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Educar sin gritos, educar desde el corazón y la responsabilidad


Este artículo fue redactado y avalado por la psicóloga Valeria Sabater
·  5 junio, 2019
Educar sin gritos es la mejor opción que podemos asumir como padres y educadores. Gritar no es pedagógico ni saludable para el cerebro del niño, porque lejos de resolver algo lo que se consigue con ello es activar dos tipos de respuestas emocionales: el miedo y/o la rabia. Aprendamos por tanto a educar, a disciplinar desde el corazón, la empatía y la responsabilidad.
Quienes sean padres o quienes trabajen a diario en el mundo de la educación y enseñanza, se habrán visto tentados en múltiples ocasiones de alzar la voz para, en un momento dado, detener esa conducta disruptiva o desafiante, ese berrinche que desafía toda nuestra templanza. No podemos negarlo, momentos así hay muchos, son instantes en que el cansancio se combina con el estrés y el cupo de nuestra desesperación se desborda.
Los gritos no educan, educar con gritos ensordece el corazón y cierra el pensamiento
Ceder, dar paso al grito, es algo que hacen muchas personas. No es ningún tabú parental. De hecho, hay quien afirma que los gritos, como los «cachetes bien dados» funcionan, son útiles. Ahora bien, no nos equivoquemos, porque quien opta por educar con gritos y ve con buenos ojos estos recursos ha normalizado tales conductas: quizás las aplicaron con ellos siendo niños. Ahora, convertidos en adultos son incapaces de usar otras herramientas, otras alternativas más útiles y respetuosas.
Educar sin gritos no solo es posible, sino que es necesario. Disciplinar, corregir, guiar y enseñar sin recurrir al grito tiene un impacto positivo en el desarrollo de la personalidad del niño. Es un modo eficaz de cuidar su mundo emocional, de atender su autoestima, de dar ejemplo y hacerles ver que existe otro tipo de comunicación, esa que no duele, esa que sabe entender y conectar con las auténticas necesidades.

El impacto neurológico en el cerebro de los niños

Algo que como padres y educadores habremos notado en más de una ocasión es que a veces nos faltan recursos, estrategias y alternativas. Sabemos que el grito no es útil y que con él nunca se obtiene el resultado que uno espera. Lo que conseguimos es que en la mirada del niño aparezca el brillo del miedo, de la rabia contenida… Es necesario por tanto que aprendamos adecuadas claves para educar sin gritos, para dar forma a una educación positiva capaz de resolver con inteligencia este tipo de situaciones.
Así, un primer aspecto que no podemos perder de vista es el impacto que tienen los gritos por sí mismos en el cerebro humano y en el propio desarrollo neurológico del niño. El acto de «gritar» tiene una finalidad muy concreta en nuestra especie y en cualquier otra: alertar de un peligro, de un riesgo. Nuestro sistema de alarma se activa y se libera cortisol, esa hormona del estrés que tiene como finalidad poner las condiciones físicas y biológicas necesarias para huir o pelear.
De este modo, el pequeño que vive en un entorno donde se hace uso y abuso del grito como estrategia educativa, sufrirá alteraciones neurológicas muy concretas. El hipocampo, esa estructura cerebral relacionada con las emociones y la memoria, tendrá un tamaño más reducido. También el cuerpo calloso, punto de unión entre los dos hemisferios, recibe menos flujo sanguíneo, afectando así a su equilibrio emocional, a su capacidad de atención y otros procesos cognitivos…
El grito es una forma de maltrato, un arma invisible que no se ve, que no se puede tocar, pero su impacto es sencillamente devastador en el cerebro del niño. Esa liberación excesiva y permanente de cortisol sume al pequeño en un estado de estrés y alarma constante, en una situación de angustia que nadie merece y que nadie debería experimentar.
Cerebro representando la psicología de la conexión

Educar sin gritos, educar sin lágrimas

Pablo tiene 12 años y no va muy bien en el instituto. Sus padres lo llevan ahora a una academia donde le dan clases extraescolares para reforzar varias asignaturas, en especial las instrumentales. Se levanta todos los días a las 8 y llega a casa a las 9 de la noche. Este trimestre, Pablo ha suspendido tres asignaturas: matemáticas e inglés. Dos menos que el trimestre pasado.
Cuando llega a casa con las notas, su padre no puede evitar gritarle. Le echa en cara su pasividad y todo el dinero que invierten en él «para nada». Tampoco falta la típica frase de «tú no serás nadie en esta vida». Tras la reprimenda, Pablo se encierra en la habitación diciéndose a sí mismo que el mundo no vale la pena, que quiere dejar el instituto e irse de casa cuanto antes, lejos de todo y de todos, en especial de sus padres.
Esta situación, conocida seguramente en muchos hogares, es un pequeño ejemplo de lo que ocasionan los gritos y unas palabras desafortunadas expresadas en un momento dado. No obstante, veamos con más detalle lo que algo así puede ocasionar en caso de que este tipo de reacciones sea algo habitual y reiterado en un entorno familiar.
Los niños y adolescentes interpretan el grito como reflejo del odio, de este modo, si sus progenitores se dirigen a ellos de esta forma se sentirán rechazos, no amados y despreciados.
  • La mente no procesa de forma adecuada la información que se emite a través de un mensaje emitido en un tono de voz elevado. Así, todo lo que se diga entre gritos carece de utilidad alguna.
  • Todo grito suscita una emoción, y generalmente lo que aparece es rabia y necesidad de huida. Con lo cual, lejos de solucionar algo lo complicamos mucho más.
Adolescente en un rincón

¿Cómo puedo educar sin gritos?

Lo decíamos al inicio, existen múltiples alternativas antes de recurrir al grito, varias estrategias que pueden ayudarnos a construir un dialogo más reflexivo, una educación positiva basada en esos pilares donde construir un vínculo más saludable con nuestros hijos. Veamos ahora algunas claves básicas.
  • Debemos entender en primer lugar que gritar es perder el control. Así de simple. Por tanto, en el momento en que percibamos que aparece esa necesidad debemos tomar aire y reflexionar. Si nuestro primer impulso para terminar con la rabieta de ese niño de 3 años o para comunicarnos con ese adolescente de 12 es recurrir al grito, deberemos detenernos y entender que si alzamos la voz lo perdemos todo.
  • Siempre hay un motivo detrás de una conducta o de una situación determinada. Entender, empatizar con el niño es avanzar y para ello se requieren dos dimensiones: paciencia y cercanía. El niño que explota en un berrinche necesita que le enseñemos a gestionar su complejo mundo emocional. El adolescente acostumbrado a que se le diga qué debe hacer en cada momento necesita que le preguntemos qué piensa, qué siente, qué le ocurre… Ser escuchado de vez en cuando puede ser balsámico en esta y en cualquier edad.
Padre mirando a su hijo a los ojos feliz por no educar con gritos
Para concluir, educar sin gritos es ante todo una elección personal que requiere de voluntad y trabajo diario por parte de toda la familia. Cabe decir además que no hay una clave mágica que nos sirva en todas las situaciones y con todos los niños. Sin embargo, sí existen algunas que son útiles con la mayoría: compartir tiempo de calidad, darles órdenes coherentes, identificarnos como figuras de apoyo incondicional o incentivarles para que asuman aquellas responsabilidades que están a su alcance por su nivel de desarrollo.

RECETA - Lasaña de calabacín y quinoa


Plato
4 porciones
5 min
20 min
Fácil
  • Lasaña de calabacín y quinoa, foto 3
  • Lasaña de calabacín y quinoa
  • Lasaña de calabacín y quinoa, foto 2
  • Lasaña de calabacín y quinoa, foto 3
  • Lasaña de calabacín y quinoa
  • 2


 o
Esta es mi primera vez con la quinoa. Esta receta me pareció perfecta para iniciarme en sus misterios ya que es uno de esos superalimentos tan de moda últimamente.

Número de partes: 4
3 calabacines grandes

700 gr. de tomate triturado de lata

2 tazas de caldo vegetal

1 taza de quinoa (168 gr.), muy bien lavada hasta que el agua salga limpia

1 cucharada de hierbas: orégano, albahaca, tomillo, romero..

1/2 cebolla cortada en brunoise

1 diente de ajo cortado finamente

1-1/5 tazas de ricotta (250 gr.)

150 gr. de queso rallado light

1/3 de taza de queso parmesano (27 gr.)

Perejil fresco picado

Preparación

  • Se pone la quinoa en un colador bajo el grifo para lavarla bien. El agua tiene que salir limpia.
  • Ayudándote de una mandolina, corta los calabacines en rodajas finas. Necesitaremos 15 rodajas por lo que tendrás que usar las que mejor aspecto tengan.
  • Colócalas en papel de cocina para que no estén húmedas.
  • En una cazuela pon un chorrito de aceite y a fuego bajo sofríe la cebolla y el ajo durante 15-20 minutos, dando vueltas frecuentemente para que no se queme. Añadir el tomate triturado y la cucharada de hierbas de tu elección, sal y pimienta. Pon la tapa a la cazuela y cocina el tomate durante 15-20 minutos.
  • Pasado este tiempo, añade 2 tazas de caldo vegetal y la quinoa. Llevar a ebullición, bajar el fuego y cocinar durante 15 minutos.
  • Paso 7 - Lasaña de calabacín y quinoaPaso 6 - Lasaña de calabacín y quinoa
    Pasado este tiempo retira del fuego y añade la ricota. Mezcla bien.
  • En una fuente de horno poner una taza de esta salsa y encima 5 rodajas de calabacín.
  • Añadir otra taza de salsa, 50 gr. de queso rallado light.
  • Paso 8 - Lasaña de calabacín y quinoa
    Paso 9 - Lasaña de calabacín y quinoa



  • Repetir 2 veces más, en total serán 3 capas. La última será calabacín, salsa, queso rallado light y queso parmesano.
  • Meter la fuente al horno a 200ºC durante 20 minutos.
  • Cuando la saques del horno dejar reposar durante 20 minutos. Pasado este tiempo la lasaña está más asentada y el queso no está tan líquido.


Lasaña de calabacín y quinoa, foto 1Lasaña de calabacín y quinoa, foto 2Lasaña de calabacín y quinoa, foto 3

Observaciones:

La quinoa es una semilla pero que se puede consumir como un cereal, por lo que también se le llama pseudocereal y como tal provee la mayor parte de sus calorías en forma de hidratos complejos pero a la vez tiene un alto aporte de proteína.

La receta en sí me ha gustado bastante, muy baja en calorías y muy sabrosa. Esta receta es perfecta si estás a dieta.

Vídeo relacionado
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SALONES PRIMAVERALES - TENDENCIAS

SALONES-DE-PRIMAVERA-00492061 O. Un bonito salón mini




UN BONITO SALÓN MINI

Pequeño y de techos altos pero tan primaveral. Los textiles se han usado para decorar este salón con color.
Sofá y cortinas de Mar Casals, butacas en La Redoute Interieurs, mesa auxiliar y lámpara de pie en Catalina House, lámpara dorada en La Maison, mesa redonda de mármol en Zuiver y en madera de roble en ID Design.

SALON-DE-PRIMAVERA-00489000. Con sofá en forma de L

CON SOFÁ EN FORMA DE L

Un sofá esquinero es en este salón el elemento principal que marca la distribución y organización del espacio. La primavera se siente en los cojines que lo decoran y en el verde que se cuela por el ventanal.
Sofá, puf y alfombra de Ikea, mesa de centro de El Globo Muebles y lámpara de pie de B&B.

SALON-DE-PRIMAVERA-00493627. Primaveral muy elegante

PRIMAVERAL MUY ELEGANTE

Estilo y elegancia es lo que caracteriza este salón. La zona de asientos queda delimitada por el sofá, la butaca y los pufs y una alfombra de fibra. En invierno, bastará con cambiarla por una de lana para sentir que el estar queda abrigado.
Sofá de Ikea, mesa auxiliar y lámapra en La Maison, auxiliares redondas y alfombra en Coco-Mat y butaca Butterfly de Bonet, Kurchan y Ferrari.

SALONES-DE-PRIMAVERA-00492995 O. Un salón con mezcla de estilos

UN SALÓN CON MEZCLA DE ESTILOS

El mix de estilos hace que este salón resulte muy personal. Los cojines incorporan el estampado floral -¡tan de primavera!- en tejidos ligeros.
Sofá de Matèria, butaca de Mavi Lizán, vitrina de Carolina Blue, consola de India & Pacific, mesa de centro de La Maison, alfombra de BSB, cojines de Filocolore, Zara Home, La Maison y Linum.