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DE VIAJE - VIAJAR CON UNA SILLA DE RUEDAS

De viaje

Viajar con una silla de ruedas puede ser complicado pero no imposible
Silla de ruedas en un Intercity
Silla de ruedas en un Intercity
Decía Pablo en la entrevista que publicamos ayer que una de las desventajas de ir en silla de ruedas es que viajar resulta más complicado. Coincido. Tienes que ir acompañado de gente que sepa “manejarte” y, según dónde vayas, averiguar cómo está el transporte, los edificios, la ciudad… Bueno, esa es la teoría. Al final, he viajado donde he querido y me he apañado más o menos bien. Siempre, como dirían los Beatles, with a little help of friends.
No es por alardear, pero estuve 1 semana en Roma con 16 años, me fui con una furgoneta un puente a Grenoble, viví 4 meses en Inglaterra, disfruté de unas vacaciones de lujo en Cuba y e hice una escapadita a Bruselas. No soy Willy Fogg pero tampoco me he quedado en el pueblo :)
Pero debe de ser que me hago mayor porque hace un par de semanas viajé a Valencia y la experiencia no fue muy agradable (desde este punto de vista: lo pasé muy bien y comí un arroz a banda delicioso).
Un amigo y yo íbamos a estar 4 días en casa de una pareja amiga en la tierra de la horchata y los trajes. La idea era llevar la silla eléctrica y no la manual (tengo una de cada, para diferentes usos), y así no tener que ir empujando todo el día. El problema es que de Zaragoza a Valencia no hay AVE, el medio ideal si vas en silla, como Pablo señaló en este post. La alternativa era el autobús.
Descubrimos que la empresa que hace ese recorrido tiene un bus adaptado. Sonaba bien. Reservamos los billetes y llamé a Autobuses Jiménez: “Hola, voy a ir de Zaragoza a Valencia tal día a tal hora; querría un bus con plataforma”. Me tomaron mis datos y asunto resuelto, el bus estaría esperándome en la estación.
Al llegar, nos acercamos y pedimos que bajaran la plataforma. Así lo hizo y me monté en ella. Era un peligro. No era un sistema al uso, era una simple plancha metálica. No había barras de seguridad, no había un mínimo quitamiedos y se movía demasiado deprisa. Al subir a la altura de los asientos había que recorrer un escaso metro, maniobrar y colocarte en el sitio. Hacía tiempo que no pasaba tanto miedo. Aquello era una pasarela digna de Indiana Jones. Estrecha y sin nada a los lados más que una caída dolorosa. Sólo tenía que ir recto, de acuerdo, pero no podía ver si iba bien, si me desviaba y me acercaba al vacío.
Una vez dentro, convencimos a unos pasajeros para que nos dejaran los asientos de detrás del hueco para la silla, mucho más cómodos que el resto, ya que había espacio para estirar las piernas.
Cuatro horas después, la bajada en Valencia casi fue peor.
Así que decidí volver entren. Llamé al servicio de atención a retrones de Renfe y tras 5 minutos de conversación y 5 euros gastados, supe cómo volver a Zaragoza sin pasar miedo. La verdad es que la gente de Atendo es encantadora. Los de las estaciones suelen ser latinoamericanos (aunque ahora se ven más españoles, cosa de la la crisis) y te tratan de maravilla. Por teléfono planteé la posibilidad de ir en AVE hasta Madrid y enlazar con otro tren a Zaragoza; me dijeron que lo más barato y sencillo era coger un Intercity. El sistema de acceso y el sitio reservado para sillas es similar al del AVE.
Llegué a la estación y pregunté en el servicio de atención a viajeros. Tenían mi nombre en una lista. Me ayudaron a subir con una plataforma segura y me senté sin ayuda en la zona retrón frente a mi silla de ruedas. Como el tren no iba lleno, tenía la contigua para mí solo. De lujo. Cinco horas después (sí, cinco), otro trabajador de Atendo me esperaba en la puerta del tren.
La conclusión es similar a la que saco al pensar en la pseudoeliminación de barreras. Como diríaYoda: “Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”. Si quieres rebajar un escalón, pon una rampa con pendiente suave; si quieres que puedan subir sillas a un autobús, prepara una plataforma segura.
Mientras subía al bus en Zaragoza, le dije al chófer que esa rampa era muy peligrosa. “No suele usarse mucho”, me contestó. No me extraña.