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La Historia Que Un Viejo Sabio Una Vez Me Dijo


 
Un hombre de 92 años, bajito, y muy bien presentado, se traslada a un hogar de ancianos. 
 
Su esposa de 70 años murió recientemente, y él se vio obligado a dejar su hogar.
 
Después de esperar varias horas en el vestíbulo de la casa de retiro, el viejo sonríe suavemente mientras alguien le informa que su habitación está lista.
 
Mientras camina lentamente hacia el elevador, usando su bastón, la persona que lo acompaña empieza a describirle su pequeña habitación, incluyendo la hoja colgada en la ventana que sirve de cortina.
 "Me gusta mucho", dice con el entusiasmo de un niño de 8 años de edad que acaba de recibir un lindo cachorro.
 
"Señor, pero si ni siquiera ha visto la habitación. Espere, en un momento estaremos allí"  

"Eso no tiene nada que ver", responde.
 
"La felicidad es algo que yo elijo por adelantado, sin importar si me gusta o no. El ambiente no depende del mobiliario o la decoración, sino de cómo yo decido verlo..."
 
 "Ya decidí en mi mente que me gusta mi habitación. Es una decisión que tomo cada mañana cuando me despierto".
 
"Yo puedo elegir. Puedo pasar mi día en cama enumerando todas las dificultades que tengo con las partes de mi cuerpo que ya no funcionan muy bien, o puedo levantarme y dar las gracias al cielo por aquellas partes que todavía están trabajando en orden.
"Cada día es un regalo, y siempre que tenga la oportunidad de abrir mis ojos, me centraré en el nuevo día, y en todos los recuerdos felices que he construido durante ella".
"La vejez es como una cuenta bancaria. Uno retira en la vida posterior lo que ha depositado en el camino."

UN HOMENAJE A SERRAT Y A ESOS "LOCOS BAJITOS"





Seguro recuerdas aquel día en que tu pequeño nació, y te llenaste de amor, vértigo, temor y felicidad en un mismo momento. Seguro también recuerdas cuando dio su primer paso y dijo su primera palabra, cuando lo llevaste por primera vez al jardín y pensaste que morirías por no verlo a cada instante. Los niños nos alborotan la vida, nos llenan de responsabilidades, pero nada de eso se compara al amor, alegría y bienestar que nos brindan a cambio. Esta emotiva canción de Joan Manuel Serrat intenta definir un poco todo lo que representan esos "Locos Bajitos".

Las mentiras que nos contamos


Las mentiras que nos contamos
(Mentir implica mala voluntad, y es algo que siempre se hace intencionadamente, porque mentir es decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, se cree, o se piensa. Cuando se miente siempre hay una voluntad deliberada en ello, no se miente “sin querer”)
En mi opinión, prácticamente todas las personas nos contamos a nosotros mismos algunas mentiras. Más o menos gordas o graves. En la mayoría de las ocasiones nos damos cuenta de que realmente son mentiras, pero en casi todas esas ocasiones las aceptamos como un mal menor porque nos interesa creer en ellas. Creérnoslas.
Hay una mezcla de razones que nos hacen actuar de ese modo.
Una de ellas es que no siempre tenemos claro qué es la mente, dónde empieza la mente, cuándo es la mente quien refleja nuestra opinión sincera, y cuándo somos nosotros los que manipulamos la mente para que nos diga exactamente lo que queremos oír.
Otra de las razones es la propia desconfianza. Como estamos tan poco seguros de algunas de nuestras acciones, o de nuestros pensamientos, acabamos dando más credibilidad a lo que es más favorable para nuestros intereses.
Hay otra razón, y es que la relación con nuestra mente, o con nosotros mismos, es secreta y no tenemos que dar cuentas a nadie, lo que nos permite conformarnos con respuestas embusteras que no dejaría pasar cualquier persona a la que se lo comunicásemos.
Son variadas las motivaciones que hacen que aceptemos como verdades –o como medias verdades, por lo menos- las cosas que no lo son.
A veces es por comodidad, porque la respuesta verdadera implicaría situaciones desagradables, una bajada de la moral, inquietudes, miedo, cambio hacia peor del concepto que tengamos de nosotros mismos, sensación de frustración por nuestra vida y por la forma de vivirla o malvivirla.
A veces es un mecanismo interno de defensa que nos puede venir bien porque el momento en que nos encontramos es un momento delicado en el que, por las circunstancias que sean, no estamos capacitados para afrontar la realidad y enfrentarnos a ella.
A veces es, simplemente, cobardía frente a la verdad o la realidad, que es muy dura, o nos lo parece. Creemos no estar capacitados para soportarlas, así que nos hacemos una mentira a medida y una vez que la hemos elaborado, nos centramos solamente en buscar las razones que puedan justificar haberlo hecho, olvidándonos intencionadamente o negando las razones que nos demuestran que la elección no es la adecuada aunque sea la más cómoda.
Si uno es consciente de que se está mintiendo, pero al mismo tiempo se da cuenta de que creer en esa mentira le interesa en ese momento, le es indispensable para sobrevivir, para seguir adelante, pero si al mismo tiempo tiene para consigo mismo el compromiso de dejarlo en “mentira provisional de subsistencia que será remediada en cuanto el momento sea propicio”, esta actitud hasta se puede llegar a aceptar y ser comprensible.
Las mentiras pueden ser en muchas ocasiones más agradables y menos hirientes que la verdad, pero… son mentiras, no son ciertas, son falsas, no son reales. Y esto requiere que sea perfectamente asumido. Contra esto sí que no hay excusas que se puedan aceptar
Reconocer que uno se miente, a veces, y de un modo tan sutil que casi no se da cuenta, o que lo infravalora intencionadamente para no sentirse muy culpable, es un buen primer paso.
No hay siempre hay que sentirse mal por mentirse, pero hay que evitarlo.
No hay que olvidarse de que somos Humanos, y eso implica, entre muchas otras cosas, tener miedos, inseguridades, y tener que seguir adelante en la vida a pesar de no estar expresamente preparados para ello.
Una vez expuesto lo anterior, dejo constancia de que, en mi opinión, el peor y más grave pecado que puede cometer una Persona que está en un Proceso de Desarrollo Personal, es el de mentirse.
Y, en mi opinión, mentirse conscientemente –sin una justificación que sea absolutamente convincente- es un pecado imperdonable.
La verdad, en ocasiones, es dura y es difícil, pero… es la verdad, o sea, la realidad. Y es conveniente vivir en la realidad.
Es conveniente afrontar los hechos, aceptar lo que hay y lo que es cierto, actuar con sinceridad, y ponerse a la tarea de resolver los asuntos que lo requieran.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales

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