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La depresión duele, literalmente

Rincón de la Psicología

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Posted: 03 May 2018 01:00 AM PDT

Todo aquel que haya experimentado un episodio de depresión mayor sabe que se trata de una condición dolorosa. No es la simple tristeza o apatía sino de un dolor más profundo que se refleja en las expresiones faciales, la voz y el lenguaje corporal. Ese dolor, al igual que el dolor físico, llega a ser preocupante, molesto y nos impide concentrarnos en cualquier otra cosa. 

De hecho, un estudio realizado en el Departamento de Investigación Clínica de Lilly reveló que el 80% de las personas que sufren depresión también presentan dolor físico. En muchos casos los síntomas dolorosos enmascaran la depresión ya que la persona acude al médico por dolores y quejas somáticas que en realidad forman parte del cuadro depresivo y para las cuales, el consumo de analgésicos suele ser ineficaz. 

Los síntomas dolorosos que forman parte del síndrome depresivo limitan la recuperación e impactan negativamente en la calidad de vida. El “dolor emocional” no es una metáfora. La depresión mayor duele de verdad, hasta el punto de llegar a ser intolerable y llevar a estas personas a pensar en el suicidio como una vía para acabar con ese sufrimiento. Diferentes estudios muestran por qué la depresión duele y los aspectos en común con el dolor físico. 

Los 5 puntos que comparten el dolor físico y psicológico 


1. El dolor físico y psicológico activa áreas similares del cerebro 

El dolor psicológico y el dolor físico suelen activar las mismas regiones del cerebro. Las áreas que a menudo se asocian con ambos tipos de dolor son: la ínsula (que facilita el conocimiento de nuestros estados internos), las regiones de la corteza frontal, incluida la corteza cingulada anterior, y el tálamo, la zona donde se filtran todos los estímulos sensoriales para determinar cuáles son significativos y cuáles intrascendentes. 

La diferencia más notable a nivel cerebral entre el dolor físico y psicológico es que el dolor físico activa las regiones somatosensoriales del cerebro, aquellas que están involucradas en nuestro sentido del tacto. Al contrario, el cerebro interpreta la angustia psicológica y el sufrimiento de manera similar a la angustia física pero sin poder determinar un área específica del cuerpo de la cual emana el dolor. 

2. Neurotransmisores comunes 

Además de las áreas comunes del cerebro, el dolor físico y el emocional están relacionados con la presencia de neurotransmisores similares, como la serotonina, GABA, glutamato y norepinefrina. De hecho, los medicamentos para la depresión, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), también se recetan para algunos tipos de dolor, sobre todo el dolor neuropático. 

Existe un neurotransmisor llamado “Sustancia P” que está estrechamente vinculado con nuestra capacidad para detectar amenazas y experimentar dolor físico, además de estar involucrado en la depresión. Se ha apreciado que los niveles de “Sustancia P” en las personas deprimidas guardan relación con ciertas diferencias estructurales a nivel cerebral provocadas por la depresión. 

3. Aumenta la inflamación 

Las citoquinas son proteínas que regulan la respuesta inflamatoria en el organismo. La inflamación está estrechamente relacionada con el dolor físico, lo cual explica por qué los medicamentos antiinflamatorios como el ibuprofeno alivian el dolor. 

Curiosamente, las personas con depresión mayor también tienen niveles más elevados de citoquinas pro-inflamatorias. Se conoce que el estrés crónico desencadena la liberación de citoquinas pro-inflamatorias, que a su vez conducen a la neuroinflamación (inflamación dentro del cerebro) y la aparición posterior del cuadro depresivo. 

4. Mayor sensibilidad al dolor 

Cuando estamos deprimidos, solemos ser más sensibles al dolor; el término clínico para esta condición es hiperalgesia. El factor común en la depresión y la sensibilidad al dolor puede ser el estrés crónico. El estrés agudo suele provocar una disminución de la sensibilidad al dolor, como cuando tienes demasiada prisa y ni siquiera notas que te has cortado. 

Sin embargo, el estrés crónico mantenido a lo largo del tiempo tiene un efecto inverso: aumenta la sensibilidad ante el dolor. Esa hiperalgesia es la que hace que la depresión duela, de manera que la persona nota incluso las pequeñas molestias  que de otra manera ignoraría. En la base de ese mecanismo también podría encontrarse un funcionamiento defectuoso del tálamo, una de las zonas afectadas en la depresión mayor, la cual comenzaría a catalogar las molestias leves como dolorosas. 

5. Es más difícil concentrarse y hacer las tareas cotidianas 

El dolor físico es difícil de ignorar, lo cual se debe a que nos alerta de que algo anda mal y debemos tomar medidas para solucionarlo. El dolor psicológico funciona de manera similar, haciéndonos saber que algo no anda bien para que hagamos algo al respecto. 

Obviamente, ese dolor y malestar nos impide concentrarnos y dificulta nuestras tareas cotidianas, haciendo que algunas de ellas se conviertan en misiones titánicas ya que representan un esfuerzo considerable. Aún así, el dolor tiene un lado positivo ya que se trata de una respuesta fisiológica que nos impulsa a la acción, nos motiva a hacer cambios para salir de ese estado. De hecho, muchas de las personas que buscan ayuda para combatir la depresión, lo hacen porque quieren aliviar ese sufrimiento. 


Fuentes: 
Kim, Y. K. et. Al. (2016) The role of pro-inflammatory cytokines in neuroinflammation, neurogenesis and the neuroendocrine system in major depression. Progress in Neuro-Psychopharmacology and Biological Psychiatry; 64: 277-284. 
Goesling, J., Clauw, D. J. & Hassett, A. L. (2013) Pain and depression: An integrative review of neurobiological and psychological factors. Current Psychiatry Reports; 15: 421-428. 
Meerwijk, E. L.; Ford, J. M. & Weiss, S. J. (2013) Brain regions associated with psychological pain: Implications for a neural network and its relationship to physical pain. Brain Imaging and Behavior; 7: 1-14. 
Romera, I. et. Al. (2010) Generalized anxiety disorder, with or without co-morbid major depressive disorder, in primary care: Prevalence of painful somatic symptoms, functioning and health status. J Affect Disord; 127(1-3): 160-168.
Sommer, C. & Kress, M. (2004) Recent findings on how proinflammatory cytokines cause pain: Peripheral mechanisms in inflammatory and neuropathic hyperalgesia. Neuroscience Letters; 361: 184-187. 
Schwarz, M. J. & Ackenheil, M. (2002) The role of substance P in depression: Therapeutic implications. Dialogues in Clinical Neuroscience; 4: 21-29.

Una mala relación de pareja puede romperte el corazón, literalmente, sobre todo si eres mujer


El amor es una de las cosas más maravillosas que existe. Sin embargo, una mala relación de pareja es justo lo opuesto, puede convertirse en una auténtica pesadilla. De hecho, las personas que están inmersas en una relación de pareja conflictiva se exponen a un riesgo mayor de tener problemas del corazón.

Una relación de pareja conflictiva daña el corazón


Diferentes estudios han demostrado que las personas casadas suelen ser más saludables que los solteros o divorciados. Sin embargo, no todos los matrimonios son positivos, la calidad de la relación es un factor fundamental que determinará si la persona que tienes a tu lado te ayuda a combatir los problemas o, al contrario, los genera.

De hecho, los efectos negativos de un mal matrimonio se aprecian fundamentalmente en las mujeres, según descubrió un estudio realizado en el Instituto Nacional de la Salud. Estos psicólogos les dieron seguimiento durante un periodo de cinco años a 1.200 personas con edades comprendidas entre los 50 y 80 años.

Los investigadores se centraron fundamentalmente en la salud cardiovascular, analizando desde el nivel de colesterol hasta los infartos y los ictus. Luego compararon su estado de salud con el nivel de satisfacción que experimentaban en su matrimonio. Se indagó sobre la cercanía emocional con la pareja, el grado de felicidad en el matrimonio y cuán crítica o demandante era la persona con quien compartían su vida.

Al cruzar los datos los investigadores descubrieron que la calidad del matrimonio estaba relacionada con la salud cardíaca, sobre todo de la mujer. Constataron que un mal matrimonio es una fuente constante de estrés, el cual genera cambios en el organismo que tienen un efecto acumulativo y que pueden terminar causando problemas cardiovasculares. 

De hecho, no se trata de que después de una discusión de pareja puntual provoque un infarto. Los investigadores explican que nuestro cuerpo recuerda, por lo que las secuelas de una mala relación de pareja aparecen con el tiempo. 

¿Por qué las mujeres son más vulnerables?


No es el primer estudio que encuentra una correlación entre los conflictos de pareja y los problemas cardiovasculares en las mujeres. De hecho, una investigación realizada en unas 300 mujeres suecas encontró que el riesgo de sufrir un infarto se multiplica por 3 cuando existen problemas serios en el matrimonio. Resulta curioso que el estrés generado por las presiones laborales no representaba un riesgo tan elevado para la salud.

Los investigadores creen que las mujeres son más vulnerables porque tienden a somatizar sus sentimientos, se deprimen con mayor facilidad y son más sensibles a los problemas en la relación de pareja. En este sentido, también se ha apreciado que cuando las mujeres se enferman, la relación de pareja se suele deteriorar, pero no ocurre lo mismo cuando quien se enferma es el hombre. Esto podría deberse a que las mujeres suelen asumir con mayor facilidad el rol de cuidadoras y se preocupan por no agudizar el estrés mientras que los hombres podrían no ser tan sensibles cuando sus parejas enferman.


Fuentes:
Liu, H. & Waite, L. (2014) Bad Marriage, Broken Heart? Age and Gender Differences in the Link between Marital Quality and Cardiovascular Risks among Older Adults. Journal of Health and Social Behavior; 55(4): 403-423.
Orth, K. et. Al. (2000) Marital Stress Worsens Prognosis in Women With Coronary Heart DiseaseThe Stockholm Female Coronary Risk Study. The Journal of the American Medical Association; 284(23): 3008-3014.