Todos tenemos un pasado. Y lo queramos o no, este nos condiciona. Es imposible olvidar quiénes hemos sido y qué hemos hecho. Decir lo contrario sería mentirnos a nosotros mismos o asumir una postura ingenua.
No obstante, hay quienes utilizan su pasado como una fuente de sabiduría, para no volver a cometer los mismos errores. Y hay quienes siguen atados emocionalmente al pasado, personas que no logran avanzar porque arrastran un fardo demasiado pesado en el que se entremezclan la culpa y el resentimiento.
En ese fardo se esconden situaciones que no hemos procesado emocionalmente y continúan haciéndonos daño, generando inseguridad o miedo. Sin embargo, no puedes soltar si no sabes qué estás agarrando. Por eso, de vez en cuando es necesario mirar al pasado para descubrir respuestas que expliquen nuestro presente.
¿Cómo saber si aún estás atado al pasado?
Existen algunos signos que indican que aún estás atado emocionalmente a un pasado negativo, que te impide continuar y aprovechar al máximo las oportunidades que te brinda el presente.
1. No quieres hablar de la situación. Cuando hemos aceptado una situación, no tenemos problemas para volver sobre nuestros pasos y hablar de ella, tanto de los aspectos positivos como de los negativos. Cuando algo forma parte de nuestro pasado y lo hemos aceptado plenamente, lo abordamos con naturalidad. Sin embargo, cuando nos negamos a hablar de un tema, es porque este continúa molestándonos o haciéndonos daño de alguna manera, es un signo de que no hemos podido pasar página e integrar esa vivencia en nuestra historia.
2. Experimentas sentimientos negativos que no tienen explicación. A veces, aunque todo esté bien en nuestro mundo, experimentamos vagos sentimientos de dolor, resentimiento o culpa. Esas sensaciones no provienen del presente, no podemos encontrar algo que las origine en el "aquí y ahora" simplemente porque vienen directamente del pasado, de una situación que aún nos está dañando y que no hemos resuelto del todo. Recuerda que el hecho de que sepultemos una experiencia, no significa que no haya existido y mucho menos que deje de causar dolor. Cubrir la herida con una venda hará que no la veas, pero no dolerá menos.
3. Reprimes las emociones. Uno de los signos de alarma de que no hemos hecho las paces con nuestro pasado llega de la mano de la represión de las emociones. Por ejemplo, cuando una persona querida nos abandona y aceptamos la pérdida, logramos recordar viejos momentos con una mezcla de tristeza, alegría y nostalgia. Dejamos de resistirnos al recuerdo porque somos capaces de manejarlo. Sin embargo, en los primeros tiempos reprimimos las emociones y los recuerdos porque estos nos resultan demasiado dolorosos, lo cual significa que aún no hemos aceptado emocionalmente lo que ha sucedido.
4. No puedes controlar tus impulsos. Los impulsos provienen, básicamente, de nuestras emociones. Cuando reprimimos nuestras emociones y sentimientos, estas salen a la superficie como impulsos. Por eso, si siempre estás irritable, si te sientes ansioso y la ira explota con facilidad, es probable que necesites resolver asuntos pendientes de tu pasado.Recuerda que para ejercer un buen autocontrol sobre tus impulsos, necesitas estar en paz contigo mismo.
5. Te sientes limitado, pero no sabes por qué. Se trata de una sensación que todos hemos experimentado en alguna ocasión, una sensación que nos impide dar lo mejor de nosotros mismos pero para la cual no encontramos ninguna explicación lógica. En esos casos, suele tratarse de un trauma que eliminamos de nuestra mente consciente pero que continúa determinando nuestra vida desde el inconsciente. Los miedos irracionales, las creencias limitantes y las excusas para no crecer pueden tener su origen en una experiencia pasada que nos ha marcado emocionalmente y que no hemos sido capaces de procesar.
6. Repites los mismos errores continuamente. Se dice que el hombre es el único animal que choca dos veces contra la misma piedra. Y es cierto, pero cuando chocamos varias veces, es hora de preguntarse qué estamos haciendo mal. Hay personas que se ven envueltas en patrones de comportamiento recurrentes que les hacen cometer una y otra vez los mismos errores. En esos casos, lo que suele pasar es que la persona se está castigando por una experiencia del pasado que no ha asumido, obligándose a vivir continuamente la misma situación.
¿Cuál es la solución?
Toda experiencia encierra aspectos cognitivos y emocionales. Somos muy buenos racionalizando pero muy malos aceptando las emociones, por eso, podemos comprender determinadas decisiones y comportamientos pero no logramos aceptarlos emocionalmente. Sin embargo, hasta que no aceptemos emocionalmente esas situaciones no lograremos pasar página. He aquí algunos consejos para dejar de castigarse por un error del pasado.