Rincón de la Psicología |
Posted: 26 Jan 2018 04:10 AM PST
Desde hace siglos, los grandes pensadores e inventores han ensalzado la semilla creativa del aburrimiento. Mucho antes de que los psicólogos llegaran a comprender la importancia de la “soledad fértil”, Bertrand Russell había dicho que la “fructífera monotonía” es esencial para conquistar la felicidad.
En la actualidad, es cada vez más difícil acceder al fértil santuario de la soledad, un sitio bajo la amenaza constante de la tecnología. Sin embargo, ya en el siglo XVII Blaise Pascal había dicho que “todos los problemas de la humanidad se derivan de la incapacidad del hombre para sentarse en silencio solo en una habitación”.
Por eso, uno de los mayores regalos que podemos hacerle a un niño, e incluso a nosotros mismos, consiste en aprender a valorar y aprovechar la riqueza de la soledad elegida para desarrollar la presencia plena. Este libro de la artista y escritora italiana Béatrice Alemagna hace referencia precisamente al profundo cambio que se produce cuando aprendemos a estar en el aquí y ahora.
Un gran día de nada: La soledad iluminadora y el milagro de estar plenamente presentes
El protagonista de esta historia es un niño, que está pasando unos días en una cabaña en el bosque junto a su madre.
Sin embargo, en ese sitio exuberante lejos de la gran ciudad se siente solo y aburrido, por lo que busca refugio en los videojuegos.
La madre, preocupada porque su hijo pase otro “gran día de nada”, le ordena que se separe de la pantalla. Le confisca el juego y lo esconde. Pero como es habitual, el niño descontento y aburrido lo encuentra rápidamente. Se pone su impermeable naranja y sale corriendo de casa con el juego apretado contra el pecho como si se tratara de un amuleto protector contra “ese lugar aburrido y húmedo”.
No obstante, mientras intenta representar una escena de uno de sus juegos saltando las piedras de un estanque, la consola cae al agua y se hunde hasta el fondo.
Ante el niño se abre un panorama desolador: ¡no tiene nada que hacer! ¡No sabe con qué llenar sus horas!
De repente, esa consternación es interrumpida por una inesperada procesión de cuatro enormes caracoles que lo sacan por un momento de su desesperación. Luego descubre una asombrosa constelación de hongos, una escena que rememora los paisajes de Alicia en el país de las maravillas.
Así comienza a producirse un pequeño milagro: el niño se abre al mundo. Empieza a fijarse en las gotas de lluvia y hunde sus manos en el barro, donde descubre un tesoro subterráneo de semillas, raíces y bayas.
Como si intuyera ese despertar de admiración, la naturaleza presenta el espectáculo en un dramático aguacero y rayos de sol atravesando las nubes de lluvia para revelar un mundo renacido.
La desesperación se va transfigurando en alegría. Así que el niño, ahora convertido en un explorador, se rinde a ese nuevo universo mientras sube a un árbol, descubre insectos, se lanza por la ladera e intenta hablar con las aves, mientras se pregunta para sus adentros:
- ¿Cómo es posible que no haya visto nada de esto antes?
Al regresar a casa, está empapado hasta los huesos y transformado hasta la médula. El niño abraza a su madre y se sienta a su lado, cada uno con sus tazas de chocolate caliente, saboreando el silencioso esplendor de la presencia.
Sin duda, se trata de un libro que aborda uno de los principales problemas de la infancia: los juegos híperestructurados que matan la fantasía y la creatividad, sin dejar espacio para disfrutar de las maravillas que nos rodean. De hecho, no debemos olvidar que cuantas menos cosas haga un juguete, más hará la mente del niño. Enseñarles a los niños el valor de la soledad y de estar plenamente presentes es uno de los mayores regalos que podemos hacerles.
No obstante, también encierra un gran mensaje para los adultos ya que nos anima a repensar nuestros hábitos cotidianos y a desprendernos también de las pantallas para disfrutar un poco más del mundo y las personas que nos rodean.
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Posted: 26 Jan 2018 03:09 AM PST
Después de un largo día de trabajo llegas a casa y te hundes en el sofá, estás cansado pero tienes esa increíble sensación de que te has esforzado, has hecho los deberes. Por tanto, decides que mereces un premio, quizá optas por una copa, una cena especial o una noche relajante de peli y manta. Sin embargo, esta presunción, ese orgullo que aflora, podría estar equivocado.
Lo siento, pero aún a riesgo de hacer trizas esa sensación del deber cumplido, lo cierto es que en realidad no solo cuenta el esfuerzo realizado sino también los resultados. De hecho, quienes trabajan en un sector creativo son plenamente conscientes del riesgo de desperdiciar tiempo y energía en algo que no termina de dar frutos. En la Psicología este fenómeno tiene un nombre: Ilusión Laboral.
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