"El ser humano ha nacido para experimentar todas las edades, con sus experiencias propias y especiales. Desde el nacimiento hasta que envejecemos, podemos escoger vivir con alegría o ser desgraciados".
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Todo empieza un día como otro cualquiera en el que vas por la calle y de repente un adolescente te pregunta la hora dirigiéndose a ti como "señora". A partir de ese momento tu vida sufre una crisis de identidad porque no habías asumido que te estabas haciendo mayor y precisamente ha tenido que ser un adolescente con una simple cuestión quién te ha abierto los ojos a la realidad que tanto nos asusta: la madurez.
Los síntomas de envejecimiento parecen desarrollarse estrepitosamente como si nuestra primera etapa de la vida hubiera sido filmada en cámara lenta y ahora ya tuvieran prisa por terminar. Pero nosotras, queridas amigas, tenemos una ventaja sobre nuestras madres y abuelas y esta es que nuestra generación ha crecido con oportunidades como si se tratase de la época de rebajas. Cada día tenemos más oportunidades en el mundo laboral con excelentes expectativas similares a las que pudieran tener los hombres. Parece por fin que hemos roto con los convencionalismos y el machismo extremo. La cirugía plástica y estética nos hace la madurez mucho más receptiva y lo principal, tenemos decisión sobre nuestra vida.
Cuantas veces vuestras madres os habrán dicho: ¡Vuestra generación es diferente, las mujeres ya tienen control sobre su propia vida! Y es verdad, nosotras decidimos si queremos operarnos los senos o quitarnos las feas cartucheras para así poder madurar de forma más atractiva; decidimos estudiar porque deseamos cultivarnos intelectualmente y cuando llegamos a lo que consideramos inicio de la madurez, deseamos saborear cada pequeño espacio de nuestra vida con vitalidad, por ello no nos da miedo la menopausia ni envejecer, porque ese camino esperamos vivirlo con plenitud eligiendo como única alternativa posible la salud.
Estos son algunos de los pensamientos de estas mujeres ya maduras:
Antes pensaba que el hecho de cumplir los 40 años era ya ser madura y en consecuencia envejecer, ahora que los tengo, no está tan segura de ello.
La llegada de la menopausia fue para mí como un segundo nacimiento. Empece a disfrutar de las relaciones sexuales por primera vez porque ya no tenía que preocuparme por un posible embarazo.
Ahora me doy cuenta que la vida se vive demasiado aprisa sin tiempo para aprender todo lo que nos enseña. Ahora con el inicio de esta nueva etapa en mi vida, cada segundo, cada instante que vivo lo saboreo como si fuera el último.
Por desgracia no todas las mujeres llegan a esta etapa con una claridad de ideas como los ejemplos anteriormente vistos; otras, por el contrario, viven la madurez con miedo y en vez de experimentar y saborear, se esconden bajo la concha lamentándose de lo rápido que ha sucedido todo. Se acomodan a envejecer y dejan que las células que forman su cuerpo se agrieten y oxiden porque simplemente ya han cumplido los cuarenta. Las crisis se suceden unas a otras: nuestros hijos mayores nos vienen a agobiar con sus problemas, después nos abandonan, nuestras parejas probablemente encuentren otras mujeres más deseables y bonitas y también nos abandonarán y nosotras, ¿dónde iremos ya "viejas" y en consecuencia, poco atractivas si toda la vida la hemos utilizado para satisfacer nuestro entorno? Este tipo de pensamientos negativos bloquea una correcta visión de nuestras posibilidades y la poca confianza en nosotras mismas debida a una carente autoestima nubla nuestra propia individualidad.
Solemos sucumbir en la ansiedad y depresión porque son etiquetas que forman parte de nuestra generación. Pensemos en la cantidad de estrés que se genera debido a los cambios de la autoimagen: aparecen canas, arrugas alrededor de los ojos, se nos cuelgan los brazos y el cuello deja ya de ser atractivo. Pero pensemos en lo que muchas mujeres, y probablemente nosotras mismas, hemos ganado al cumplir los cuarenta: experiencia, elegancia, atractivo, intelectualidad y sensualidad. 5 cualidades que creo deberemos tener muy en cuenta cuando lo único que nos preocupe sea la fatídica cifra para iniciar una depresión.
Alrededor de los cincuenta, muchas mujeres se sentirán llenas de energía para centrarse en los muchos beneficios que tienen que ofrecerles las décadas que les quedan por delante. Así muchas se empezarán a realizar plenamente como mujeres en cualquier ámbito en ese período. Los cincuenta tienen algo de simbólico porque marcan de algún modo la mitad de nuestra existencia ya que la mayoría de las personas no espera vivir más de un siglo así es que los cincuenta son el punto de inflexión. Comenzamos a pensar mucho en el pasado reflexionando sobre el sentido que ha tenido nuestra vida ya transcurrida. Es período de meditación, de reencuentro con nuestro interior; si en la mediana edad padecimos crisis ahora es momento de revivirlas de nuevo como si se tratara de la difícil adolescencia. A esto se suman que nuestro entorno conocido también madura y la muerte se ve más cercana teniendo que superar en determinadas ocasiones períodos de duelo no antes experimentados que nos provocan dolor e inquietud. Si además enviudamos tendremos que enfrentarnos a terminar el largo recorrido en soledad y eso es algo a lo que muchos de nosotros tememos porque no supimos practicar a tiempo la propia individualidad. Los diez tipos de soledad que se relacionan con esta etapa según Lopata son:
1. Echar en falta a una persona en concreto 2. Echar en falta el hecho de ser querida 3. Echar en falta la posibilidad de querer a otro 4. Echar en falta una relación profunda 5. Echar en falta tener a alguien en casa 6. Echar en falta compartir las tareas 7. Echar en falta la forma de vida de la gente casada 8. Echar en falta la satisfacción de ir acompañada 9. Tener que intensificar las demás relaciones 10. Problemas para hacer nuevas amistades
Si has llegado al fin de tu matrimonio o relación, te encuentras sola y tienes más de cuarenta años y te cuesta adaptarte al hecho de envejecer, te propongo unas medidas para hacer más positiva la experiencia que te toca vivir:
No juzgues tus necesidades. Eso no será síntoma de debilidad o de falta de autosuficiencia. Si necesitas estar acompañada, sentirte querida, no dudes en comunicarte, en relacionarte con gente de tu edad y expresar esa necesidad tantas veces como lo requieras. Evidentemente no necesitamos de los demás como sí del alimento para sobrevivir, pero debes permitirte decidir que te guste poder compartir con otras personas.
No reprimas los sentimientos de tristeza que pueden invadirte de vez en cuando porque si te acostumbras a ello reprimirás los de alegría tan positivos para tu mente.
Acepta ser quién eres. Ama tu vida y déjala fluir libremente sin ponerle frenos. No importa la edad que tengas o cómo la sociedad te encasille. No tengas prejuicios y serás más feliz.
Gloria Marsellach Umbert - Psicóloga
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