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EL LIBRO DEL TESORO


 
 
 
   

 
 

 
 
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UN CEREZO EN EL BALCON


El cerezo se convirtió en el maestro de Laia y también es un buen ejemplo para cada uno de nosotros: la Vida transcurre aquí y ahora…

Y esta es la introducción del libro “Un cerezo en el balcón: practicar zen en la ciudad

Introducción


Hace unos años me regalaron un cerezo.
Exactamente un cerezo japonés.*
Yo vivo en la ciudad.
Quien me lo regaló sabe muy bien que me gusta el campo y la naturaleza, pero cuando lo vi aparecer con el cerezo… ¡pensé que era un desatino!
¿Qué vida podía ofrecerle yo al arbolito? ¿Sería suficiente para su sano desarrollo un tiesto en mi balcón? ¿Podría llegar a desarrollarse, dar frutos y ser feliz sin expandir sus raíces en plena tierra?
Hace años que practico la meditación Zen y mirando mi árbol comprendí de repente que teníamos mucho en común. Yo, como él, vivía con limitaciones de espacio, en un pequeño apartamento de la ciudad, sin demasiado contacto con la tierra. Como él, procuraba adaptarme lo mejor posible a mis circunstancias y, a pesar de todo, el fructificar en medio del humo, el ruido y el estrés de la ciudad.
Mirándolo día a día fui aprendiendo de él. Se convirtió en motivo de reflexión y en maestro en el difícil arte de la práctica del Zen en la ciudad. Lejos de cualquier monasterio donde la única preocupación es profundizar en el ejercicio de la meditación, la vida en la ciudad no proporciona muchas oportunidades para permanecer en contacto con nuestro ser profundo. Sin embargo, yo, igual que otras tantas personas, tengo claro que mi vida se orienta hacia la transparencia al Ser Esencial, ese es el motor que impulsa todas mis acciones y todas mis decisiones. El ejercicio de za-zen es mi compañero inseparable, mi maestro y mi enseñanza.
Procuro que cada día sea un campo de experimentación en el arte del vivir centrado. No dudo en actuar, equivocarme, aprender y rectificar constantemente.
Mi cerezo se convirtió en la perfecta alegoría para mi vida. En la plasmación de esa parte de mí serena, que saca provecho de todo lo que tiene alrededor para crecer interiormente, que expresa constantemente su fuerza y su plenitud a través de las más diversas circunstancias.
¿Qué hace un cerezo en un balcón? ¿Qué hace una persona buscando la iluminación espiritual en medio de la cotidianeidad de la ciudad?
Exactamente lo mismo, ejercitarse en vivir el instante presente con plenitud.
Laia Montserrat

GRACIAS A LA VIDA - MERCEDES SOSA


EL MITO DE LA DIOSA FORTUNA - JORGE BUCAY


AMARSE A UNO MISMO

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30 de octubre de 2012
Pensaba cuál es el mensaje más valioso que tengo para compartir, qué dejaría aquí escrito si, por ejemplo, supiera de antemano que es el último artículo que voy a publicar.
¿Y por qué no compartir entonces esa idea ahora mismo?
Bueno, aquí va…
¿Por qué normalmente no podemos experimentar completa felicidad en cualquier situación cotidiana? La foto parece sugerir que sí podíamos…
Foto de un niño feliz
La verdadera felicidad que tanto anhelamos está disponible para nosotros ahora mismo, no es necesario que alcancemos antes ninguna meta ni que se produzca primero ningún cambio en nuestras vidas. El logro de cualquier meta sólo nos provocará un bienestar pasajero, aunque nuestro “sentido común” nos asegure normalmente otra cosa: que la felicidad depende del cumplimiento de nuestros deseos.
Siempre que no nos sentimos plenamente felices estamos esperando que alguna situación se resuelva “favorablemente”, que algo cambie, que se solucione cierto problema, que se cumpla alguno de nuestros deseos. Pero a largo plazo, aún cuando alcancemos algunas de estas metas, el cuadro general parece ser siempre el mismo y la felicidad permanece como un estado ideal e inalcanzable.
No hay nada de malo en tratar de cumplir nuestros deseos… ¡al contrario! Los deseos son esenciales para darle sentido a nuestras vidas, nos señalan el camino que queremos recorrer. Pero si sentimos que sólo cuando se cumplan podremos ser felices entonces pasan a convertirse en “apegos”, y se transforman precisamente en los obstáculos que nos impiden alcanzar la felicidad.
Y, paradójicamente, tal como predice la Ley de Atracción, sentirnos bien ahora y experimentar ya la plenitud y la alegría que anhelamos, es la clave para hacer realidad nuestros deseos.
Los chinos lo dicen de una manera hermosa: “Cuando el ojo no está obstruido, el resultado es la visión; cuando el oído no está obstruido, el resultado es la audición…” Y yo agrego: “Cuando la mente no está obstruida, el resultado es la verdad; y cuando el corazón no está obstruido, el resultado es la dicha…”
Anthony de Mello

ALMAS GEMELAS DE PAULO COELHO




"...En ciertas reencarnaciones, nos dividimos. Así como los
cristales y las estrellas, así como las células y las plantas,
también nuestras almas se dividen.

Nuestra alma se transforma en dos, estas nuevas almas se
transforman en otras dos, y así en algunas generaciones,
estamos esparcidos por buena
parte de la tierra.

Hacemos parte de lo que los alquimistas llaman el ANIMA MUNDI,
el Alma del Mundo.

En verdad, si el ánima mundi se limitara a dividirse, estaría
creciendo pero también quedándose cada vez más débil. Por eso,
así como nos dividimos, también nos reencontramos.
Y ese reencuentro, se llama Amor.

Porque cuando un alma se divide, siempre se divide en una
parte masculina y una femenina.

...En cada vida, tenemos una misteriosa obligación de
reencontrar por lo menos, una de esas Otras Partes...
...- ¿Cómo es posible reconocer a la Otra Parte? -
Es posible conocer a la Otra Parte por el brillo en los ojos:
esa, es la tradición del sol; así, desde el inicio de los
tiempos, las personas reconocían a su verdadero amor.

Según la tradición de la luna, existe otro
procedimiento: un tipo de visión que mostraba un punto
luminoso situado encima del hombro izquierdo de la Otra Parte.
Corriendo riesgos. Corriendo el riesgo del fracaso, de las
decepciones, de las desilusiones, pero nunca dejando de buscar
el Amor.

Quién no desista de la búsqueda, vencerá.
...Somos responsables de reunir nuevamente, a la Otra Parte
que se cruzará en nuestro camino.

Aunque sea por unos instantes siquiera; porque esos
instantes traen un amor tan intenso que justifica el resto de
nuestros días.

También podemos dejar que nuestra Otra Parte siga adelante,
sin aceptarla o siquiera percibirla.

Entonces necesitaremos más de una encarnación para
encontrarnos con ella.Y, por causa de nuestro egoísmo, seremos condenados al peor
suplicio que hemos inventado para nosotros mismos:

¡La soledad!

PAULO COELHO