Sonríe, que todos sepan que eres más fuerte que ayer. Levanta el rostro y dibuja esa sonrisa que tu expresión merece y que tu corazón te pide. Porque si la vida es actitud vale la pena vestirse con el gesto más digno y más hermoso, ese que contagia emociones y que nos obliga a reiniciarnos por dentro para seguir avanzando.
Cuenta Boris Cyrulnik, celebre neurólogo y psiquiatra, que nadie sabe muy bien cómo definir la felicidad. Podríamos decir que, en cierto modo, tiene mucho de esas heridas que uno ha ido cicatrizando con la aguja del tiempo y el hilo de la resiliencia para abrazarnos a la esperanza de nuevo, siendo mucho más fuertes que nuestro “yo” del pasado.
“La paz siempre comienza con una sonrisa”.Compartir
Por ello, cada sonrisa que nos regalamos a nosotros mismos y al propio mundo es como un perfume sutil, como un himno a la superación personal y a ese coraje con el que aceptar todo lo vivido, todo lo superado, todo lo que uno es. La sonrisa es la celebración del propio ser y nuestro mecanismo más afinado para conectar con los otros; de ahí que este gesto gane autenticidad cuando se corresponde con una expresión sincera.
No podemos olvidar que aunque exista magia en muchas de las sonrisas que vemos cada día, lo que hay de verdad tras todas estas hermosas expresiones son historias. Te proponemos reflexionar sobre ello.
Sonríe siempre, sonríe aunque a veces duela
Sonja Lyubomirsky, profesora de la Universidad de psicología de la Universidad de California, es una de las científicas más conocidas sobre el estudio de la felicidad. Según ella, la sonrisa no es un simple gesto de comunicación no verbal o de conexión entre las personas. En realidad, es un tipo de “energía” de alta intensidad capaz de alterar nuestra química cerebral.
Para comprobarlo hizo un pequeño estudio en personas con depresión severa. Les puso un vídeo que contenía variadas imágenes cómicas, escenas divertidas con animales y monólogos de reconocidos cómicos de televisión. Algo que la mayoría de especialistas esperaban es que los pacientes no reaccionaran ante este tipo de imágenes. Sin embargo, lo hicieron, pero de un modo apenas perceptible, apenas visible. Evidenciaron pequeños movimientos en los labios, en el rostro, en el entrecejo…
Eran microgestos casi instintivos a los que iba asociada una emoción positiva, algo que muchas de estas personas con depresión no acabaron de aceptar, de ahí que salieran de la sala. El mecanismo de la sonrisa está vinculado a una súbita liberación de neuropéptidos que trabajan para aliviar el estrés, para cambiar esa carga negativa por una positiva a través de la serotonina, la dopamina y las endorfinas.
Esa revulsiva sensación de placidez y distensión fue algo muy contradictorio e incluso doloroso para las personas con depresión. Son esos instantes en que “sonreír duele”, porque aunque el cerebro así lo quiera, el corazón aún no está preparado para ello.
Las sonrisas que sean sinceras
Los analistas y expertos en publicidad saben que las sonrisas tienen el poder de cautivar al consumidor al despertar en ellos emociones positivas, confianza y cercanía. Sin embargo, hemos llegado a un punto en hay más sonrisas por protocolo que por ganas de expresar alegría o agrado. Así, muchas veces cuando alguien se acerca con una sonrisa en los labios no podemos evitar preguntarnos ¿qué va a pedirme? ¿qué querrá a cambio? ¿qué quiere “venderme”?
De algún modo, a todos nos gustan más esas sonrisas que encontramos en la calle impresas en rostros desconocidos. Esos que nos sonríen sin razón alguna y a los que acabamos sonriendo sin saber por qué. Nos hechizan las risas de los niños y conectamos de inmediato con quien sonríe a solas, inmerso en sus propios pensamientos y llevado por un recuerdo agradable.
Todos estos gestos cotidianos que nos encontramos en el día a día siempre nos inspiran. Nos convencen de que sonreír es también una actitud ante la vida y una forma maravillosa de encararla a pesar de todas las dificultades por las que pasamos. Tanto es así, que según un trabajo de la Universidad de Michigan, las personas nos pasamos 3 días de cada 10 intentando apaciguar a nuestro mal humor o a nuestros demonios personales.
Sonreír de por sí no soluciona todos los problemas, lo tenemos claro, sin embargo mejora el ánimo y nos prepara para la acción. De nada sirve dejarnos avasallar por ese indefinible malestar, de poco sirve rendirnos cuanto tenemos tantos mecanismos con los que salir victoriosos de nuestros laberintos personales.
Por ello, la próxima vez que sientas al mal humor llamar a tu puerta, tal vez te sea de utilidad esta estrategia básica a la vez que catártica:
- Coge aire durante 5 segundos.
- Retén ese aire durante durante 7 segundos.
- Exhala durante 9 segundos.
- Levanta el ceño todo lo que puedas durante 5 segundos mientras vuelves a tomar aire y a exhalarlo.
- Ahora, sonríe.
Para concluir, la mayoría de las veces la alegría es la fuente de la sonrisa, pero en otras ocasiones, es el propio acto de sonreír es el que nos infunde calma, motivación y bienestar. Hagamos uso de este poder que siempre está a nuestro alcance.