Dos monjes zen, Tanzan y Ekido, iban de camino al monasterio. Sin embargo, el día antes había llovido y los senderos estaban llenos de lodo. Cuando pasaron cerca de un pequeño pueblo, encontraron a una joven que vestía un espléndido kimono dorado.
La joven intentaba atravesar un charco de agua pero estaba paralizada, pensando que si mojaba su kimonio, podría arruinarlo y la madre la reprendería duramente.
Sin dudar, Tanzan se acercó a la joven para ayudarla. La cargó y la llevó sobre su espalda hasta el otro lado del charco. Después, los dos monjes prosiguieron su camino.
Cuando llegaron al monasterio, Ekido, que se había mostrado inquieto durante el resto del viaje, le reprochó en tono áspero a su compañero:
- ¿Por qué has tomado a esa joven en tus brazos? ¡Sabes bien que nuestros votos nos lo prohíben!
Tanzan no se turbó, miró a su compañero de viaje y le respondió con una sonrisa:
- Yo cargué aquella joven hace algunas horas. Tú, al contrario, aún la llevas sobre tu espalda.
En la vida cotidiana, nos comportamos en muchas ocasiones como Ekido: no actuamos cuando es necesario pero después, seguimos rumiando la situación. Como le insuflamos vida al pasado, seguimos alimentando la preocupación y nos impedimos pasar página.
Fluir: El secreto para salir del “modo rumiación”
Las rumiaciones son uno de los principales agujeros negros de la mente por el cual se escapa gran parte de nuestra energía. Cuando rumiamos una idea, no tenemos espacio para nada más, y nos agotamos física y mentalmente. Además, nuestro estado de ánimo empeora porque traemos a colación eventos desagradables que generan ira, frustración y resentimiento.
La mayoría de las personas intenta detener el curso de esos pensamientos a la fuerza. Sin embargo, lo interesante es que controlar esos pensamientos a menudo no solo es una tarea inútil sino contraproducente porque mientras más intentemos alejar esas ideas, con más fuerza volverán, es lo que se conoce en la Psicología como “Efecto Rebote”.
En práctica, cuando queremos dejar de pensar en algo, nuestro cerebro se pone a trabajar en “modo rastreo”, y esa idea o pensamiento se hace aún más fuerte. Por eso, la mejor manera para combatir las ideas indeseadas es fluir.
Fluir no solo significa aceptar sino adoptar una distancia emocional, para ver el problema como si fuéramos un observador externo. Una persona que fluye, cuando tiene un pensamiento indeseado, no reacciona negativamente sino que lo abraza y lo deja ir.
¿Cómo aprender a fluir?
1. Deja de pensar en extremos. No pienses en términos de “positivo” o “negativo”, “bueno” o “malo”. No intentes catalogar esos pensamientos indeseados como negativos o malos, simplemente anota su existencia. La rumiación te roba tanta energía precisamente porque te asusta y preocupa.
2. Busca un lugar tranquilo en tu mente. Se trata de una técnica de visualización muy sencilla, en la que debes imaginar un lugar que te haga sentir seguro y relajado. Imagina ese sitio con sus mínimos detalles y deja que las sensaciones que te transmite te embarguen. Mientras lo haces, respira profundamente.
3. Retoma la idea. Retoma esa idea indeseada, ahora con un estado mental más tranquilo. Notarás que ya no te causa la misma ansiedad. Pregúntate de dónde ha surgido esa idea y si vale la pena que sigas pensando en ella o si se trata de una preocupación que no te conducirá a nada. Luego, déjala ir a través de la
técnica “las hojas del río”.
El principal objetivo de estos pasos es restarle impacto emocional a la idea que te preocupa para que puedas pensar con mayor claridad y tomar buenas decisiones.
Sin embargo, ten en cuenta que la mejor manera para evitar las rumiaciones es comportarse como Tanzan: haz lo que tengas que hacer, cuando lo tengas que hacer. Esto significa que si actúas cuando es necesario, dando el máximo de ti, después no tendrás que recriminarte y volver sobre tus pasos.
Cuando estás seguro de que has hecho lo mejor que has podido, con la experiencia y los recursos que tenías a tu alcance, la rumiación no tiene cabida.