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PABLO NERUDA (DISCURSO AL RECIBIR EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA)

Discurso de Pablo Neruda al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1971


28. Hacia la ciudad espléndida.





"En conclusión, debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: solo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así la poesía no habrá cantado en vano". (Pablo Neruda)

Discurso de Pablo Neruda al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1971.


Mi discurso será una larga travesía, un viaje mío por regiones, lejanas y antípodas, no por eso menos semejantes al paisaje y a las soledades del norte. Hablo del extremo sur de mi país. Tanto y tanto nos alejamos los chilenos hasta tocar con nuestros limites el Polo Sur, que nos parecemos a la geografía de Suecia, que roza con su cabeza el norte nevado del planeta.

Por allí, por aquellas extensiones de mi patria adonde me condujeron acontecimientos ya olvidados en sí mismos, hay que atravesar, tuve que atravesar los Andes buscando la frontera de mi país con Argentina. Grandes bosques cubren como un túnel las regiones inaccesibles y como nuestro camino era oculto y vedado, aceptábamos tan sólo los signos más débiles de la orientación. No había huellas, no existían senderos y con mis cuatro compañeros a caballo buscábamos en ondulante cabalgata -eliminando los obstáculos de poderosos árboles, imposibles ríos, roqueríos inmensos, desoladas nieves, adivinando mas bien el derrotero de mi propia libertad. Los que me acompañaban conocían la orientación, la posibilidad entre los grandes follajes, pero para saberse más seguros montados en sus caballos marcaban de un machetazo aquí y allá las cortezas de los grandes árboles dejando huellas que los guiarían en el regreso, cuando me dejaran solo con mi destino. Cada uno avanzaba embargado en aquella soledad sin márgenes, en aquel silencio verde y blanco, los árboles, las grandes enredaderas, el humus depositado por centenares de años, los troncos semi-derribados que de pronto eran una barrera más en nuestra marcha. Todo era a la vez una naturaleza deslumbradora y secreta y a la vez una creciente amenaza de frío, nieve, persecución. Todo se mezclaba: la soledad, el peligro, el silencio y la urgencia de mi misión. A veces seguíamos una huella delgadísima, dejada quizás por contrabandistas o delincuentes comunes fugitivos, e ignorábamos si muchos de ellos habían perecido, sorprendidos de repente por las glaciales manos del invierno, por las tormentas tremendas de nieve que, cuando en los Andes se descargan, envuelven al viajero, lo hunden bajo siete pisos de blancura.

A cada lado de la huella contemplé, en aquella salvaje desolación, algo como una construcción humana. Eran trozos de ramas acumulados que habían soportado muchos inviernos, vegetal ofrenda de centenares de viajeros, altos cúmulos de madera para recordar a los caídos, para hacer pensar en los que no pudieron seguir y quedaron allí para siempre debajo de las nieves. También mis compañeros cortaron con sus machetes las ramas que nos tocaban las cabezas y que descendían sobre nosotros desde la altura de las coníferas inmensas, desde los robles cuyo último follaje palpitaba antes de las tempestades del invierno. Y también yo fui dejando en cada túmulo un recuerdo, una tarjeta de madera, una rama cortada del bosque para adornar las tumbas de uno y otro de los viajeros desconocidos.

Teníamos que cruzar un río. Esas pequeñas vertientes nacidas en las cumbres de los Andes se precipitan, descargan su fuerza vertiginosa y atropelladora, se tornan en cascadas, rompen tierras y rocas con la energía y la velocidad que trajeron de las alturas insignes: pero esa vez encontramos un remanso, un gran espejo de agua, un vado. Los caballos entraron, perdieron pie y nadaron hacia la otra ribera. Pronto mi caballo fue sobrepasado casi totalmente por las aguas, yo comencé a mecerme sin sostén, mis pies se afanaban al garete mientras la bestia pugnaba por mantener la cabeza al aire libre. Así cruzamos. Y apenas llegados a la otra orilla, los baqueanos, los campesinos que me acompañaban me preguntaron con cierta sonrisa:

¿Tuvo mucho miedo?

Mucho. Creí que había llegado mi última hora, dije.

Íbamos detrás de usted con el lazo en la mano me respondieron. -Ahí mismo –agregó uno de ellos– cayó mi padre y lo arrastró la corriente. No iba a pasar lo mismo con usted.

Seguimos hasta entrar en un túnel natural que tal vez abrió en las rocas imponentes un caudaloso río perdido, o un estremecimiento del planeta que dispuso en las alturas aquella obra, aquel canal rupestre de piedra socavada, de granito, en el cual penetramos. A los pocos pasos las cabalgaduras resbalaban, trataban de afincarse en los desniveles de piedra, se doblegaban sus patas, estallaban chispas en las herraduras: más de una vez me vi arrojado del caballo y tendido sobre las rocas. La cabalgadura sangraba de narices y patas, pero proseguimos empecinados el vasto, el espléndido, el difícil camino.

Algo nos esperaba en medio de aquella selva salvaje. Súbitamente, como singular visión, llegamos a una pequeña y esmerada pradera acurrucada en el regazo de las montañas: agua clara, prado verde, flores silvestres, rumor de rios y el cielo azul arriba, generosa luz ininterrumpida por ningún follaje.

Allí nos detuvimos como dentro de un círculo mágico, como huéspedes de un recinto sagrado: y mayor condición de sagrada tuvo aun la ceremonia en la que participé. Los vaqueros bajaron de sus cabalgaduras. En el centro del recinto estaba colocada, como en un rito, una calavera de buey. Mis compañeros se acercaron silenciosamente, uno por uno, para dejar unas monedas y algunos alimentos en los agujeros de hueso. Me uní a ellos en aquella ofrenda destinada a toscos Ulises extraviados, a fugitivos de todas las raleas que encontrarían pan y auxilio en las órbitas del toro muerto. Pero no se detuvo en este punto la inolvidable ceremonia. Mis rústicos amigos se despojaron de sus sombreros e iniciaron una extraña danza, saltando sobre un solo pie alrededor de la calavera abandonada, repasando la huella circular dejada por tantos bailes de otros que por allí cruzaron antes. Comprendí entonces de una manera imprecisa, al lado de mis impenetrables compañeros, que existía una comunicación de desconocido a desconocido, que había una solicitud, una petición y una respuesta aún en las más lejanas y apartadas soledades de este mundo.

Más lejos, ya a punto de cruzar las fronteras que me alejarían por muchos años de mi patria, llegamos de noche a las últimas gargantas de las montañas. Vimos de pronto una luz encendida que era indicio cierto de habitación humana y, al acercarnos, hallamos unas desvencijadas construcciones, unos destartalados galpones al parecer vacíos. Entramos a uno de ellos y vimos, al calor de la lumbre, grandes troncos encendidos en el centro de la habitación, cuerpos de árboles gigantes que allí ardían de día y de noche y que dejaban escapar por las hendiduras del techo ml humo que vagaba en medio de las tinieblas como un profundo velo azul. Vimos montones de quesos acumulados por quienes los cuajaron a aquellas alturas. Cerca del fuego, agrupados como sacos, yacían algunos hombres. Distinguimos en el silencio las cuerdas de una guitarra y las palabras de una canción que, naciendo de las brasas y la oscuridad, nos traía la primera voz humana que habíamos topado en el camino. Era una canción de amor y de distancia, un lamento de amor y de nostalgia dirigido hacia la primavera lejana, hacia las ciudades de donde veníamos, hacia la infinita extensión de la vida.

Ellos ignoraban quienes éramos, ellos nada sabían del fugitivo, ellos no conocían mi poesía ni mi nombre. O lo conocían, nos conocían? El hecho real fue que junto a aquel fuego cantamos y comimos, y luego caminamos dentro de la oscuridad hacia unos cuartos elementales. A través de ellos pasaba una corriente termal, agua volcánica donde nos sumergimos, calor que se desprendía de las cordilleras y nos acogió en su seno.

Chapoteamos gozosos, cavándonos, limpiándonos el peso de la inmensa cabalgata. Nos sentimos frescos, renacidos, bautizados, cuando al amanecer emprendimos los últimos kilómetros de jornadas que me separarían de aquel eclipse de mi patria. Nos alejamos cantando sobre nuestras cabalgaduras, plenos de un aire nuevo, de un aliento que nos empujaba al gran camino del mundo que me estaba esperando. Cuando quisimos dar (lo recuerdo vivamente) a los montañeses algunas monedas de recompensa por las canciones, por los alimentos, por las aguas termales, por el techo y los lechos, vale decir, por el inesperado amparo que nos salió al encuentro, ellos rechazaron nuestro ofrecimiento sin un ademán. Nos habían servido y nada más. Y en ese "nada más" en ese silencioso nada más había muchas cosas subentendidas, tal vez el reconocimiento, tal vez los mismos sueños.

Señoras y Señores:

Yo no aprendí en los libros ninguna receta para la composición de un poema: y no dejaré impreso a mi vez ni siquiera un consejo, modo o estilo para que los nuevos poetas reciban de mí alguna gota de supuesta sabiduría. Si he narrado en este discurso ciertos sucesos del pasado, si he revivido un nunca olvidado relato en esta ocasión y en este sitio tan diferentes a lo acontecido, es porque en el curso de mi vida he encontrado siempre en alguna parte la aseveración necesaria, la fórmula que me aguardaba, no para endurecerse en mis palabras sino para explicarme a mí mismo.

En aquella larga jornada encontré las dosis necesarias a la formación del poema. Allí me fueron dadas las aportaciones de la tierra y del alma. Y pienso que la poesía es una acción pasajera o solemne en que entran por parejas medidas la soledad y la solidaridad, el sentimiento y la acción, la intimidad de uno mismo, la intimidad del hombre y la secreta revelación de la naturaleza. Y pienso con no menor fe que todo esta sostenido -el hombre y su sombra, el hombre y su actitud, el hombre y su poesia en una comunidad cada vez más extensa, en un ejercicio que integrará para siempre en nosotros la realidad y los sueños, porque de tal manera los une y los confunde. Y digo de igual modo que no sé, después de tantos años, si aquellas lecciones que recibí al cruzar un vertiginoso río, al bailar alrededor del cráneo de una vaca, al bañar mi piel en el agua purificadora de las más altas regiones, digo que no sé si aquello salía de mí mismo para comunicarse después con muchos otros seres, o era el mensaje que los demás hombres me enviaban como exigencia o emplazamiento. No sé si aquello lo viví o lo escribí, no sé si fueron verdad o poesía, transición o eternidad los versos que experimenté en aquel momento, las experiencias que canté más tarde.

De todo ello, amigos, surge una enseñanza que el poeta debe aprender de los demás hombres. No hay soledad inexpugnable. Todos los caminos llevan al mismo punto: a la comunicación de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la aspereza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con melancolía; mas en esa danza o en esa canción están consumados los más antiguos ritos de la conciencia: de la conciencia de ser hombres y de creer en un destino común.

En verdad, si bien alguna o mucha gente me consideró un sectario, sin posible participación en la mesa común de la amistad y de la responsabilidad, no quiero justificarme, no creo que las acusaciones ni las justificaciones tengan cabida entre los deberes del poeta. Después de todo, ningún poeta administró la poesía, y si alguno de ellos se detuvo a acusar a sus semejantes, o si otro pensó que podría gastarse la vida defendiéndose de recriminaciones razonables o absurdas, mi convicción es que sólo la vanidad es capaz de desviarnos hasta tales extremos. Digo que los enemigos de la poesía no están entre quienes la profesan o resguardan, sino en la falta de concordancia del poeta. De ahí que ningún poeta tenga más enemigo esencial que su propia incapacidad para entenderse con los más ignorados y explotados de sus contemporáneos; y esto rige para todas las épocas y para todas las tierras.

El poeta no es un "pequeño dios". No, no es un "pequeño dios". No está signado por un destino cabalístico superior al de quienes ejercen otros menesteres y oficios. A menudo expresé que el mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más próximo, que no se cree dios. Él cumple su majestuosa y humilde faena de amasar, meter al horno, dorar y entregar el pan de cada día, con una obligación comunitaria. Y si el poeta llega a alcanzar esa sencilla conciencia, podrá también la sencilla conciencia convertirse en parte de una colosal artesanía, de una construcción simple o complicada, que es la construcción de la sociedad, la transformación de las condiciones que rodean al hombre, la entrega de la mercadería: pan, verdad, vino, sueños. Si el poeta se incorpora a esa nunca gastada lucha por consignar cada uno en manos de los otros su ración de compromiso, su dedicación y su ternura al trabajo común de cada día y de todos los hombres, el poeta tomará parte en el sudor, en el pan, en el vino, en el sueño de la humanidad entera. Sólo por ese camino inalienable de ser hombres comunes llegaremos a restituirle a la poesía el anchuroso espacio que le van recortando en cada época, que le vamos recortando en cada época nosotros mismos.

Los errores que me llevaron a una relativa verdad, y las verdades que repetidas veces me condujeron al error, unos y otras no me permitieron -ni yo lo pretendí nunca- orientar, dirigir, enseñar lo que se llama el proceso creador, los vericuetos de la literatura. Pero sí me di cuenta de una cosa: de que nosotros mismos vamos creando los fantasmas de nuestra propia mitificacion. De la argamasa de lo que hacemos, o queremos hacer, surgen más tarde los impedimentos de nuestro propio y futuro desarrollo. Nos vemos indefectiblemente conducidos a la realidad y al realismo, es decir, a tomar una conciencia directa de lo que nos rodea y de los caminos de la transformación, y luego comprendemos, cuando parece tarde, que hemos construido una limitación tan exagerada que matamos lo vivo en vez de conducir la vida a desenvolverse y florecer. Nos imponemos un realismo que posteriormente nos resulta más pesado que el ladrillo de las construcciones, sin que por ello hayamos erigido el edificio que contemplábamos como parte integral de nuestro deber. Y en sentido contrario, si alcanzamos a crear el fetiche de lo incomprensible (o de lo comprensible para unos pocos), el fetiche de lo selecto y de lo secreto, si suprimimos la realidad y sus degeneraciones realistas, nos veremos de pronto rodeados de un terreno imposible, de un tembladeral de hojas, de barro, de libros, en que se hunden nuestros pies y nos ahoga una incomunicación opresiva.
En cuanto a nosotros en particular, escritores de la vasta extensión americana, escuchamos sin tregua el llamado para llenar ese espacio enorme con seres de carne y hueso. Somos conscientes de nuestra obligación de pobladores y -al mismo tiempo que nos resulta esencial el deber de una comunicación critica en un mundo deshabitado y, no por deshabitado menos lleno de injusticias, castigos y dolores, sentimos también el compromiso de recobrar los antiguos sueños que duermen en las estatuas de piedra, en los antiguos monumentos destruidos, en los anchos silencios de pampas planetarias, de selvas espesas, de ríos que cantan como sueños. Necesitamos colmar de palabras los confines de un continente mudo y nos embriaga esta tarea de fabular y de nombrar. Tal vez ésa sea la razón determinante de mi humilde caso individual: y en esa circunstancia mis excesos, o mi abundancia, o mi retórica, no vendrían a ser sino actos, los más simples, del menester americano de cada día. Cada uno de mis versos quiso instalarse como un objeto palpable: cada uno de mis poemas pretendió ser un instrumento útil de trabajo: cada uno de mis cantos aspiró a servir en el espacio como signos de reunión donde se cruzaron los caminos, o como fragmento de piedra o de madera con que alguien, otros que vendrán, pudieran depositar los nuevos signos.

Extendiendo estos deberes del poeta, en la verdad o en el error, hasta sus últimas consecuencias, decidí que mi actitud dentro de la sociedad y ante la vida debía ser también humildemente partidaria. Lo decidí viendo gloriosos fracasos, solitarias victorias, derrotas deslumbrantes. Comprendí, metido en el escenario de las luchas de América, que mi misión humana no era otra sino agregarme a la extensa fuerza del pueblo organizado, agregarme con sangre y alma, con pasión y esperanza, porque sólo de esa henchida torrentera pueden nacer los cambios necesarios a los escritores y a los pueblos. Y aunque mi posición levantara o levante objeciones amargas o amables, lo cierto es que no hallo otro camino para el escritor de nuestros anchos y crueles países, si queremos que florezca la oscuridad, si pretendemos que los millones de hombres que aún no han aprendido a leernos ni a leer, que todavía no saben escribir ni escribirnos, se establezcan en el terreno de la dignidad sin la cual no es posible ser hombres integrales.

Heredamos la vida lacerada de los pueblos que arrastran un castigo de siglos, pueblos los más edénicos, los más puros, los que construyeron con piedras y metales torres milagrosas, alhajas de fulgor deslumbrante: pueblos que de pronto fueron arrasados y enmudecidos por las épocas terribles del colonialismo que aún existe.

Nuestras estrellas primordiales son la lucha y la esperanza. Pero no hay lucha ni esperanza solitarias. En todo hombre se juntan las épocas remotas, la inercia, los errores, las pasiones, las urgencias de nuestro tiempo, la velocidad de la historia. Pero, qué sería de mí si yo, por ejemplo, hubiera contribuido en cualquiera forma al pasado feudal del gran continente americano? Cómo podría yo levantar la frente, iluminada por el honor que Suecia me ha otorgado, si no me sintiera orgulloso de haber tomado una mínima parte en la transformación actual de mi país? Hay que mirar el mapa de América, enfrentarse a la grandiosa diversidad, a la generosidad cósmica del espacio que nos rodea, para entender que muchos escritores se niegan a compartir el pasado de oprobio y de saqueo que oscuros dioses destinaron a los pueblos americanos.

Yo escogí el difícil camino de una responsabilidad compartida y, antes de reiterar la adoración hacia el individuo como sol central del sistema, preferí entregar con humildad mi servicio a un considerable ejército que a trechos puede equivocarse, pero que camina sin descanso y avanza cada día enfrentándose tanto a los anacrónicos recalcitrantes como a los infatuados impacientes. Porque creo que mis deberes de poeta no sólo me indicaban la fraternidad con la rosa y la simetría, con el exaltado amor y con la nostalgia infinita, sino también con las ásperas tareas humanas que incorporé a mi poesía.

Hace hoy cien años exactos, un pobre y espléndido poeta, el más atroz de los desesperados, escribió esta profecía: A l’aurore, armés d’une ardente patience, nous entrerons aux splendides Villes. (Al amanecer, armados de una ardiente paciencia entraremos en las espléndidas ciudades.)

Yo creo en esa profecía de Rimbaud, el vidente. Yo vengo de una oscura provincia, de un país separado de todos los otros por la tajante geografía. Fui el más abandonado de los poetas y mi poesía fue regional, dolorosa y lluviosa. Pero tuve siempre confianza en el hombre. No perdí jamás la esperanza. Por eso tal vez he llegado hasta aquí con mi poesía, y también con mi bandera.

En conclusión, debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: solo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres.

Así la poesía no habrá cantado en vano.


Pablo Neruda.






GRACIOSO

Le he contado a mi nieto los grandes cambios que ha habido en la vida desde que yo, su abuelo, era un niño.
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«Mira, cuando yo era un niño como tú lo eres ahora, mi mamá me mandaba a la tienda que había en la esquina con 100 pesetas, lo que ahora son 60 céntimos de euro, para hacer la compra. Yo regresaba a casa con ¡¡¡dos envases de mantequilla, dos litros de leche, un saco de patatas, dos quesos, un paquete de azúcar, una barra de pan y una docena de huevos!!!
Y mi nieto me ha respondido:
«Abuelo, ¿en tu época no había cámaras de vigilancia?»

EL GRAN WIOMING


ESTOS POLITICOS .....




Una imágen de Rajoy desconcertante parece que los presidentes del PP cuando entran en territorio americano se sienten superiores ya comenzó el Sr. Aznar poniendo los pies en la mesa al lado del
Presidente Bush que fue criticada por todos, ahora nuestro Presidente actual se fuma un puro habano con una amplia sonrisa cuando nos bombardean en este país que no se fume, pues vaya ejemplo y ya la última que esta clama al cielo, éste gobierno sonrie siempre cuando las medidas a tomar son sangrantes para el pueblo y sobre todo para los mas debiles la situación esta llevando al país a la pobreza, ya estamos viendo la cantidad de gente que tiene que acudir a que les den alimentos porque no tienen ni para comer, los comedores sociales hasta los topes.

Para finalizar he visitado el hospital valenciano Dr. Pesset y cómo he notado la falta de personal sanitario y no sanitario, en información no habia nadie, a lo que tuve que ir a admisión para saber en que habitación estaba un familiar, un guardia de seguridad me tropece y supongo que habría otro en urgencias pues si es así cómo para que haya un alboroto que hace uno solito frente a lo que se pueda presentar eso ya sin ahondar en mas.

Cómo no quiero amargar mas porque hay para parar un tren quiero dejar aquí mi protesta contra la torpeza de este gobierno actual, el cual nos lleva a que la crisis sea en España de toma pan y moja, en fin esperemos que en las urnas cuando vengan las próximas votaciones el pueblo sepa mejor elegir a sus representantes porque éstos nos han salido ranas.

LA VIDA ES SIMPLE

COPIADO DEL BLOG "VIDA EN EQUILIBRIO"

 

La vida es simple



La vida, en términos generales, es muy simple, pero por alguna razón desconocida, insistimos en complicarla. Muchas veces, no lo hacemos nosotros directamente, sino las personas a nuestro alrededor.
Necesito que alguien me explique el atractivo que tiene representar una complicación para los demás, muchas veces, rayando en hacerles la vida imposible. Para mí eso es un repelente humano. Es como estar caminando sobre vidrio, con temor a que se rompa. Es por ejemplo, tener que decir: "ten cuidado con lo que le dices a fulano, porque es una persona muy complicado". Disculpenme, pero nadie quiere tener que lidiar con personas conflictivas, pesadas o gruñonas.
Es mucho más sencillo y bonito vivir en armonía, ser un facilitador de procesos, y no una persona cuyo pasatiempo favorito sea ponerle trabas a los demás. Ser simple es parte del amor al prójimo. No piensen que la simpleza o sencillez significa dejarnos pisotear. Ojo con eso, si están faltando a nuestros derechos, debemos reclamarlos, pero de forma civilizada, sin hacer las cosas más complicadas que lo necesario.
En la simplicidad también hay empatía, accesibilidad, capacidad para percibir las necesidades de otros, y poder brindar ayuda desinteresada.
En definitiva, en la simpleza hay más felicidad, paz interior, y menos arrugas. Pongámosla en práctica hoy para iniciar una semana más ligera, y llena de emociones positivas hacia nosotros mismos y hacia quienes nos rodean

PENSAMIENTOS DE FELICIDAD

  1. Jorge Bucay fue todo un descubrimiento para mí, comence leyendo sus cuentos luego sus libros y pensé que puesto que a mi me habia ayudado porque no crear un canal en You tube para que llegase a mas personas lo que tanto me ayudo y ayuda día a día, aquí os traigo uno que publique hace poco, esperando que séa interesante y haceros ver que la felicidad es posible porque tenemos motivos para serlo a pesar de los problemas que ésta sociedad nos pone en nuestro camino (pero quien dijo que la vida era fáci).
 
 
Desde aquí os animo a que observeis todo aquello que nos rodea y que con las prisas dejamos de hacerlo, es cómo un ejercicio si lo poneis en practica vereis cómo día a día os será mas fácil ver esas pequeñas cosas que nos aportan felicidad, cómo un día soleado, esas plantas que muchos de nosotros tenemos en casa, la risa de un niño, un grato paseo, comenzar a hacer cosas que os hagan felices, hasta un paseo por la ciudad puede ser tan bello cómo otro, sólo teneis que poner a trabajar vuestra mente a vuestro servicio.
 
Un día leí ésta historia: Un hombre estaba esperando el autobús a su lado había una mujer con un niño en sus brazos, cuando llegó éste, bajo un señor era el marido de élla que con gran alegría se abrazaban y reían, a lo que el hombre pensó e aquí la felicidad. Os preguntareis que es eso pues si tan simple cómo parece la felicidad está entre nosotros pero hay veces que las nubes no nos dejan ver el sol.
 

ANTES Y AHORA

Antes se nos enseñaba a respetar a los mayores, ahora no se respeta a nadie

Antes las familias estaban unidas, ahora no lo están

Antes deciamos gracias y por favor, ahora para que? que les den

Antes eramos educados ahora para que vámos a serlo?

Antes teniamos valores ahora no sirven para nada y que es eso?

Antes nuestro primer trabajo oscilaba entre los 16 - 18 años máximo, ahora no se sabe antes de los 40 quizás

Antes nuestro sueldo iva a parar a las manos de nuestros padres,  ahora todo para mi que es mío

Antes ayudabamos con un dinero en la casa familiar, ahora para mis caprichos

Antes saliamos a tomar el fresco es decir sacabamos las sillas a la calle ahora no sale nadie si no es a hacer alguna gestión y cuidando no nos roben el bolso

Antes ivamos a comprar al mercado, donde se creaba una amistad entre vendedores y clientes, ahora los supermercados cojo me lo llevo pago y si decimos adios es quienes sómos corteses y otros ni eso.

Antes dabamos gracias a Dios por todo lo que teniamos ahora ese señor no lo conozco de nada

Antes en los pueblos se dejaba la llave puesta en las casas o se dejaban las puertas abiertas sin ningun miedo ni problema, ahora todos encerrados a cal y canto, puertas blindadas y hasta servicios de seguridad.

Antes los novios respetaban a las chicas hasta que se casaban, ahora a río revuelto ganancia de pescadores, aquí la pillo y aqui la mato

En fin cómo han cambiado los años, como a cambiado la vida.

Algo ha canviado, me quedo con muchas cosas de antes y menos con las de ahora.







 

PRIORIDAD


“¿Cuáles son nuestras prioridades y valores? ¿Qué dota a nuestra vida de significado? Muchos ni siquiera nos planteamos tales cuestiones. VAMOS EN PILOTO AUTOMÁTICO reaccionando a todos los estímulos externos y dando bandazos de aquí para allá en busca de una plenitud y alegría que no encontramos, ya que no se halla en el exterior (…)

Este momento, este día que empieza, sí que está, sí que es real y tenemos la libertad de elegir como vivirlo. Aunque no lo parezca, ni la prima de riesgo, ni la crisis económica, ni las impopulares medidas del gobierno, tienen el poder de quitarnos nuestro poder, salvo que se lo permitamos dándoles nuestra atención, quejas y desesperanza”
Ana Novo

(Si la vida fuese un tarro ¿cómo lo llenamos? De cosas superfluas o de aquello que nos llena y aporta sentido. Ana Novo* reflexiona al respecto)

No comparto para nada la idea de que “la letra con sangre entra”; en todo caso, “con sudor”, ya que, a pesar de todos los novísimos antitranspirantes, cuando uno se mueve, suda, y hasta que no se hace y experimenta algo, realmente no se sabe.

Sí me parece una forma estupenda de enseñar y aprender, el uso de fábulas, historias y metáforas, ya que, a la vez que se está escuchando, convertimos la historia en imágenes, entrando también en escena las emociones.

Por eso, introduzco para estas reflexiones la siguiente historia:

“Un maestro está enseñando a sus alumnos la importancia de priorizar, para ello coge un tarro de cristal y lo llena completamente de piedras de pequeño tamaño. ¿Está lleno este tarro? Por supuesto, contestan los alumnos, hasta los bordes.
Acto seguido coge un puñado de tierra con guijarros y lo vuelca en el tarro. ¿Esta lleno el tarro?, vuelve a preguntar. Nuevamente, respuesta afirmativa, para sorpresa de los alumnos.
Por último, vuelca un buen puñado de arena fina, que rellena los huecos aún disponibles. Ahora si está lleno este tarro. Los alumnos se quedaron sin palabras.
La lección que quiero que aprendáis, dijo el maestro, es que este tarro representa la vida. Si la llenáis, en primer lugar, de cosas banales y sin importancia no dejará lugar para lo verdaderamente importante y valioso”.

¿Cuáles son nuestras prioridades y valores? ¿Qué dota a nuestra vida de significado? Muchos ni siquiera nos planteamos tales cuestiones. Vamos en piloto automático reaccionando a todos los estímulos externos y dando bandazos de aquí para allá en busca de una plenitud y alegría que no encontramos, ya que no se halla en el exterior.

Conviene tener presente lo temporal y efímera que es la vida y todo su contenido, tanto para el sufrimiento y lo que nos disgusta, como para el placer y lo que nos gusta. Personas, cosas, bienes y situaciones, pasarán. También nosotros marcharemos del planeta cuando llegue nuestra hora y mejor no fiarnos de las estadísticas sobre la esperanza de vida y dormirnos en los laureles.

Este momento, este día que empieza, sí que está, sí que es real y tenemos la libertad de elegir como vivirlo. Aunque no lo parezca, ni la prima de riesgo, ni la crisis económica, ni las impopulares medidas del gobierno, tienen el poder de quitarnos nuestro poder, salvo que se lo permitamos dándoles nuestra atención, quejas y desesperanza. No podemos cambiar al mundo, ni a nadie, pero si podemos cambiarnos a nosotros, utilizar nuestro círculo de poder y libertad: nuestra actitud: creencias, sueños, comportamientos y prioridades.

Amar, disfrutar, jugar, saborear, reír…Al final, lo más sencillo y cercano es lo verdaderamente importante y lo lamentable es perderlo, para valorarlo y darnos realmente cuenta de ello.

El tarro de tu vida está en tus manos. Tu decides de qué y como llenarlo. ¿Eliges salud, alegría, buenas relaciones, amistad, bienestar y servicio? Seguro que te merece la pena.

Ana Novo

LOS TRES MILAGROS


En un pequeño pueblo del interior vivía hace tiempo un sacerdote que tenía mucha fe. Pasó el verano y llegaron las lluvias. En aquella región las lluvias solían ser muy abundantes y los habitantes ya sabían qué medidas tenían que tomar. Empezó a llover y a llover y se inundaron las calles. Viendo el sacerdote que el agua estaba a punto de entrar en la iglesia se puso a rezar.

- Dios mío por favor, te pido un milagro, que deje de llover.
En ese momento unos gritos interrumpieron la oración del sacerdote. Eran unos hombres que habían llegado en un camión hasta la misma puerta de iglesia.
- Padre, venga con nosotros, póngase a salvo antes que el agua entre en la iglesia.
- No gracias, yo tengo mucha fe en Dios y sé que él hará un milagro, enviará un ángel y me salvará.
Y se fueron en el camión sin él. Pasó el tiempo y no sólo no dejaba de llover sino que lo hacía con más fuerza. El agua había roto la puerta e inundaba un metro de altura la iglesia. El sacerdote asustado se puso a rezar con más fuerza aún.
- Dios mío por favor, te pido un milagro, que deje de llover, ¡ayúdame!
Se oyó un ruido de motor y una lancha rápida entro en la iglesia. Eran otros habitantes del pueblo que sabían que el sacerdote estaba todavía en la iglesia.
- Padre, suba a la lancha, póngase a salvo que el agua está inundando todo.
- No gracias, yo tengo mucha fe en Dios y sé que él hará un milagro, enviará un ángel y me salvará.
Así que dieron media vuelta y salieron por donde habían entrado. Siguió lloviendo y lloviendo, se inundó toda la iglesia y el sacerdote tuvo que subir al tejado para no ahogarse. Realmente estaba muy asustado así que se puso de rodillas en medio del tejado y oró con todas las fuerzas disponibles que tenía.
- Dios mío por favor, te pido un milagro, que deje de llover, ¡sálvame!
En ese momento un estruendo por encima de tejado de la iglesia. Era el helicóptero de la policía que venía a rescatarle.
- Padre, suba al helicóptero, el agua va a cubrir toda la iglesia, es muy peligroso.
- No gracias, yo tengo mucha fe en Dios y sé que él hará un milagro, enviará un ángel y me salvará.
- ¡Déjese de sermones y suba al helicóptero! no tiene otra salida.
- Que he dicho que no, que Dios hará un milagro, enviará un ángel y me salvará.
Así que se fueron, siguió lloviendo y el sacerdote murió ahogado. Cuando subió al cielo estaba todo enojado y pidió hablar con Dios.
- ¡Dios mío me has abandonado! Yo que siempre te he sido tan fiel y he tenido tanta fe en ti y no has enviado un ángel a salvarme ¿por qué?
Y Dios le contestó:
- Amado hijo, no te he enviado un ángel sino tres y no has sabido verlos.
Nos pasamos la vida pidiendo milagros a Dios y luego no nos damos cuenta que estamos rodeados de ángeles y de oportunidades. Pero como no son como nosotros las imaginamos, las ignoramos. Abramos nuestras mentes y veamos una oportunidad en cada circunstancia de nuestra vida.

EL ARBOL DE LOS PROBLEMAS

 

El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se dañó y le hizo perder una hora de trabajo y luego su antiguo camión se negó a arrancar. Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas
de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta ocurrió una sorprendente transformación.
Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Posteriormente me acompañó hasta mi automóvil. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.
“ !Oh! ese es mi árbol de problemas, contestó. Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez.Lo divertido es, añadió sonriendo, que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como losque recuerdo haber colgado la noche anterior.”
Elena Fernández Bayo

NUESTRO NIÑO INTERIOR





TODOS LLEVAMOS UN NIÑO DENTRO ESE QUE EN SU DIA FUE ALEGRE, TRAVIESO, SIMPATICO Y DESPIERTO AQUEL QUE DECIA LO QUE LE GUSTABA Y LO QUE NO PESASE A QUIEN PESASE EL QUE EN CADA MOMENTO MOSTRABA SUS AFECTOS SIN TEMORES, AHORA NOS PREGUNTAMOS QUE FUE DE AQUEL NIÑO?, CONFORME FUE CRECIENDO FUE MODELADO POR SUS PADRES Y LA SOCIEDAD OS LO DIGO ESE NIÑO TIENE MIEDO A SALIR PORQUE NOSOTROS LO FRENAMOS.

HACE TIEMPO QUE MI NIÑA INTERIOR DIJO DE SALIR, ASI QUE PENSE PUES ¡ADELANTE¡ SAL DE NUEVO Y OS DIGO QUE DESDE ENTONCES SOY MAS FELIZ, DEJO DE PREOCUPARME EL QUE DIRAN, COMENCE A COMETER PEQUEÑOS FALLOS Y A SER MENOS RIGIDA CONMIGO MISMA Y QUERERME MAS. TODO ESTO UNIDO A RESPETAR A LOS DEMAS, DAR AFECTOS Y NO QUEDARMELOS PARA MI SOLITA (QUE TAMBIEN ME QUIERO PERO ES IMPORTANTE COMPARTIRLO), A SER SINCERA (SIEMPRE QUE UNA VERDAD NO HAGA DAÑO) SER GENEROSA Y DAR MUCHO AMOR, YA JESUS DIJO DAD Y SE OS DARA, AHORA SE HA PUESTO DE MODA LA LEY DE LA ATRACCION, PUES ESO AMIG@S  ¡ANIMO¡ NO ES NADA DIFICIL Y OS ENCONTRAREIS MAS FELICES.