Aunque hoy en día la cultura religiosa va definitivamente a la baja, muchas personas recordarán haber aprendido en la escuela el famoso episodio del Diluvio universal que se narra en la Biblia judeo-cristiana. Es una historia que se ha mantenido viva durante milenios en el terreno religioso o mítico y que se ha vinculado al no menos famoso relato del arca de Noé, según el cual un reducido grupo de personas y un gran número de animales se salvaron de una enorme catástrofe natural. Dicho evento fatídico era presentado por las Sagradas Escrituras como un castigo de Dios ante la maldad de los humanos, lo que habría puesto fin a un mundo remoto y legendario.
En fin, lo que quizá tanta gente no sepa es que el tema del arca de Noé y la destrucción de un mundo a través de un castigo divino de proporciones gigantescas no es ni mucho menos un asunto propio de una religión o de un pueblo concreto. La narración del Diluvio es, de hecho, una historia que se repite en muchísimas culturas y que además está ligada a la existencia de una Humanidad anterior a la nuestra y que pereció casi totalmente en el desastre. Estamos hablando pues de otro mito también muy difundido desde la Antigüedad: la Atlántida.
En efecto, el mito de la Atlántida comporta en realidad dos grandes temas entrelazados en un solo relato: por un lado, la existencia de una civilización muy avanzada, en una cierta Edad de Oro, y por otro el recuerdo de una gran catástrofe geológica que acabó con dicha civilización y que de algún modo fue uncastigo de los dioses. Este mito, además, está relacionado con otra creencia muy extendida en diversos pueblos de la Antigüedad acerca de una cierta historia cíclica, en la cual la Humanidad pasa por varias etapas de nacimiento, desarrollo y destrucción, en un contexto de tiempo circular, no lineal.
Ahora bien, hablar de la Atlántida, en un sentido estricto, es hablar de Platón y de sus dos famosos diálogos, el Critias y el Timeo, en los cuales se esboza el origen y el devenir de esta gran isla. Y aunque la historia narrada por Platón es muy conocida, vale la pena rescatar los principales argumentos de este mito:
- El punto de partida es el supuesto relato de Solón, un sabio griego que en el siglo VI a. C. visitó Egipto; allí escuchó la historia de la Atlántida de boca de unos sacerdotes de Tebas.
- Se trataba de una isla situada más allá de las columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar), o sea, en pleno océano Atlántico. Esta isla era mayor que la Libia y el Asia unidas, aproximadamente como el norte de África y Oriente Medio, en términos actuales.
- La Atlántida era un rico y vasto imperio, que albergaba una avanzada civilización. Este gran imperio estuvo en guerra contra una primitiva Atenas, pero resultó vencido por los atenienses.
- La Atlántida desapareció completamente bajo las aguas por efecto de un gran cataclismo, unos 9.000 años antes de que el relato llegase al conocimiento de los griegos (hacia el 9500 a. C.).
- La destrucción de la Atlántida fue un castigo impuesto por Zeus ante la arrogancia y degeneración que habían desarrollado los atlantes.
Por tanto, ya tenemos unos datos básicos que sitúan la Atlántida en el tiempo y el espacio, y nos muestran un mundo altamente civilizado que desapareció completamente a causa de una gran catástrofe global. En este punto es cuando podemos sumergirnos en las antiguas mitologías de varias regiones y culturas del mundo y descubriremos que la Atlántida no es tan sólo un tema griego (o egipcio), sino que realmente es de carácter planetario, sea cual fuere su supuesta localización geográfica. De hecho, existen en el mundo –en todos los continentes– unas 500 leyendas sobre el Diluvio, de las cuales sólo una pequeña parte se deriva directa o indirectamente de la Biblia.
Así pues, tenemos antiquísimas historias similares que nos hablan de grandes territorios desaparecidos en un tiempo lejano por acción de una catástrofe de proporciones colosales. Por ejemplo, en la Antigua Mesopotamia existía la historia de Aralu, un lugar paradisíaco situado en el océano occidental. A su vez, los antiguos egipcios situaban al oeste la morada de sus almas y la tierra de sus antepasados remotos. Asimismo, conservaban una leyenda sobre una gran inundación que acabó con una humanidad pecadora, como se constata en un texto hallado en la tumba de Seti I. En una línea similar, varios pueblos del norte de África mantenían antiguas tradiciones sobre un continente o isla al oeste que se hundió bajo las aguas.
Más al norte, ya en Europa, la mitología céltica de Irlanda recogía el relato de la llegada de hombres procedentes de una isla al oeste, liderados por un tal Partholon. Por otra parte, en el Mahabharata hindú tenemos también una referencia más o menos directa a la Atlántida, según este fragmento: “Siete grandes islas del mar de Occidente, cuyo imperio tenía por capital la ciudad de las Tres Montañas, destruida por el arma de Brama.”
Pero sin duda, la fuente legendaria más repetida sobre el Diluvio y el mundo perdido procede, como ya hemos comentado, de la tradición hebraica. Así, tenemos por un lado el Libro de Enoc, que narra la historia de este personaje, abuelo de Noé, e incluye una mención al castigo de la raza humana por obra de un cataclismo. Por otro lado, está la archiconocida versión del Antiguo Testamento (concretamente del Génesis), personificada en la figura de Noé. Según este relato, Dios desea borrar a la Humanidad de la faz de la Tierra, y para ello decide enviar un diluvio que cubra toda la tierra. Sin embargo, se propone salvar del castigo a Noé, un hombre justo, y a su familia. Así pues, le ordena construir una nave, según unas precisas instrucciones, para albergar a todos ellos y a una pareja de cada especie animal. Tras 40 días de diluvio, en que pereció todo rastro de vida, cesó el desastre y las aguas fueron bajando poco a poco. Finalmente, el arca fue a parar a lo alto de un monte. Y desde allí Noé dejó ir una paloma para comprobar si las aguas ya habían descendido lo suficiente, cosa que pudo corroborar cuando el ave volvió con una rama de olivo en su pico. Al abandonar el barco, Noé realizó un sacrificio a Dios, el cual conminó a su gente a que se multiplicaran y repoblaran la Tierra.
Esta historia, como otros muchos relatos bíblicos, tiene visos de haber sido adaptada del mito mesopotámico de Utnapishtim –o Ziusudra, o Atrahasis, entre otros nombres– que forma parte del poema de Gilgamesh. En este caso, se da la variante de que existe un dios colérico (Enlil) que quiere acabar con los hombres y un dios protector (Ea/Enki) que avisa oportunamente a Utnapishtim y le insta a que prepare un barco ante el desastre que se avecina. El resto de la historia es prácticamente idéntica, incluido el detalle de la paloma.
En cambio, las tradiciones y leyendas del otro lado del Atlántico se refieren a ese mundo perdido como un lugar más allá del mar, el este. Así, Aztlán sería una tierra mítica que según los antiguos aztecas habría desaparecido tras un gran cataclismo (además, para reforzar esta asociación, la palabra nahuatl atlsignifica “agua”). En general, la existencia de la Atlántida y de los atlantes se relaciona directamente con la aparición de unos dioses civilizadores que llegaron a las costas americanas y luego, una vez cumplida su misión, se marcharon hacia el este. Este sería el caso típico de Quetzalcóatl, identificado como un hombre blanco y barbado, vestido con una simple túnica. Asimismo, la tradición maya-quiché recordaba la existencia de un país oriental que consideraban como un auténtico edén.
Sobre el Gran Diluvio en concreto, los aztecas creían que el cuarto mundo había sido destruido en una terrible inundación por obra de la diosa Chalchitlicue. Sólo escaparon con vida un hombre y una mujer –Coxcoxtli y su esposa Xochiquetzal– que, tras haber sido advertidos previamente por otro dios, pudieron eludir el desastre construyendo una gran barca en la embarcaron también varios animales y abundantes provisiones de grano. Y como en la historia bíblica, se repite el envío de pájaros hasta que uno de ellos vuelve; en este caso, un colibrí que portaba una rama frondosa en su pico. En la cultura maya tenemos una leyenda idéntica del diluvio, en esta ocasión enviado por el dios Hurakán. Además, según el libro sagrado quiché, el Popol-Vuh, la Humanidad de ese tiempo (los “hombres de madera”) fue exterminada por un gran diluvio por haberse vuelto contra la divinidad creadora. Sin embargo, no todos perecieron; el Gran Padre y la Gran Madre sobrevivieron para repoblar el mundo otra vez.
También es muy conocida la historia de los indios hopi de Norteamérica que hablan de la tercera destrucción de la Humanidad mediante una gran inundación. En esta catástrofe habría perecido un gran continente llamado Kasskara, que estaría situado en el Pacífico, lo cual supone una variación de la clásica versión atlántica y apunta a otros mitos paralelos como el de Mu.
En Sudamérica, los indios cañaríes, de los Andes ecuatorianos, también recogen el mito de un gran diluvio. En este relato, dos hermanos se salvaron al subir a una montaña mágica que se elevaba al mismo tiempo que las aguas. También cabe reseñar que los conquistadores españoles encontraron en Venezuela un reducto llamado Atlán, que estaba habitado por indios de raza blanca, los cuales, según sus propias leyendas, serían descendientes de los supervivientes de un gran diluvio. A su vez, en la zona del lago Titicaca y la ciudad de Tiahuanaco –entre Perú y Bolivia– se conservaba la tradición de una enorme inundación que acabó con un mundo primigenio habitado por gigantes. Después de que bajaran la aguas, la deidad Viracocha creó una nueva humanidad, pero no ya de gigantes sino de hombres hechos de barro (y aquí tenemos una nueva conexión con la mitología bíblica).
En la Antigua Grecia se repite el mismo modelo, siendo Deucalión el personaje central y Zeus el dios supremo que decide castigar al género humano. Deucalión, avisado por Prometeo, también construye un arca y se embarca en ella junto a su esposa Pirra y una pareja de cada animal. Luego se desata un gran diluvio y, tras el retroceso de las aguas, la nave acaba suspendida sobre el monte Parnaso.
Y si nos vamos a Asia, tenemos la antigua mitología china de los pueblos yao y miao, según la cual los hermanos Fu Xi fueron los únicos supervivientes de un tremendo diluvio. También ellos se refugiaron en una barca. En las leyendas védicas de la India, un hombre llamado Manu Vaisvasvata sobrevive a un gran diluvio después de recibir un aviso por parte del dios Vishnu, encarnado bajo la forma de Matsya, un hombre pez. Vishnu le ordenó construir un gran barco y llevar con él una pareja de cada especie animal y vegetal. Como en otros relatos, Manu acabó a salvo en lo alto de una montaña.
Finalmente, cabe mencionar que en tierras aparentemente aisladas e inconexas de otros centros de civilización, como las islas del Pacífico y Australia, se mantienen leyendas sobre disputas entre divinidades que resultaron en la destrucción de un antiguo mundo, tragado por las aguas, tras el cual surgiría un nuevo mundo renacido. Por ejemplo, los nativos de Hawai conservan el mito de la destrucción del mundo a causa de un diluvio, si bien luego fue recreado por el dios Tangaloa. Incluso los indígenas de la remota isla de Pascua también referían una historia según la cual sus antepasados habían alcanzado la isla huyendo de un terrible diluvio que había asolado la mítica isla o continente de Hiva.
Como se puede apreciar, todos estos relatos tienen muchos puntos similares (por no decir idénticos) que no tienen fácil explicación, a no ser que aceptemos un difusionismo cultural masivo del mito, o sea, que una historia nacida en un lugar concreto se extendiera en tiempos prehistóricos por todo el planeta. Otra opción sería recurrir al llamado inconsciente colectivo de Jung, o simplemente considerar que se trata de múltiples narraciones sobre diversas catástrofes locales de parecidas características. De hecho, la ciencia moderna –si bien acepta la existencia de fuertes alteraciones geológicas y climáticas al final de la última glaciación– niega que existiera un gran cataclismo global, ocurrido en todo el mundo y en un plazo de tiempo relativamente corto. En general, cualquier referencia al catastrofismo suele ser rechazada de firme, porque el paradigma actual se inclina más por el uniformismo o gradualismo, que apuesta por cambios pausados a lo largo de períodos de tiempo muy extensos. Así pues, en este escenario, los elementos comunes de las leyendas serían meras exageraciones y coincidencias.
No obstante, muchos autores alternativos aseguran que tanta coincidencia no puede ser fruto del azar ni del difusionismo ni de otras circunstancias, sino que es síntoma de una realidad única que ocurrió en tiempos inmemoriales y que fue recogida por las culturas humanas en todos los rincones del globo. Dicho en otras palabras: que existió un mundo altamente civilizado (¿la Atlántida?) anterior al nuestro y que resultó destruido por efecto de una gran catástrofe natural, cuyo origen sigue siendo causa de controversia y debate, si bien se han barajado diversas hipótesis como un vuelco en el eje del planeta o el impacto de un gran cometa o asteroide. En todo caso, lo que parece bastante probable es que el planeta estuvo sometido a una situación crítica extrema hace unos 12.000 años y que el recuerdo global de tal catástrofe se tradujo en múltiples mitologías que no casualmente coincidirían en narrar unos mismos hechos.
La gran pregunta que queda pendiente es si estos hechos afectaron sólo a unas comunidades de hombres primitivos cazadores-recolectores o si se llevaron por delante a toda una civilización que quedó tal vez sepultada por las aguas y por el propio mito.
© Xavier Bartlett 2015
Licenciado en Prehistoria e Hª Antigua por la Universidad de Barcelona
Licenciado en Prehistoria e Hª Antigua por la Universidad de Barcelona