Según un estudio científico de la Universidad de Newcastle “las vacas que tienen nombre dan más leche que las anónimas”. ¡Y unos cuantos litros de diferencia!
Como la sorprendente noticia no afina más, yo le aplico el principio aprendido en mis tiempos de Derecho de “no distinguir, donde la ley no distingue”, y considero que la vaca, al tener nombre (con independencia de cual sea), se siente personalizada y con una alta autoestima, por lo que, en agradecimiento, da más leche a su granjero.
Importante noticia, sí señor, y seria, ya que si este comportamiento influye en los sentimientos del animal y cambia positivamente los resultados, ¿cómo es que nos tratamos, entre personas, con tan poca amabilidad, respeto, detalle y desconsideración?
Sabemos que la ley de causa-efecto, dar y recibir, funciona en todo el Universo, tenemos el ejemplo en la naturaleza, en los animales, pero los seres humanos, los “inteligentes”, nos permitimos obviarla cuando se trata de la actitud que adoptamos en nuestras relaciones.
Hoy día, la noticia sorprendente no es la de estas vacas, sino que se den los buenos días al entrar en el ascensor o al llegar al centro de trabajo. Que digamos gracias ante cualquier servicio, favor o atención recibida. Que pidamos por favor lo que queremos que otro nos de o haga por nosotros. Que cedamos el asiento a un anciano en el autobús.
Podríamos darnos cuenta que el señor de la entrada, sí el Conserje, existe, es humano y tiene un nombre. Y el camarero y la dependienta y el chofer del autobús. ¡Imagina lo que supondrían para ellos que se les saludara por su nombre! O a ti, porque quizá seas tu el ignorado y ninguneado.
Estamos muy avanzados, tecnológicamente hablando, sin duda, y más deshumanizados que nunca. Y yo me pregunto, ¿y qué tiene que ver el atún con el betún? Que usemos para comunicarnos el e-mail, whatsapp o facebook con el último modelo de tablet, ¿significa que no respondamos al mismo y demos las gracias, si se tercia? Vale que nos ahorremos dinero y letras del alfabeto, con estos sistemas, pero considero que no es de recibo el ahorro en educación y amabilidad.
Sigue teniendo completa vigencia la exhortación de Gandhi a que seamos el cambio que queremos ver en el mundo, porque el mundo, mal que pese, somos todos nosotros, y como actuemos y nos comportemos, los unos con los otros, serán los resultados que nos mostrará el mundo.
Unas vacas nos lo recuerdan.
Ana Novo
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