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Receta de Hojaldre de Merluza y Gambas

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Puntuación: 4
por 4 personas
  • Hojaldre de Merluza y Gambas
El hojaldre es una nueva adquisición en la cocina, más allá de los postres. En esta receta combina con el pescado y el marisco para hacer un apetitoso entrante caliente.

Ingredientes de Hojaldre de Merluza y Gambas

  • 400 gramos de hojaldre elaborado.
  • 400 gramos de merluza congelada.
  • 250 gramos de gambas peladas.
  • 1 cebolla mediana.
  • 1 vaso de vino para cocinar.
  • 1 pimiento.
  • 1 tomate.
  • 1 huevo pequeño.
  • Sal, pimienta y aceite.
comensales 4 personas
comensales
4 personas
tiempo de preparación - 50 minutos
tiempo de preparación
50 minutos
dificultad - facil
dificultad
facil

Como cocinar Hojaldre de Merluza y Gambas

  • 1
    Cortar el tomate, la cebolla y el pimiento en trozos muy pequeños y pochar en la sartén a fuego medio.
  • 2
    Añadir posteriormente la merluza, sin piel ni espinas y cortada en trozos pequeños, y las gambas. Salpimentar y sazonar, y añadir el vaso de vino.
  • 3
    En una bandeja colocar el hojaldre extendido. Poner el relleno que hemos hecho y cubrir de nuevo con más hojaldre. Lo pintamos con huevo.
  • 4
    Dejamos hornear durante 30 minutos a 180 grados, o controlando que el hojaldre se haga perfectamente. Servir tibio.

FRASES SOBRE LA NAVIDAD



 

Estamos en Navidad, una época para celebrar las fiestas navideñas, reflexionar sobre el año que termina, estar con la familia y los amigos y comer y beber algo más de lo normal. Para conmemorar esta festividad qué mejor que hacerlo con las frases más evocadoras de esta entrañable fecha de la mano de ilustres escritores.

“Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año”(Charles Dickens)

“La navidad no es una fecha; es un estado en la mente” (Mary Ellen Chase)

“Bendita sea la fecha que une a todo el mundo en una conspiración de amor” (Hamilton Wright Mabi)

“Ojala pudiesemos meter el espiritud de navidad en jarros y abrir un jarro cada mes del año” (Harlan Miller)

“La Navidad no es un momento ni una estación, sino un estado de la mente. Valorar la paz y la generosidad y tener merced es comprender el verdadero significado de Navidad” (Calvin Coolidge)

“No existe la Navidad ideal, solo la Navidad que usted decida crear como reflejo de sus valores, deseos, queridos y tradiciones” (Bill McKibben)

“¡Feliz, feliz Navidad, la que hace que nos acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, le recuerde al abuelo las alegrías de su juventud, y le transporte al viajero a su chimenea y a su dulce hogar!”(Charles Dickens)

“Aunque se pierdan otras cosas a lo largo de los años, mantengamos la Navidad como algo brillante. Regresemos a nuestra fe infantil” (Grace Noll Crowell)

“La navidad agita una varita mágica sobre el mundo, y por eso, todo es mas suave y mas hermoso”(Norman Vicent Peale)

“La Navidad es la temporada para encender el fuego de la hospitalidad en el salón, y la genial llama de la caridad en el corazón” (Washington Irving)

“La Navidad es la época del año en que se nos acaba el dinero antes que los amigos” (Larry Wilde)

“Este es el mensaje de Navidad: Nunca estamos solos” (Taylor Caldwell)


COMO HAN PASADO LOS AÑOS - ROCIO DURCAL


Tres mitos sobre la felicidad


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Desde que las primeras tribus se reunieron alrededor del fuego, la felicidad ha sido un tema de conversación interminable, ya que sus concepciones y enfoques son casi infinitos.
La realización personal implica algo distinto para cada individuo, dependiendo de su cultura, necesidades y situación. Aun así, con el paso del tiempo han ido emergiendo ciertos mitos sobre la felicidad, antiguos y modernos, de validez supuestamente universal.
En este artículo se examinan tres de los más extendidos para entender un poco mejor la aspiración humana más esencial.
La teoría de que la felicidad es una herencia que se recibe a través de los genes tiene tantos partidarios como detractores. Aceptarlo equivale a asumir que si la lotería genética no nos ha favorecido, estamos condenados a la negatividad y el pesimismo, mientras que otras personas fluirán con alegría y naturalidad en el río de la vida.
La felicidad se lleva en los genes: “Yo soy el amo y capitán de mi destino” Nelson Mandela
¿Qué hay de cierto en esta creencia? Para tratar de averiguarlo, David Lykken, profesor de Psicología de la Universidad de Minnesota, llevó a cabo en la década de 1990 una ambiciosa investigación. Los sujetos del estudio fueron 4.000 parejas de gemelos, tanto idénticos como mellizos, que habían sido educados de igual modo y con las mismas oportunidades.
Tras cotejar las entrevistas de unos y otros, los investigadores concluyeron que aproximadamente el 50% de la felicidad es heredada genéticamente y el otro 50% es aprendida.
Si se representa el nivel de satisfacción como un queso, una mitad sería una tendencia natural del carácter de cada uno. Ya en los bebés se observan temperamentos dulces y otros que son más irascibles e insatisfechos. La mitad restante dependerá del modo en el que cada cual decida vivir las cosas.
Por tanto, la felicidad personal ni funciona con piloto automático ni tampoco se decide por completo según este estudio, sino que sería la suma de la naturaleza y de las decisiones vitales.
Que la felicidad se lleva en los genes sería, por tanto, una verdad a medias.
Del mismo modo que un tímido patológico puede subir a un escenario y desplegar el espectáculo más atrevido, también la persona melancólica tiene la libertad de abandonar ese estado de ánimo y darse una fiesta.
La alcanzaré cuando…
“La felicidad está en la antesala de la felicidad” Eduard Punset
A diario, la publicidad bombardea con mensajes para convencer acerca de que determinados bienes procurarán la felicidad. Así, en los anuncios se ve a un conductor que fluye serenamente con su deportivo, o bien a una familia exultante al estrenar nueva casa.
En un plano más personal, a menudo se supedita la felicidad a encontrar pareja o a conseguir un trabajo mejor. Sin embargo, poner condiciones a nuestro bienestar equivale a postergarlo una y otra vez mientras el tiempo va pasando.
En su libro Los mitos de la felicidad, Sonja Lyubomirsky, profesora de Psicología de la Universidad de California, afirma que en “la idea de ‘seré feliz cuando…’, la falsa promesa no estriba en que lograr esos sucesos no nos vaya a hacer más felices; casi seguro que sí. El problema es que esos logros, aun cuando en principio sean totalmente gratificantes, no harán tan inmensamente felices, ni durante tanto tiempo, como se cree. Por consiguiente, cuando alcanzar tales objetivos no nos haga tan felices como esperábamos, pensaremos que nos pasa algo o que debemos ser los únicos que nos sentimos así”.

Para conectarnos

ANNA PARINI

Una película


‘La sal de la tierra’Wim Wenders & Juliano Ribeiro Salgado
En compañía del hijo de Sebastião Salgado, el director alemán hace un recorrido por la vida y obra del fotógrafo que mejor ha retratado la felicidad e infelicidad de los seres humanos durante los últimos 50 años. Una lección magistral sobre la aventura de existir.

Un disco

‘Clychau Dibon’
Catrin Finch & Seckou Keita
La arpista más reconocida de Gales y el maestro senegalés de kora Seckou Keita unen sus talentos para este disco instrumental que es un inesperado monumento sonoro. Piezas sutiles e inspiradoras en las que viejas melodías del país de Gales se fusionan con la música mandinga.
Una vez se pasa la novedad, el sentimiento de insatisfacción vuelve a hacer acto de presencia y se necesitará otro deseo hacia el que proyectarse. En resumen: se consume más tiempo persiguiendo otras cosas que disfrutando de las que ya se tienen.
La misma autora señala que otro mito igual de extendido y perjudicial es la creencia “no seré feliz si…”. Es decir, supeditar nuestro bienestar interior a que no sucedan acontecimientos negativos. “Cuando sufrimos un cambio de fortuna adverso, nuestra reacción suele ser sobredimensionada”, afirma Lyubomirsky. “Entonces nos parece que no podremos volver a ser felices, y que la vida que conocemos se ha acabado ya”.
La realización personal no se puede someter a condiciones, ya que la vida es cambiante y siempre vamos a bascular entre experiencias positivas y negativas. Aceptar con naturalidad los altibajos de la existencia es lo que nos puede procurar un bienestar duradero e incondicional.
No es una cuestión de cuenta corriente. “El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia” Woody Allen
Sobre esta cuestión se han realizado numerosos estudios que sirven de contrapunto a mitos como el de Bután. En 1972, el rey de este país propuso el término “felicidad interior bruta” como alternativa al producto interior bruto, que en su país era realmente bajo.
Se llegó a decir que Bután era el país más feliz del mundo, afirmación discutida por numerosos viajeros que han visitado la zona y han podido ver a algunos de sus habitantes que sufrían de pobreza y enfermedades, aunque la religión budista les facilite afrontar estas situaciones con mayor serenidad.
Acerca de esto, los investigadores aportan una conclusión clara: aunque solo sea por su calidad de vida, las personas que viven por encima del umbral de pobreza son ya más felices que las que tienen que luchar por sobrevivir.
Sí es cierto que a partir de un nivel de ingresos suficiente, engrosar la cuenta bancaria no aporta más sensación de este sentimiento. Un estudio realizado en Estados Unidos demostró que, por término general, los individuos que ganan más de 90.000 dólares anuales no son más dichosos que los que tienen unos ingresos entre 50.000 y 90.000 dólares. Una amplia encuesta realizada en Japón arrojó resultados similares.
Por tanto, habría que precisar un poco más el tópico y decir: el dinero no da la felicidad, siempre y cuando tengamos suficiente para atender nuestras necesidades básicas. Si carecemos de ingresos para pagar la hipoteca, satisfacer las facturas o llenar la nevera, en ese caso el dinero sí da la tranquilidad necesaria para poder vivir con más satisfacción.
Conclusiones finales. “La felicidad no consiste en otra cosa que en tener buena salud y mala memoria” Albert Schweitzer
Hay muchos otros mitos de este estado de ánimo en la cultura popular, pero tampoco responden a una verdad válida para todos. La satisfacción de cada individuo tiene una medida tan personal, dependiendo de sus inclinaciones y prioridades, que no hay nada que pueda hacer feliz a todo el mundo.
Algunas personas incluso encuentran alegría en estrellarse y tener que empezar de cero. Como afirma el filósofo André Comte-Sponville, “la desesperanza da alas. El que lo ha perdido todo se vuelve ligero, no veáis en ello elogio alguno de la tristeza, al contrario. La tristeza es siempre una pesada carga. La desesperanza no es la infelicidad (…) y está muy cerca de la felicidad misma. Feliz es aquel al que nada le cabe esperar. Tener esperanza es esperar; la felicidad comienza cuando ya no se espera”.
Dejar de esperar que sucedan ciertas cosas es una buena clave para no ser infelices. Si uno consigue liberarse de las creencias sobre la felicidad, estará más cerca de conseguirla por sus propios medios, fomentando un modo de vida que permita estar en paz consigo mismo a la vez que se convierte en alguien útil para los demás.
La buena noticia es que no hay fórmulas mágicas para conseguir llegar a este estado de ánimo. Cada uno de nosotros deberá descubrir, en el camino de la vida, su propia receta

Personas víricas que consumen energía

Llegan, nos contagian sus emociones negativas y nos dejan sin fuerzas.

Defenderse y protegerse de este tipo de personas es una obligación.

Parar los pies a los víricos victimistas no es abandonarles sino invitarles a tomar las riendas.

Seguro que usted se ha visto alguna vez en esa situación en la que después de mantener una conversación con un amigo se ha sentido desolado, ha contemplado el mundo con más tristeza y menos entusiasmo que antes de empezar la conversación, o ha pensado: “Madre mía, a este amigo no le pasa nada bueno, siempre tiene una queja”. Y en situaciones extremas, ha escuchado el teléfono, ha visto el nombre de la llamada entrante y ha dejado de atenderlo porque sabe que esa persona, de alguna manera, le va a complicar la vida: le va a contar un nuevo problema o seguirá hablando de su monotema, por lo general con temática “desgracia”. La pregunta que uno se plantea siempre después de pasar un rato con las personas víricas es: “¿Y yo qué necesidad tengo de estar oyendo esto?”.
¿Quiénes son las personas víricas? Aquellas que llegan y le contagian de mal humor, de tristeza, de miedo, de envidia o cualquier otro tipo de emoción negativa que hasta ese momento no se había manifestado en su cuerpo. Es igual que un virus: llega, se expande, le hace sentir mal y cuando se aleja, poco a poco, usted recobra su estado natural y, con suerte, lo olvida.
El origen de la persona vírica puede ser variado: el mal genio, la envidia, la falta de consideración, el egoísmo, la estupidez o la falta de tacto. Lo importante es verse con recursos suficientes para protegerse del contagio. El mundo está lleno de personas víricas de diferentes tipologías, unas menos dañinas y otras malévolas que dejan memoria y cicatriz.
Víricos pasivos. En esta categoría incluyo a los victimistas, los que echan la culpa de todo su mal a los que tienen alrededor, nunca son responsables de lo malo que les ocurre porque son los demás o las circunstancias los que provocan su malestar. Si les escucha y a usted le va bien, llegará a sentirse mala persona por disfrutar de lo que los victimistas no tienen. Y no porque no tengan posibilidad de hacerlo, sino porque han aprendido a obtener la atención a través de la queja y eso es cómodo. Se sienten maltratados por la vida y abandonados de la suerte. Por supuesto, le hacen sentir mal a quien no les presta la atención de la que se creen merecedores. Con estas personas sufrirá el contagio del virus tristeza, frustración y apatía.
“Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien” (Víctor Hugo)
Víricos caraduras. Son los que siempre le pedirán favores, pero a la vez no son capaces de estar atentos a sus necesidades. No mantienen relaciones bidireccionales en las que entreguen tanto como reciben. Tiran de otros sin preguntarles si están bien, si necesitan ayuda, si les viene bien prestársela en ese momento. Son egoístas y egocéntricos, y en el momento en el que se deja de satisfacer sus necesidades comienza la crítica y el chantaje emocional. Con estas personas sufrirá el contagio del virus “siento que abusan de mí”, aprovechamiento y resignación.
Víricos criticones. Viven de vivir la vida de otros porque no les vale con la suya. Su vida es demasiado gris, aburrida o frustrante como para hablar de ella, así que destrozan todo lo que les rodea. No espere palabras de reconocimiento hacia los demás ni que hablen de forma positiva de nadie, porque el que a los demás les vaya bien, les potencia su frustración como personas. No saben competir si no es destruyendo al otro. Arrasan como Atila. Con estas personas sufrirá el contagio del virus desesperanza, vergüenza, incluso culpa si participa en la crítica. Y la culpa luego arrastra al virus del remordimiento.

Compañías peligrosas

ILUSTRACIÓN: JOSÉ LUIS ÁGREDA
Frase
– “Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás”, de William Faulkner, narrador y poeta estadounidense, premio Nobel de literatura en 1949.
Canción
– ‘Las malas compañías’, de Joan Manuel Serrat.
Película
– ‘Las amistades peligrosas’, con Glenn Close, John Malkovich,
Michelle Pfeiffer, Keanu Reeves y UmaThurman.
Víricos con mala idea. Manténgalos bien lejos. Están resentidos con la vida, ya sea porque no han sido capaces de gestionar la suya o porque la suerte no les ha acompañado. Anticipan que las personas son interesadas y no esperan nada bueno de ellas. Todo lo interpretan de forma negativa, a todo el mundo le ven una mala intención. Viven en un constante ataque de ira, como si el mundo les debiera algo. No soportan que otros tengan éxito, esfuerzo y fuerza de voluntad, porque estas actitudes de superación les ningunean todavía más. Con estas personas sufrirá el contagio del virus indefensión, inseguridad, impotencia y ansiedad.
Víricos psicópatas. Para los que no lo sepan, no hace falta ser asesino en serie para ser un psicópata. El psicópata es aquel que inflige dolor a los demás sin sentir la menor culpabilidad, remordimiento y sin pasarlo mal. De estos hay muchos de guante blanco. Son los que humillan, faltan al respeto a propósito, pegan, amenazan y provocan que se sienta ridículo, menospreciado, y se cargan la autoestima. Ante ellos, salga corriendo, porque el que lo hace una vez, repite. Si le permite que le maltrate, usted terminará pensando que ese es el trato que merece. Con estas personas sufrirá el contagio del virus miedo y odio. Muy difícil de erradicar, perdura durante mucho tiempo en su memoria.
Mecanismos de defensa. Para evitar el contagio de los víricos victimistas, lo primero que hay que hacer es pararles. Decirles que estará para ayudarles a tomar decisiones y solucionar problemas, pero no para ser el pañuelo en el que ahogan sus penas sin implicarse. Estas personas se acostumbran a llamar la atención con sus desgracias, pero son incapaces de responsabilizarse y actuar porque optan por el camino fácil: llorar.
Dígale que estará encantado de ayudarle siempre y cuando se movilice. Y si no lo hace, decida alejarse de alguien que ha tomado la decisión de ser un parásito toda la vida. No lo está abandonando, le está dando aliento para que actúe. Si decide no tomar las riendas de su vida, ser su paño de lágrimas, tampoco será una ayuda. Se gasta la misma energía quejándose que buscando soluciones. La primera opción consume y resta, y la segunda suma.
“La tristeza del alma puede matarte
mucho más rápido
que una bacteria”
(John. E. Steinbeck)
Ante el virus de pedir, el antivirus de decir no. Si usted no hace prevalecer sus necesidades y prioridades, ellos tampoco lo harán. Una cosa es ser solidario y otra muy distinta estar a disposición de todos y no estar nunca para uno mismo.
No permita que la persona vírica criticona haga juicios de otras personas que no estén presentes. Si lo hace con otros, también lo hará cuando usted no esté presente. No entre en su juego ni se identifique con esa conducta. Dígale que no le gusta hablar de personas que no están presentes. Y si se trata de rumores, dígale que no tiene la certeza de que el rumor sea cierto. Los rumores, la mayoría de las veces, son infundados, falsos o exagerados. Se propagan como el viento, y a pesar de que luego se compruebe que son falsos, el daño ya está hecho. Actúe como le gustaría que lo hicieran, con respeto, discreción y veracidad. Es más importante ser ético que evitar un conflicto con un criticón.
Y por último, no permita que nadie le falte al respeto y mucho menos le maltrate ni psicológica ni físicamente. Como personas, todos merecemos un trato digno. Hágase valer. Pida ayuda, póngase en su sitio, no consienta una segunda oportunidad a quien le ha hecho daño. El que le daña no le quiere; olvídese de justificarle por su pasado, su carácter, su educación, el alcohol o sus problemas. Nada, absolutamente nada, autoriza la falta de respeto y el maltrato físico y psicológico. Y esto es válido en el ámbito familiar, laboral y entre los amigos.
Rodéese de personas de bien, que le quieran y que se lo demuestren, que le hagan feliz, con las que salga con las pilas recargadas. Tenemos la obligación de ser felices y disfrutar. Hay mucha gente dispuesta a ello. No las deje escapar. Las personas estamos para ayudarnos, somos un equipo.