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Las 5 heridas de la infancia de los padres que más dañan a sus hijos - Jennifer Delgado


Quizá, cuando miras al pasado, sientes nostalgia por tu infancia, por la increíble felicidad que experimentaste durante esos años y los buenos momentos que pasaste. También puede ser que tu infancia no haya sido precisamente un lecho de rosas y que no te apetezca para nada recordarla.

Tanto en uno como en otro caso, esas experiencias marcarán la forma en que eduques a tus hijos. Tu infancia se desvela en tu personalidad y en el estilo educativo que asumas como madre o padre. Todas esas experiencias, tanto las positivas como las negativas, te han convertido en la persona que eres y determinarán, en mayor o menor medida, cómo criarás a tus hijos.

Las creencias erróneas más comunes de los padres al educar a sus hijos


1. "Mis hijos tendrán todo lo que yo no tuve"

Esta creencia es común en las personas que atravesaron necesidades económicas durante su infancia, que no podían tener los mismos juguetes que sus compañeros del colegio o que no podían vestir de la misma forma y se sentían menospreciados o inferiores por ello. Así, al crecer, suelen prometerse que sus hijos nunca tendrán que pasar por lo mismo, que tendrán todo lo que ellos no tuvieron.

Sin duda, no hay nada de malo en proporcionarles a los niños juguetes, ropa y cualquier otra cosa que necesiten. Sin embargo, estos padres a menudo cometen el error de pensar que esas cosas son suficientes para que sus hijos sean felices. ¡Y no es así! Demasiados juguetes anestesian a los niños. Más importante que las posesiones materiales es que los niños pasen tiempo de calidad con sus padres y, sobre todo, que comprendan que son únicos y que no necesitan tener las mismas cosas que los demás para ser felices. Solo así se puede educar a un niño seguro de sí, que sabe lo que quiere y que no está dispuesto a seguir a los demás sin reflexionar.

2. "Nunca le haré eso a mis hijos"

Hay personas a las que los traumas de su infancia aún les persiguen. Quizá fue ese día en que sus padres le avergonzaron delante de sus compañeros de colegio, cuando se negaron a comprarle ese juguete con el que tanto había soñado o cuando se mudaron de ciudad y tuvo que cambiar de colegio sin que tuvieran en cuenta su opinión. Ese evento ha dejado una cicatriz tan grande en la persona que esta se asegura de que jamás le hará algo así a sus hijos.

El problema es que estos padres diseñan su estrategia educativa solo en base a lo que no deben hacer, utilizando como patrón un trauma infantil no superado. Lo usual es que este estilo educativo termine consintiendo demasiado al niño ya que, por el temor a causarle daño, los padres no establecen reglas y se convierten en los amigos de su hijo. Obviamente, no hay nada de malo en que los padres sean amigos de sus hijos y establezcan un vínculo de confianza, pero no deben olvidar que las normas y las reglas son importantes y le dan sentido al mundo infantil. Cuando un niño crece sin normas, no sabrá lo que se espera de él y aumentan las probabilidades de que desarrolle conductas desafiantes

3. "Si fue suficiente para mí, lo será para mis hijos"

Muchos padres tienden a pensar que deben replicar las condiciones en las que ellos crecieron. Generalmente se trata de personas que piensan que el carácter de los niños se forja a través de las pruebas, y mientras más duras, mejor. Estos padres imponen una educación autoritaria, marcada por límites y reglas muy estrictas, convirtiendo el hogar en un cuartel militar.

Obviamente, las reglas son importantes para asegurar la convivencia familiar, pero también es necesario que los niños tengan libertad y desarrollen su independencia y autonomía. Por otra parte, no debemos olvidar que cada persona es diferente y, por ende, las pautas educativas que funciona con unos pueden ser ineficaces con otros. A la vez, es importante recordar que han cambiado las condiciones sociales, lo cual significa que lo que hace algunas décadas era habitual, ahora podría ser anacrónico e incluso dañino para el niño.

4. "Mis hijos lograrán lo que yo no pude"

Esta creencia suele ser común en aquellas personas cuyos padres no apoyaron sus sueños y los empujaron en la dirección opuesta. Como resultado, creen que perdieron la "oportunidad de su vida" y no logran pasar página sino que siguen acumulando frustración y resentimiento. Así, intentan tener una segunda oportunidad a través de sus hijos y desde pequeños los animan a hacer las cosas que les gustan a ellos mismos, apuntándolos en actividades extraescolares que en realidad les interesan a ellos, no a los niños.

Vale aclarar que es probable que el niño realmente tenga cierto potencial y aptitudes en determinada área, pero quizá no le interese y le apasione otra cosa. Insistir por ese camino implica cometer el mismo error que sus padres, pero sin darse cuenta. Cada niño es único, y el papel de los padres es guiarle para que descubra sus potencialidades y pasiones, pero debe ser él quien decida qué camino quiere recorrer. Decidir en su lugar implica arrebatarle su oportunidad.

5. "Nunca dejaré que a mis hijos les pase algo malo"

Los padres que han tenido malas experiencias en su niñez suelen desarrollar un estilo de educación sobreprotector. Es algo comprensible, piensan que el mundo es un lugar hostil y que tienen que proteger a sus hijos. No quieren que sus hijos pasen por lo mismo, y tienden a quitar de su camino todos los obstáculos, para asegurarse de que tienen una infancia idílica. Se convierten en "padres helicóptero".

Obviamente, no se trata de traumatizar a los niños ni de exponerlos a riesgos innecesarios, pero no debemos olvidar que la resiliencia solo se desarrolla enfrentándose a situaciones difíciles. Esto significa que cuando existe un problema, en vez de ocultarlo y solucionarlo, los padres deben animar al niño a que busque soluciones y tome decisiones. Este es el mejor regalo que le pueden hacer ya que le están dando las herramientas psicológicas que necesita para enfrentar los desafíos que le depara la vida, que probablemente serán muchos y de los cuales no se le puede proteger siempre.

Aprende a pasar página


Muchas de estas creencias que se ponen de manifiesto en el estilo educativo de los padres esconden una herida que no ha cicatrizado adecuadamente. Estos padres no han logrado hacer las paces con su infancia, con las experiencias que vivieron o con las decisiones y comportamientos de sus progenitores. Como resultado, siguen arrastrando su influjo, muchas veces sin darse cuenta y pensando que le están haciendo un bien a sus hijos.

Para evitar estas creencias limitantes, el primer paso es darse cuenta de su existencia, y comprender cómo se expresan a través del día a día en la relación con tus hijos. Luego deberías dejar que esas heridas cicatricen, deja ir el resentimiento. Una técnica muy sencilla, "las hojas del río", te ayudará a lograrlo si el problema no está muy enquistado. Verás que poco a poco irás asumiendo la educación de tus hijos desde una perspectiva diferente.

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