MAPA DE VISITAS

“La victoria llegará cuando comer bien sea un derecho de todos”

QUÉ MUEVE A... CARLO PETRINI


Carlo Petrini, fundador del movimiento Slow Food, lleva una vida defendiendo el consumo local de alimentos y rebatiendo a quienes dicen que una agricultura más productiva es la solución contra el hambre

Carlo Petrini (izquierda), en el congreso de Slow Food en Chengdu (China) en septiembre.
Carlo Petrini (izquierda), en el congreso de Slow Food en Chengdu (China) en septiembre. SLOW FOOD
Carlo Petrini (Bra, Piamonte, 1949) no se callaba cuando era joven, y mucho menos ahora que se acerca a los 70. El italiano lleva más de tres décadas dedicado a la gastronomía (y al activismo), y es un pesimista positivo. O un optimista cascarrabias, según se mire. Aunque pierde poco a poco la esperanza en una Europa donde los jóvenes “parecen creer que se alimentarán a base de ordenadores”, en lugar de berenjenas y zanahorias. El fundador del movimiento Slow Food clama contra esa concepción de la comida como un simple bien de consumo, en lugar de como algo básico para la vida. Y no tiene reparos en montar un pollo en la FAO (la agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura, de la que es embajador) porque en su comedor han servido un risotto con espárragos trigueros fuera de temporada.
“Es que se hacen grandes afirmaciones de principios, pero luego en la práctica vemos otra cosa”, se queja. “Y, en general, no se respeta la estacionalidad, del mismo modo que se quiere exprimir a los animales, y que solo se busca producir cada vez más y más rápido. Y esto no funciona”, reflexiona Petrini, padre de la comida lenta. Del Slow Food. Una iniciativa que nació en Italia hace casi 29 años y que hoy está presente en 160 países como bastión a favor de la pequeña producción. De los alimentos como algo valioso, íntimo e inherente a la vida humana.
“Hemos pasado de ser una sociedad agrícola a una industrial, y ahora posindustrial”, resume el hombre a quien McDonald's acusó de "tercermundista" por criticar la presencia de la multinacional de comida rápida en la Expo de Milán de 2015. “Y el cordón umbilical que nos unía con los alimentos se ha roto: estamos criando a niños que nunca han visto un pollo”, lamenta. El gran problema, según él, es nuestra incultura alimentaria, contra la que lucha, por ejemplo, con una universidad de Ciencias Gastronómicas en Pollenzo (Italia). “No nos interesa qué comemos ni cómo se ha preparado. Solo queremos pagar poco. ¿Y si luego enfermamos? ¿y si los campesinos pasan hambre y miseria? ¿y si destruimos el medioambiente? Nos da igual, solo queremos pagar poco”, censura.
Petrini, atento durante un acto en la sede de la FAO.ampliar foto
Petrini, atento durante un acto en la sede de la FAO. ©FAO/PIER PAOLO CITO
¿No es comprensible que la gente busque pagar menos? “Mire, cuando yo empecé a trabajar en 1975, si cobraba 100, 30 se me iban en comer. Hoy, de esos 100, la gente gasta 11 en alimentarse. Y siete u ocho en comprarse un teléfono. ¿Hasta cuándo podremos gastar menos? ¿Hasta cuándo sostendremos esta idiotez que pone de rodillas a los agricultores, que nos hace comer m... solo porque cuesta poco?” El tono del impulsor del manifiesto Kilómetro Cero (que aboga por consumir principalmente alimentos producidos en la zona) se eleva con facilidad, pero por su lenguaje corporal parecería que nunca pierde la calma.

TRES DÉCADAS DE 'COMIDA LENTA'

"La idea inicial de Slow Food era defender la diversidad gastronómica contra la homologación de hamburguesas y patatas fritas que traía el fast food", explica Carlo Petrini, fundador del movimiento. Pero también nos ocupamos de la cuestión rural y de la ambiental, no solo de lo gastronómico. "Ver la pérdida de biodiversidad y el cambio climático y seguir exaltando el sabor y la calidad de una cebolla es un poco... Pero también es triste ser ambientalista sin ser gastrónomo: necesitan más alegría", reflexiona. El equilibrio entre conocimiento, respeto y placer es la filosofía Slow Food.
El movimiento, con su propia universidad de Ciencias Gastronómicas (desde hace 13 años) y presente en más de 160 países, ha creado iniciativas como el Arca del Gusto, donde se protegen alimentos en peligro, como la cebolla morada de Zalla. La batalla, que libran desde hace casi 29 años, es extender el conocimiento y el cuidado de la comida y fomentar la producción local y rural por todo el mundo.
“La victoria solo llegará cuando comer bien sea un derecho de todos. ¡De todos! Y no un lujo reservado a unos pocos”. Hoy, según el sociólogo italiano, nos encontramos con agricultores pobres que hacen productos buenos para los ricos. “Y de otro lado, empresas riquísimas que hacen la comida de los pobres. Esto no va bien”.
La información es el otro gran desafío de una época, en la que, insiste Petrini, sabemos poquísimo sobre qué comemos. Ni siquiera, sostiene, somos conscientes de la importancia de lo que nos llevamos a la boca. “Hace falta más educación alimentaria, sobre todo con los niños. Los Gobiernos no la proporcionan, dicen que no tienen dinero. Y enfrente hay multinacionales que gastan cifras inverosímiles [in-ve-ro-sí-mi-les, repite deletreando] en publicidad”, apunta. Una publicidad difícil de descodificar, sobre todo en el caso de los menores.
La alternativa que ofrece Petrini —y, según él, la solución a muchos de estos males de malnutrición, climáticos o alimentarios— es la pequeña producción local. El respeto y la “valorización” de la comida, tanto en el precio como en sí misma. “Hay que reconstruir la economía local. Se puede producir comida buena, limpia y justa, sin desperdiciar”.
— ¿Se puede realmente? Hay quien mantiene que con ese modelo no sería posible alimentar a una humanidad cada vez más numerosa…
— Eso es mentira. Mentira. Mentira.
“La economía local, el kilómetro cero, es sostenible para el medioambiente, porque se evitan emisiones innecesarias. Es sostenible para los ciudadanos, que obtienen comida fresca, de temporada y de calidad. Y es sostenible para los agricultores y productores, que eluden a los intermediarios. El problema es que hoy día los campesinos cobran muy poco, los ciudadanos pagan bastante, y quienes se quedan con la mayor parte del pastel son los intermediarios comerciales”, argumenta.
¿Hasta cuándo sostendremos esta idiotez que pone de rodillas a los agricultores, que nos hace comer m... solo porque cuesta poco?
— Pero, ¿se podrá realmente dar de comer con ese modelo a los 10.000 millones de personas que seremos en 2050?
— Hoy, según datos de la FAO, producimos comida para 12.000 millones de personas, y somos unos 7.300. ¿Hace falta producir más? ¿Para qué? ¿Para desperdiciar más todavía?
El problema de fondo, según Petrini, es que se antepone el beneficio de unos pocos a las necesidades de todos. “Y no se lo oigo decir a ningún gobernante: ¡la política duerme!”, se enciende quien tuvo la oportunidad de reclamar acción a los ministros de Agricultura del G-7, con un discurso en la reunión de los políticos en octubre. El único, defiende, que llama a las cosas por su nombre es el papa Francisco, con quien mantiene cierta confianza.
Petrini (izquierda) saluda al papa Francisco en presencia del director general de la FAO, José Graziano da Silva.ampliar foto
Petrini (izquierda) saluda al papa Francisco en presencia del director general de la FAO, José Graziano da Silva. ©FAO/ALESSANDRA BENEDETTI
“El sistema alimentario se concentra en pocas, poquísimas manos, que mandan e imponen su propia lógica”, censura. “Llegan a Italia toneladas de tomates desde China. Se transforman aquí y se llevan enlatados África. Pero se hace de tal forma que se pueden vender por debajo de su coste, y serán más baratos que los tomates que llevan al mercado los pequeños agricultores africanos. Y estos no podrán subsistir con su producción. Eso, junto a las sequías del cambio climático, les obligará a venir a Europa. A Italia, por ejemplo, donde acabarán tratados como esclavos en la recogida de tomates. Esta es la triste realidad”.
Pero pese a tanta reflexión negativa, Petrini cree posible cambiar las cosas. La trayectoria del movimiento Slow Food, apunta, ha difundido el mensaje de la dignidad de la pequeña producción. Aunque aún hay 815 millones de personas que pasa hambre —la inmensa mayoría campesinos— y cada vez más problemas nutricionales. Por eso, porque cree, sigue peleando. Y se revuelve cuando le preguntan si le molesta que le llamen loco. “Siempre se ha llamado así a quienes tienen visiones que se dan por irrealizables. Pero yo creo que sí podemos cambiar las cosas. Francisco de Asís decía: ‘empieza por hacer lo necesario. Después haz lo posible, y de pronto estarás logrando lo imposible’. A él también le llamaban loco.

ENTREVISTA - MERYL STREEP

ENTREVISTA

Meryl Streep: “Tenemos que combatir el fenómeno de las noticias falsas”

La actriz da vida a la dueña de 'The Washington Post' en 'Los papeles del Pentágono', de Spielberg

Meryl Streep, en el estreno de 'Los papeles del Pentágono' el pasado día 10 en Londres.
Meryl Streep, en el estreno de 'Los papeles del Pentágono' el pasado día 10 en Londres.  AFP
Portar durante décadas la medalla a la mejor actriz viva de Hollywood puede llegar a convertirse en algo, digamos, carente de emoción. La propia Meryl Streep (Summit, Nueva Jersey, 1949) se permitió bromear sobre su condición de estrella incuestionable al recoger su tercer Oscar en 2012. “Cuando dijeron mi nombre sentí que podía escuchar a media América diciendo: ‘Oh, no. Ella, otra vez”, soltó la única intérprete que atesora 20 nominaciones, mientras sujetaba la estatuilla en el escenario.
Cinco años después, Streep recogía el Globo de Oro de honor a su trayectoria (que se sumaba a los ocho que ya había recibido durante la misma). Pero en esta ocasión prefirió regalar a los periódicos titulares en forma de elegantes mandobles verbales a Donald Trump. Sus palabras merecieron el inevitable decreto en 140 caracteres del presidente tuitero, que la llamó “lacaya de Hillary” y “una de las actrices más sobrevaloradas”. El discurso se hizo viral y proporcionó a Streep su hueco de honor en la diana de la ira republicana.
“Atacarnos es fácil y genera mucha atención”, reconoce Streep, en un encuentro con un grupo de periodistas en Londres el pasado día 11, con motivo del estreno de Los papeles del Pentágono, antes de las nuevas Marchas de las mujeres que este fin de semana han sido convocadas contra Trump en numerosas ciudades, al cumplirse un año de la investidura del presidente estadounidense.
“Podemos ser percibidos como frívolos, con nuestros nombres escritos con grandes letras iluminadas. Todo eso, la parte más tonta de nuestro trabajo, nos convierte en idóneos para ridiculizar. Pero ahora asistimos a una coalición de Hollywood con otros muchos grupos desautorizados por el presidente. Con la comunidad artística, con los medios… Eso va a ser una alianza muy poderosa”.
Todo bien. Streep nunca ha ocultado sus ideas progresistas. El problema fue cuando los golpes le empezaron a llegar del otro extremo del espectro político. Saltó el escándalo de Harvey Weinstein. Y hubo quien vio en el silencio inicial de la gran dama de Hollywood complicidad con el depredador sexual. “Tu silencio es el problema”, le espetó la mismísima Rose McGowan en Twitter.
Pero Streep, lejos de callarse, abrazó con pasión la campaña de Hollywood contra la discriminación y el acoso sexual. Todo ello ha provocado un inesperado despertar político de la actriz. Y parece cómoda en su nuevo papel.
“Estamos ante un cambio sísmico global”, advierte. “Es como un avión que se construye a medida que avanza por la pista de despegue. Es un movimiento muy interesante para estar implicada, porque no hay una jerarquía. No se sabe quién es el mandamás, es como una colmena de abejas. Más y más gente se une, pero nadie está ganando dinero con ello y se están moviendo muchas cosas. Eso es bueno, porque necesita volar. Debe alumbrar a otras industrias, a las empresas, los Gobiernos, la Iglesia, el Ejército. Las desigualdades y el desequilibrio del poder no suceden solo en Hollywood. La explotación de las mujeres, de su trabajo, de su reticencia a dar un paso adelante, es algo que atraviesa toda la sociedad. Este movimiento crece y lo más alentador es que siento que no es un episodio aislado. No creo que vaya a desaparecer. Ya no hay marcha atrás”.
El encuentro con la actriz coincide con la publicación de la carta de un grupo de artistas francesas, encabezadas por Catherine Deneuve, que alertan contra una ola de nuevo puritanismo. Streep prefiere no entrar al trapo hasta leer con detenimiento el texto, pero sí quiere señalar que la frontera está clara. “¿Creo en ligar? Absolutamente. Coquetear nunca será ilegal”, explica. “Pero otros tipos de comportamiento sexual predatorio, esos son los que van a caer. Creo que no es difícil de entender para los hombres. Si están en el metro y un hombre más fuerte presiona su erección contra ellos, eso no es ligar. Es un delito. Y es un intento de dominación. Esto tiene que ver con el poder. No se trata de ligar. Se trata de establecer quién está por encima de quién”.

Una decisión arriesgada

En la ficción, Streep ha elegido el personaje adecuado para acompañar esa campaña por el empoderamiento de las mujeres. En Los papeles del Pentágono, la actriz da vida a Katharine Graham, la presidenta de The Washington Post, una mujer en un mundo de hombres. “Una mujer que toma una decisión de arriesgarlo todo por la libertad de prensa está realmente sola en esa decisión”, explica Streep, con opciones a ser candidata de nuevo al Oscar por el papel.
A nadie se le escapa la vigencia de los hechos que narra la película, que Spielberg define como “un ramo de flores a todos los periodistas”. Hoy, como en aquellos años de Nixon, la prensa sufre el acoso sistemático de un inquilino republicano de la Casa Blanca. Para Streep, defender a los periodistas de los ataques es labor de todos. “Prestan un importante servicio a la nación”, recuerda. “Todos debemos apoyarlos y, ahora más que nunca, acallar los intentos de ciertos poderosos de controlar su trabajo y deslegitimar las instituciones que les dan empleo y los apoyan. Hay que combatir el fenómeno de las fake news [noticias falsas]. Comprender que a menudo las voces que parecen ser de tu propia cultura están ahí para dividir y derribar las instituciones democráticas. Pero he visto un repunte en la calidad del periodismo. La crisis que atraviesa la prensa lo exige. Hay un aluvión de gente que llama a las puertas de las escuelas de Periodismo por todo el país”.
La irrupción de personajes como Trump o Weinstein, advierte la actriz, puede paradójicamente tener un efecto positivo. “Yo creo que podemos acabar agradeciendo a Trump por habernos mostrado los peligros del mal uso del poder. Igual que podremos agradecer a Weinstein por el momento en que el mundo cambió, aunque lo hiciera sobre los cuerpos de las mujeres, su dolor, su sufrimiento y su sangre. Al final, moverán a todo el mundo hacia delante”.

ALIMENTACIÓN - PECHUGA DE PAVO

Pechuga de pavo: la mayoría con muchos aditivos y poca carne

Si la semana pasada tocó la revisión del jamón cocido, ahora llega el momento de hacer lo mismo con su equivalente de pavo (pechuga o jamón). Nuevamente me ha salido una extensa tabla con un total de 38 productos de muy diversas marcas. Aquí puedes ver la tabla con más detalle.
Tabla comparativa de aditivos en la pechuga de pavo
En este enlace puedes ver la tabla más grande
La marca más recomendable de todas las que he encontrado es una de las que también ocupaba las primeras posiciones cuando el jamón cocido: “All Natural” de El Pozo ya que únicamente declara dos aditivos, el E-407, carragenanos, y el E-301, ascorbato sódico. Con este último no hay motivos de preocupación, pero sí con el anterior. De hecho, ya comenté alguno de sus potenciales riesgos en la entrada dedicada al jamón cocido. La gran virtud de esta marca es que no añade ni conservantes ni fosfatos, lo que la convierte en la más recomendable de todas. Entre sus defectos está el incorporar los carragenanos y su bajo porcentaje de pavo, tan solo un 64%.
La segunda posición de la tabla la ocupa Delicato, una marca blanca de supermercados Aldi (no confundir con su fiambre de pavo). No presenta carragenanos, pero sí incorpora el conservante E-250, nitrito sódico, y el E-451, trifosfatos. De ambos aditivos ya he hablado también hasta la saciedad. En la mencionada entrada del jamón cocido expliqué con cierto detalle los riesgos de consumir nitritos en demasía, y sobre los fosfatos solo recordar que su ingesta en dosis elevadas puede provocar una disminución de la absorción de calcio, magnesio y hierro y puede generar un desequilibrio en la proporción calcio/magnesio en el organismo. La gran ventaja de esta marca es que el 90% del producto es carne de pavo, el mayor porcentaje, con diferencia, que he encontrado.
El resto de marcas de la tabla no me parecen nada recomendables puesto que tienen nitritos, fosfatos y carragenanos. Las que aparecen a partir del puesto 21 presentan también potenciadores del sabor y/o colorantes, lo que las convierte en las marcas que debemos evitar a toda costa ya que a ninguno de los consumidores nos gusta que nos engañen disfrazando un producto mediocre con saborizantes y colores atractivos.
All Natural y la pechuga de pavo cocida Delicato (Aldi), las más recomendables
Un par de cosas más antes de concluir. La primera es que, en general, el porcentaje de carne de pavo en los productos es inferior que en el caso del jamón cocido. En aquel producto muchas marcas contenían entre el 70 y el 90% de carne de cerdo, mientras que en este caso la inmensa mayoría apenas supera el sesenta y pico por ciento. Al final, lo que ocurre es que acabas pagando el agua a precio de pavo. Por cierto, en este enlace se pueden aclarar muchas dudas acerca de las diferencias entre los fiambres y la pechuga de pavo cocida.
La segunda cuestión es que quiero agradecer públicamente a Daniel, un lector de este blog, su amable colaboración para poder incorporar a esta tabla los datos de la marca Eroski. ¡Muchas gracias!
Mi conclusión es la misma que la de la semana pasada: podríamos ir alternando “All Natural” de El Pozo y Delicato para no tomar de manera constante ni carragenanos ni los nitritos, pero en cualquier caso no conviene tomar este producto a diario, no solo por los aditivos, sino también por su considerable cantidad de sal, entre otros motivos.a