica de las células de la retina, que son las encargadas de la “visión de los contrastes”.

De la misma manera, otro experimento llevado a cabo en la Universidad de Bristol comprobó que las personas que padecen ansiedad tienen problemas para detectar las expresiones faciales de las emociones de los demás y solo suelen ver ira. Esto nos indica que cuando las emociones toman el mando, nos cuesta aún más ver el mundo como es en realidad.

Cuando nos enfrentamos a un problema, es como si de repente tuviéramos una visión de túnel que nos impide ver el cuadro completo. Por eso es tan fácil que nos dejemos llevar por las circunstancias y adoptemos un pensamiento negativo y catastrofista. Dejamos que los problemas nos arrastren consigo.

3 técnicas eficaces para salir de la corriente que te arrastra


1. No luches contra tus emociones, asúmelas

Las emociones no son negativas en sí mismas, son mensajes muy importantes que debes aprender a escuchar. De hecho, ni siquiera puedes evitar sentirte triste cuando algo malo te ocurre o enfadarte cuando sientes que han cometido una injusticia. No hay nada de malo en ello. El problema comienza cuando dejas que las emociones tomen el mando y nublen tu perspectiva. En esos casos puede producirse un secuestro emocional en toda regla, por lo que luchar contra ellas suele ser contraproducente, es como nadar contra una corriente muy fuerte: solo te agotará pero no podrás avanzar. Por eso, lo más sabio es ser consciente de lo que sientes y dejarlo ir. 

Un truco que ayuda a muchas personas a comprender esta idea proviene de la filosofía budista y consiste en equiparar las emociones a tus ojos. No puedes controlar todo lo que ves, en cada instante te bombardean muchísimos estímulos visuales, pero generalmente no te molestan. Tomas nota y apartas la mirada para focalizarla en lo que verdaderamente te interesa. Lo mismo puedes hacer con las emociones. Al restarles parte de su impacto, estas influirán menos en tu visión del problema.

2. Conviértete en un experto de la reestructuración cognitiva

Las emociones no son las únicas que afectan tu visión del problema, también inciden tus creencias, expectativas y los pensamientos que rondan tu mente. Si a lo largo de los años has desarrollado un estilo de pensamiento castastrofista, este se activará automáticamente cuando tengas que lidiar con un problema. Por eso, para no dejarte arrastrar por la corriente también debes mantenerte atento a tus pensamientos.

La reestructuración cognitiva es una técnica muy eficaz de la terapia cognitivo-conductual que se utiliza para identificar y corregir los patrones de pensamiento negativo. El primer paso consiste en vigilar todos los pensamientos negativos automáticos que acuden a tu mente y que generan malestar emocional y frustración, como por ejemplo: “soy un desastre, voy a poder solucionarlo”. En su lugar tendrás que colocar pensamientos más funcionales, como: “con un poco de paciencia y serenidad lograré solucionarlo”. Como puedes ver, no se trata de recurrir a ideas positivas irreales e ingenuas, sino tan solo de asumir una actitud más realista.

Sin embargo, esta técnica no se limita únicamente a cambiar un pensamiento por otro ya que de esta manera sería muy poco eficaz pues la mente no se deja engañar con tanta facilidad. Lo importante es que te cuestiones la validez de esos pensamientos negativos automáticos, hasta que comprendas que son generalizaciones erróneas. Busca su origen y encuentra situaciones de tu vida a la que no se apliquen. Cuando enfrentas estos pensamientos y pones en duda su validez, poco a poco se debilitan. 

3. Planta distancia de por medio viajando al pasado y el futuro

No podemos resolver un problema pensando de la misma manera en que lo creamos”, dijo Albert Einstein. Sin embargo, para lograr salir de ese bucle negativo debemos cambiar la perspectiva, salir del flujo que nos agobia y atormenta. Y para ello es fundamental asumir una distancia emocional. Para comprender exactamente qué significa puedes imaginar que el problema con el que tienes que lidiar es un tapiz. No entiendes lo que está sucediendo ni cómo solucionarlo porque estás mirándolo desde abajo y solo ves una maraña de hilos sin sentido. Sin embargo, ¿qué pasa cuando le das la vuelta y lo miras por el otro lado? De repente todo cobra sentido porque has cambiado la perspectiva y ahora tienes una visión más global.

Los beneficios de asumir una distancia emocional de los problemas han sido ampliamente estudiados en la Psicología. Un estudio llevado a cabo en la Universidad de Cornell comprobó que cuando asumimos una distancia psicológica, los problemas nos parecen más sencillos. Otra investigación realizada en la Universidad de Columbia reveló que la distancia psicológica nos permite ganar en autocontrol ya que nos ayuda a reducir la reactividad emocional.

Existen diferentes técnicas para asumir esa distancia emocional, una de las más sencillas y eficaces es “el viajero del tiempo” ya que también activa tus recursos naturales de sanación y resiliencia. En práctica, solo tienes que imaginar que puedes viajar en el tiempo. Busca en tu pasado una situación que te haya preocupado mucho y te haya hecho sentir mal. Valórala con los ojos del presente. Te darás cuenta de que muchas de tus preocupaciones fueron en balde. Ahora imagina que viajas al futuro, cinco o diez años, y mira atrás al problema que estás viviendo hoy. Pregúntate si es necesario o inteligente abordarlo de esa manera.

Por último, no olvides que cuando las cosas no van como deseas, no tienes que irte con ellas, llévalas adonde tú quieras que vayan.


Fuentes:
Attwood, A. S. et. Al. (2017) State anxiety and emotional face recognition in healthy volunteers. R Soc Open Sci; 4(5): 160855.
Thomas, M. & Tsai, C. I. (2012) Psychological Distance and Subjective Experience: How Distancing Reduces the Feeling of Difficulty. J Consum Res; 39(2): 324-340.
Davis, J. I. et. Al. (2011) Psychological distance and emotional experience: What you see is what you get. Emotion; 11(2): 438-444.
Tebartz van Elst, L. (2010) Seeing gray when feeling blue? Depression can be measured in the eye of the diseased. Biological Psychiatry; 68(2):205-208.

Hay gente que mira con lupa a los demás, cuando debería usar un espejo



Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz”, escribió hace muchos años el poeta José Martí.

Esta reflexión tiene un profundo trasfondo taoísta y se refiere a que en cada persona, en cada proyecto y en cada acción pueden coexistir dos partes, una más positiva y otra más negativa. Somos nosotros quienes elegimos en qué parte fijarnos.

Desgraciadamente, hay personas que solo han aprendido a ver las manchas del sol, obviando su luz y calor. Se trata de personas que se centran en los pequeños errores ajenos y pasan por alto las virtudes. 

Estas personas tienen la costumbre de mirar a los demás con lupa, para detectar todos sus fallos, y no se dan cuenta de que antes necesitarían mirarse al espejo. El problema es que relacionarse con ellas puede terminar causando profundos daños a nuestra autoestima ya que esas personas no solo nos hacen sentir mal por nuestras debilidades y equivocaciones, sino que además harán que creamos que no valemos nada.

¿Cómo detectar a las personas criticonas?


Estas personas siempre ponen el dedo en la llaga, asumen una actitud negativa con la cual se encargan de minar tu moral. Podrás descubrirlas porque:

- Por mucho que hagas por ellas y les ayudes, siempre se acordarán de aquella vez que no estabas disponible.

- Aunque tengas razón, se empecinarán en resaltar pequeños detalles de tu discurso para generar una discusión.

- Aunque logres cosas increíbles, seguirán recordándote tus fracasos.

- Siempre encuentran mínimos errores en todo lo que haces, aunque las cosas salgan bien.

- Son capaces de ver la paja en el ojo ajeno, pero no se fijan en los errores que ellas mismas cometen.

- Opinan desde una visión reduccionista, sesgada y simplista que no tiene en cuenta el cuadro global.

- Ven la vida en blanco y negro asumiendo un pensamiento de “todo o nada”, para estas personas o haces las cosas bien o te equivocas, no hay puntos intermedios. 

- Son muy poco autocríticos, no les gusta sentirse juzgados en ninguna tarea y siempre que puedan, evadirán su responsabilidad.

- Aplican una vara de medir muy férrea para los demás pero no utilizan esos valores y criterios consigo mismas. 


Juzgar a los demás es un hábito común de las personas frustradas


Sin darnos cuenta, todos tendemos a replicar las formas de relacionarnos que aprendimos en el seno del hogar. Por eso, es probable que estas personas hayan crecido en un hogar donde los adultos solo se fijaban en sus errores. Si de pequeños solo recibieron atención por sus fallos, es comprensible que hayan desarrollado esta forma de relacionarse con los demás. En práctica, se trata de personas que no han aprendido a relacionarse de una manera positiva y asertiva.

No obstante, lo más común es que esas críticas provengan de una profunda frustración. Generalmente se trata de personas que no se sienten satisfechas con su vida, por lo que en vez de mirarse al espejo, algo que sería extremadamente doloroso porque tendrían que reconocer su fracaso o insatisfacción, prefieren fijarse en los errores de los demás.

Estas personas no se sientan satisfachas con las decisiones que han tomado, quizá porque han sido impuestas por otros, y viven un profundo conflicto interior. Por eso, criticar a los demás les permite poner el foco de atención fuera de sí. De hecho, ya lo había dicho Antoine de Saint Exupéry: “Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás”.

En otros casos esa tendencia a criticarlo todo es un mecanismo de defensa. En práctica, la persona necesita justificar su insatisfactoria trayectoria de vida desacreditando a los demás. Piensan “después de todo no estoy tan mal, mira a fulanito” o “después de todo no soy tan malo, mira lo que hace menganito”.

Por supuesto, esto significa que cualquiera de nosotros puede convertirse en cualquier momento en una persona criticona. Por eso, antes de dirigir la lupa hacia los demás, debemos asegurarnos de que nos hemos mirado bien al espejo.

¿Cómo lidiar con personas criticonas?


Si les entregas el poder, las personas criticonas pueden llegar a hacerte mucho daño. No solo pueden afectar tu reputación ante los demás sino que incluso, a fuerza de críticas destructivas, pueden dañar tu autoimagen haciéndote creer que no tienes ningún valor. 

No te involucres en una discusión con estas personas porque normalmente reaccionan muy mal y no aceptarán tus razones. Si se sienten atacadas, responderán negativamente porque tus palabras están haciendo mella en el frágil escudo protector que han construido en torno a su ego.

Una buena estrategia para lidiar con las personas criticonas proviene de la Psicología Transpersonal, que ha aplicado uno de los principios del aikido, un arte marcial de origen japonés que tiene un objetivo meramente defensivo y que se basa en usar la fuerza del ataque del adversario, no para causarle daño sino tan solo para alejarlo o dejarlo fuera de combate.

¿Qué sucede cuando aplicamos este principio a los conflictos en las relaciones interpersonales? Que en vez de entrar en un torbellino de reactividad emocional, nos centramos en que esa crítica no nos afecte. De esta manera no asumimos el papel que la otra persona quiere otorgarnos, con lo cual no podrá dañarnos.

Por ejemplo, ante una crítica destructiva, puedes preguntarle a esa persona "¿Cómo crees que tu crítica puede ayudarme a mejorar?" o "¿Qué habrías hecho en mi lugar para obtener mejores resultados?" De esta forma no atacas a la persona pero le devuelves el golpe, motivándola a reflexionar sobre sus palabras. De hecho, con esta estrategia incluso es posible que logréis un acercamiento constructivo, convirtiendo una situación cargada de negatividad en algo positivo.