Científicos estimaron que en general guardamos una media de 13 secretos, cinco de los cuales nos llevaremos a la tumba.
El problema es que si los secretos son muchos e importantes, pueden afectar a la satisfacción en la pareja, el bienestar e incluso la salud física.
En ocasiones confesar los secretos es hasta terapéutico.
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Todos guardamos secretos. Por mucho que algunas personas aseguren que no tienen “nada que ocultar”, lo cierto es que nadie escapa a la regla: todos poseemos una cierta cantidad de información que no estamos dispuestos a compartir ni siquiera con nuestros familiares y amigos más cercanos. En promedio, cada uno tiene unos 13 secretos, y hasta cinco de ellos no los revelaremos nunca. Así afirman los resultados de un estudio reciente, uno de los más exhaustivos sobre esta materia que se han realizado jamás.
Para llegar a esas conclusiones, Michael Slepian, Jinseok Chun y Malia Mason, expertos de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, analizaron una muestra de 13.000 secretos, distribuidos en diez investigaciones previas. Se propusieron, de ese modo, comenzar a subsanar la escasez de estudios sobre el tema, que atribuyen sobre todo a dos motivos. El primero es que los secretos, por definición, no se pueden conocer: por lo tanto, lo que se puede estudiar no son tanto ellos mismos como sus efectos.
El segundo motivo tiene un alcance mayor. Los trabajos previos habían definido el secreto como una información que una persona ocultaba a otra de manera intencional en una situación de interacción. En este caso, en cambio, los investigadores han desarrollado una definición más amplia de secreto: es algo que se esconde no solo en una situación en que es necesario esconderla, sino durante todo el tiempo. Y es este hecho, precisamente, el que tiene consecuencias negativas para la salud.
Más secretos, menos calidad de vida
¿Cuáles son esas consecuencias negativas? Pues resultan afectados, explican estos especialistas, aspectos tales como la satisfacción en la pareja, la autenticidad, el bienestar y la salud física. El documento explica que "aunque la intención del secreto es ocultar algo, pocas veces uno necesita ocultarlo de manera activa". Sin embargo, en numerosas ocasiones la mente dedica tiempo y energía a pensar en ese secreto, y es "la frecuencia de esos pensamientos, y no la del acto de ocultar el secreto -afirman los investigadores-, lo que permite predecir una baja calidad de vida".
En un trabajo de unos años antes, el propio Michael Slepian y otros colaboradores habían llegado a la conclusión de que guardar secretos representa un esfuerzo físico tan grande como el de literalmente cargar un peso. Para determinarlo se basaron en un conocimiento demostrado con anterioridad: cuando alguien lleva una carga y se le muestra la imagen de una colina, le parece más empinada cuanto mayor es el peso que soporta. Lo mismo cuando se le muestra un punto en la distancia: le parece más lejano cuanto mayor peso lleva.
Pues bien, en este experimento se pidió a distintas personas que pensaran en secretos de diversa importancia, desde algunos de mucho peso a otros de poca relevancia. Los resultados fueron elocuentes: cuanto mayor era el "peso" del secreto, más empinada veía las colinas y más largas las distancias. Por ello, afirma el trabajo, "los secretos le pesan a la gente tal como las cargas físicas".
Diferentes tipos de secretos
Para sus estudios, Slepian y su equipo clasificaron los secretos en 38 categorías diferentes, que van desde haber hecho daño a alguien y ocultarlo ante los demás, haber padecido de una adicción o haber robado algo hasta haber mentido, haber sido infiel en una relación de pareja o planear una sorpresa, como proponer matrimonio o agasajar a un amigo.
Pero Art Markman, doctor en psicología y marketing de la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos, y también especialista en el estudio de los secretos, establece en un artículo una clasificación más simple, en tres grandes grupos:
- El primero es el de los secretos que permiten a alguien obtener una ventaja estratégica gracias a la información que posee y la otra persona no.
- El segundo, los secretos cuya divulgación causaría efectos negativos sobre el poseedor de la información.
- El tercero es el caso de los secretos que, si dejaran de serlo, perjudicarían no a quien los conoce sino a otra persona (o más).
Markman también se refiere a la "carga" de mantener un secreto. Se centra en el esfuerzo mental que implica poner atención a lo que uno puede decir, lo que la otra persona sabe y lo que podría llegar a saber."Nuestras mentes tienen una capacidad limitada para procesar información", explica, lo que hace difícil poder manejar todas estas variables, sobre todo si se trata de una discusión compleja o si la información que se oculta afecta a la persona que la conoce, a su interlocutor o a los dos. Y más aún si, para mantener el secreto, su poseedor se ve obligado no solo a omitir información, sino también a mentir.